Image: Futuro perfecto. Sobre el progreso en la era de las redes / Todos sabios

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Ensayo

Futuro perfecto. Sobre el progreso en la era de las redes / Todos sabios

Steven Johnson / A. lafuente, A. Alonso y J. Rodrígez

12 julio, 2013 02:00

Manifestantes en Brasil

Turner Noema. Madrid, 2013. 239 páginas, 19'90 euros / Cátedra, 2013. 198 pp., 12 e.



Con las redes se educa, se crea riqueza, se democratiza, se genera y distribuye conocimiento, reza un mantra habitual en nuestros días. Un tsunami de optimismo recorre los medios, la intelectualidad joven, el arte y los círculos de empresarios y expertos ligados a las tecnologías de la información. Cabalga la ola gigante un batallón de autores que, al grito de "Internautas del mundo, uníos", anuncia la nueva de la revolución digital; son periodistas, ensayistas, académicos y blogueros que van del liberalismo a la izquierda radical, incluida esa rara avis, el libertarismo estadounidense.

Exponente de esa última corriente es Steven Johnson. Este ciberperiodista que escribe en The New York Times y The Financial Times se ha fijado por tarea nada menos que redefinir el progreso en la era de las redes e indicar cómo alcanzarlo. Con la retórica del ejemplo aleccionador -la red ferroviaria, Occupy Wall Street, las ciberprotestas, la matemática electoral de Lewis Carroll- y una filosofía que casa el neoliberalismo de Hayek con el anarquismo de Proudhon y Bakunin, busca demostrar cómo Internet propicia una estructura tecno-social capaz de superar el centralismo jerárquico del Estado hipertrofiado y las corporaciones rapaces: las redes de pares.

Tales nexos descentralizados conectan a emprendedores y activistas comprometidos en la busca de soluciones autogestionarias a los retos de la vida cotidiana, conforme a principios de igualdad, cooperación y democracia, desde el boicot a una ley antidescargas al diseño de plataformas de información vecinal. En esta inteligencia colectiva que salvaguarda la autonomía personal, Johnson vislumbra la alternativa a la disyuntiva entre individuo y Estado.

Trasladando ese modelo a la empresa se tendría un "capitalismo consciente", más preocupado por sus empleados y clientes que por engordar la bolsa. Llevado a la política, inspiraría una "democracia líquida", un orden ideal que el autor ha pergeñado mezclando una lúcida percepción de los fallos del sistema representativo con cierta candidez de las soluciones (por ejemplo, el crowfunding electoral como remedio a la sumisión de los partidos al gran capital). Semejante deseo de reconfigurar la arquitectura social a imagen y semejanza de la Red desprende un tufillo a determinismo tecnológico, y aunque el autor se distancia expresamente de esa óptica, a ratos Futuro perfecto parece decirnos: "Dadme una aplicación y moveré el mundo".

Un enfoque distinto anima ¡Todos Sabios!, obra de tres investigadores españoles duchos en Estudios Sociales de la Ciencia. Como la anterior, la suya es una pieza de agitación cultural y divulgación -si bien más sesuda- y, aunque versa de redes, su foco es la actividad científica y sus mutaciones en un mundo digital. Aquí retoman un viejo objetivo: superar la brecha entre ciencia y sociedad. Lo innovador es la herramienta propuesta para cerrarla: la ciencia ciudadana: el derecho y obligación de la sociedad civil "de participar en la cogestión de la ciencia y el conocimiento". El camino a la meta está jalonado de aperturas (open access, open data, open peer review, open source...) que suprimen las barreras que alejan a la producción científica del común de los mortales. Algunos de sus carriles se trazaron antes de Internet (ej. la intervención de los enfermos de sida en la definición de su patología y su investigación), pero la Red de Redes ha abierto ingentes posibilidades a la democratización del saber -véanse a los miles de internautas que colaboran con sus PCs en el descifrado del pliegue proteínico, o la impresionante gesta cooperativa de Wikipedia. Al final del recorrido, la ciencia 2.0 alumbrará una sociedad en la que "todos sean sabios, donde todos participen en la creación, distribución y crítica del conocimiento colectivo".

Las esperanzas en un cambio tan colosal en la división social del trabajo sin el concomitante cambio de estructuras económicas y políticas les sonarán exageradas a unos cuantos, lo que no quita que ¡Todos sabios! suponga una vivificante ventana al exterior para una comunidad académica cerrada sobre sí, en la que parece no haber vida más allá de las evaluaciones de la Aneca.

En breve: dos miradas diferentes de la cultura de las redes procedentes de quienes participan de pleno en ella; rebosantes del ciberoptimismo habitual en los llamamientos a aprovechar la cornucopia digital, y apropiadas para saber qué se cuece en los nodos de la World Wide Web.