Image: Cómo pensar como Sherlock Holmes

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Ensayo

Cómo pensar como Sherlock Holmes

Maria Konnikova

21 junio, 2013 02:00

Maria Konnikova. Foto de Margaret Singer y Max Freeman

Traducción de Ignacio Villaro. Paidós. Barcelona, 2013

Las novelas y relatos de Arthur Conan Doyle sobre el incomparable detective Sherlock Holmes se vienen reeditando desde su primera publicación, en 1887. Las colecciones sobre Holmes abundan tanto como las películas, las series de televisión, los videojuegos, las gorras, las pipas, las camisetas y los calendarios, por no hablar de las obras de ensayo que diseccionan el método holmesiano. Y ahora nos llega Cómo pensar como Sherlock Holmes, de Maria Konnikova, que quizá no nos convierta en grandes detectives, como afirma el editor, pero nos enseñará a "observar y no solo ver", requisito necesario para pensar como el gran personaje. El propio Holmes dice en La aventura de la finca de Copper Beeches que su labor se centra en "las facultades de deducción y de síntesis lógica que ha convertido en su especialidad". Si la deducción y la síntesis ya representan un reto, aprender a observar puede ser aún más difícil. Konnikova, escritora científica de origen ruso y afincada en Nueva York, distingue entre el sistema de Watson (la tendencia natural a creer lo que vemos y oímos) y el de Holmes.

Enseñar el sistema de Holmes es el objetivo de este libro.El primer paso consiste en cuestionarlo todo. Citando al psicólogo Daniel Gilbert, Konnikova señala que, antes de procesar algo, el cerebro debe creerlo inicial y momentáneamente. Si oímos la expresión "elefante rosa", nos imaginamos un elefante rosa durante una fracción de segundo antes de "poner todo nuestro empeño en dudar de ello". Esta tendencia, según Konnikova, se ve reforzada por lo que los psicólogos llaman sesgo de correspondencia, que nos lleva a dar por sentado que, en general, una persona afirma aquello que cree. "El truco de Holmes consiste en enfocar cada pensamiento, cada experiencia y cada percepción tal como haría con un elefante rosa", escribe Konnikova. "En otras palabras, abordarlo con una sana dosis de escepticismo en vez de con la credulidad que constituye nuestro estado mental por naturaleza". Esto requiere un esfuerzo y una presencia de mente constantes, "esa atención y esa asistencia fundamentales para la observación activa y real del mundo". Si queremos pensar como Sherlock Holmes, "tenemos que querer, activamente, pensar como él". Y practicar, practicar y practicar.

Además, hemos de aprender a ignorar lo superfluo. Es sabido que el propio Holmes reconoce su ignorancia sobre el sistema solar: "¿A mí qué más me da?", dice en Estudio en escarlata. "Considero que el cerebro de un hombre al principio es como un pequeño desván vacío que cada cual va amueblando como elige". El trabajador hábil "tiene mucho cuidado con lo que se lleva a su cerebro-desván. No guardará más que los útiles que puedan ayudarle a hacer su trabajo". Por supuesto, Holmes tiene su cerebro-desván muy bien amueblado, aunque no incluya en él al sistema solar. En su primer encuentro con el doctor Watson, por ejemplo, hace un brevísimo repaso de hechos sociales, políticos y geográficos y anuncia: "Diría que ha estado usted en Afganistán". Watson se queda atónito y enseguida se vuelven inseparables.

Otra lección que aprender de Holmes es la importancia de la autoformación continuada. Cuando Watson le pregunta por qué insiste en un caso que parece resuelto, Holmes replica: "Por amor al arte. Seguro que cuando usted se sacó el título de médico continuó estudiando casos sin pensar en honorarios". Watson responde: "Para mi formación, Holmes". Este contesta a su vez: "La formación nunca termina". La tecnología del siglo XXI respalda estos valores. Los escáneres secuenciales de adultos de edad avanzada que aprenden a hacer malabares o a hablar un nuevo idioma muestran un incremento de materia gris en las zonas del cerebro correspondientes. Es más, según Konnikova, con dedicación "hasta los más mayores pueden revertir signos ya presentes de pérdida cognitiva" (el énfasis es suyo: "de pura emoción", explica).

No es el único libro reciente sobre el tema. En EE.UU. acaba de aparecer The Scientific Sherlock Holmes [El científico Sherlock Holmes], de James O'Brien, un imperturbable tratado académico. Para un estudio más accesible sobre la química, la ciencia forense, la patología y la toxicología en Holmes, la obra de 2007 de E. J. Wagner, La ciencia de Sherlock Holmes, resulta muy adecuada. Al igual que la entretenida combinación de Konnikova de neurociencia homelsiana y actual, hará que les entren ganas (si son como yo) de releer los originales, tan populares como siempre.

© NEW YORK TIMES BOOK REVIEW