Image: Para la tercera cultura. Ensayos sobre Ciencias y Humanidades

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Ensayo

Para la tercera cultura. Ensayos sobre Ciencias y Humanidades

Francisco Fernández Buey

29 noviembre, 2013 01:00

Francisco Fernández Buey

El Viejo Topo. Barcelona, 2013. 410 páginas, 22 euros

Mientras reinó en la cultura occidental el viejo cientificismo de estirpe positivista -e incluso en cierta medida y no sin importantes matizaciones, "ilustrada"-, el progreso humano, ese desideratum absoluto de cierta Modernidad, fue considerado algo así como una mera derivación o subproducto del progreso científico-técnico, interpretado a su vez en clave acumulativa. En su estela fue asumida casi como un dogma la existencia de una ruptura irreductible entre ciencias y humanidades. Incluso entre ciencia y "cultura".Y si los partidarios del progreso llegaron incluso a cultivar, al modo del Círculo de Viena, en la última fase de este proceso, el ideal de una sola verdad científica o de la "ciencia unificada" bajo el dominio indiscutido del modelo físico-matemático, los defensores de la ruptura prefirieron salvar, en épocas difíciles, la sustancia de las humanidades o de la alta cultura humanista afirmando su especificidad y, en algunos casos, su superioridad, su radical heterogeneidad respecto de las ciencias positivas y sus ideales metodológicos.

De hecho, la famosa tesis de C.P. Snow, razonada en l967 en un opúsculo que tuvo gran difusión, sobre las "dos culturas" no iba más allá de la constatación de la existencia de dos comunidades, la de los científicos y la de los intelectuales "tradicionales", dos galaxias cuyos moradores se obsevaban desde la lejanía, en ocasiones incluso con hostilidad. Snow razonaba, como más tarde haría Steiner, que dada la evolución general de la vida, se había convertido en tarea poco menos que obligada romper con tal incomunicación, encontrar un punto en el que ambas culturas "pudieran encontrarse".

Sea como fuere, el tiempo ha ido siendo implacable con los enfoques bien rígidamente dualistas, bien rígidamente monista, como con notable agudeza hace ver Francisco Fernández Buey (Palencia, 1943-Barcelona, 2012), uno de los más representativos filósofos de la Generación del 70 en este libro, publicado con carácter póstumo gracias al empeño y los cuidados de Salvador López Arnal y Jordi Mir. Partiendo de Steiner, nuestro autor propugna la necesidad de incorporar la cultura científica a los actuales debates éticos y políticos tanto sobre problemas como el aborto y la eutanasia, los planteados por los avances de la ingeniería genética, los que se derivan de la crisis medioambiental o de los choques culturales, como los que encuentran su raíz en el concepto de democracia y su cada vez más cuestionada adecuación a las democracias realmente existentes. El porqué salta a la vista: "La ciencia es ya parte sustancial de nuestras vidas. Buena parte de las discusiones públicas ahora relevantes requieren cierto conocimiento del estado de la cuestión de una o varias ciencia naturales (biología, genética, neurología, ecología, etc.)".

Los humanistas necesitarán, por tanto, cultura científica para "superar actitudes sólo reactivas, basadas exclusivamente en tradiciones literarias".Y los científicos necesitarán (como muchos de ellos vienen reconociendo ya), "formación humanística (o sea, histórico-filosófica, metodológica. ética y deontológica)" para cooperar con aquéllos a la "resolución razonable" de nuestros cada vez más agobiantes problemas civilizatorios. Una resolución que deberá obligar a escuchar más voces que las de los "expertos". Más que seguir hablando de ruptura habría pues que hablar de integración, de interrelación, de intercambio de información, de interlocución y de apertura de relaciones fructíferas entre las culturas. La pilotada por unas ciencias humanas y sociales atentas a las naturales y heredera de las viejas humanidades podría ser asumida como una "tercera" cultura.

Con gran acopio de información, de la que siempre hace un uso eficaz y contenido, Fernández Buey pasa revista al núcleo de algunos de los citados debates, monopolizados por la religión y la filosofía, como muy centralmente el del alma y la conciencia, base de la sensibilidad moral de los humanos. Y a la vez ofrece un amplio recorrido histórico por la evolución de su tema, en el que se ocupa de autores como T.H. Huxley, Arnold, Droysen, Nietzsche, Husserl, Weber o Spengler, sin rehuir los grandes debates metodológicos de los dos últimos siglos. Pero en realidad, esta apelación de Fernández Buey a una tercera cultura, lo es del ideal normativo de una cultura crítica tendente a liberarnos de la fatalidad biológica y social, de las constricciones de un entorno siempre irreflexivo y tiránico y de la compulsión a la inserción acritica en lo dado. Una apuesta en fin a favor de la autonomia.