Antonio Gómez Villar. Foto: Anna Bosch.

Antonio Gómez Villar. Foto: Anna Bosch.

Ensayo

'Transformar no es cancelar': un lúcido libro sobre las trampas de la polarización

El mérito de este valiente ensayo de Antonio Gómez Villar es clarificar este ambivalente paisaje de tensiones simplificado en nuestros debates cotidianos.

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Distraídos por la espuma de nuestra actualidad, asfixiantemente sometida bajo los marcos digitales a una polarización banal por cualquier tema, malentendemos bajo el perezoso rótulo “batallas culturales” un feroz campo de lucha. Bajo este subyacen antagonismos profundos, desigualdades históricas e inercias culturales irresueltas. En este sentido es llamativo que, a comienzos del XXI, Peter Sloterdijk modificara el clásico diagnóstico liberal-conservador de Ortega cambiando sutilmente en el título la palabra “rebelión” por “desprecio”.

Antonio Gómez Villar

Verso Libros, 2025. 232 páginas. 15€

Bajo esta lectura actualizada, por El desprecio de las masas había ahora que comprender dos resentimientos en lugar de uno, ese mal de ojo que solo supuestamente padecían “los de abajo”. Por un lado, el de las tradicionales esferas culturales hasta ahora privilegiadas, destronadas por la ofensiva de emergentes grupos sociales comprometidos con su visibilidad en la esfera pública; por otro, el de determinados repliegues ideológicos de las nuevas políticas de la identidad que, reconociendo lo político como personal, terminaban reduciendo lo político a lo personal. Más aún, a una herida sentimentalmente no emancipada.

El primer mérito de este lúcido y valiente ensayo de Gómez Villar (Coín, Málaga, 1985), con certera introducción de Luciana Cadahia, es clarificar este ambivalente paisaje de tensiones simplificado en nuestros debates cotidianos. Digámoslo claro: su autor no es equidistante ante este doble resentimiento: toma partido por una politización que atienda a la emancipación de las clases subalternas, pero no es ingenuo ante lo que parece un signo de nuestra época: la idealización de toda negatividad, de todo dolor, viniendo desde arriba o desde abajo. 

Cabe conceder la palabra al aguafiestas, pero también hacer criba y crítica de los diferentes malestares. Lo que resulta llamativo es cómo sectores sociales mayoritarios tradicionalmente privilegiados que han naturalizado su posición de poder social finjan aparecer como “perdedores” o “agraviados”. Esta nueva voluntad de victimización de las antiguas mayorías hegemónicas respecto a las poderosas nuevas minorías resulta significativa: élites que quieren aparecer como perdedoras.

Hoy nobleza no obliga, se descarga más bien de sus responsabilidades y deberes públicos. No hace falta pensar en el obsceno infantilismo de Trump o Milei, usando la palabra “libertad” a la ligera sin tener en cuenta sus efectos, para advertir cómo un negacionismo respecto al principio de realidad agrava nuestros desafíos civilizatorios y desinhibe voluntades.

Gómez Villar detecta que la política de la cancelación cae también en la trampa de un movimiento moralizante inverso

El problema que detecta Gómez Villar es que, ante este nuevo señoritismo agraviado, la política de la cancelación cae también en la trampa de un movimiento moralizante inverso, una operación que expresaría, como señaló Wendy Brown hace décadas y se actualiza aquí, un gesto despolitizador y parasitario respecto a una comprensión liberal y no sistémica del problema del poder.

Si, efectivamente, quien cancela no transforma es porque se resiste a una comprensión política, colectiva, del valor y el sentido del agravio y cede a una gramática conservadora y punitivista del dolor en la que un yo hipertrofiado se inmuniza frente al campo de fuerzas concreto del presente. De ahí que la cancelación difícilmente se pueda abrir a un horizonte de temporalidad que no sea la de su pasado, la repetición de un dolor sin porvenir.

Aunque las esferas de discusión actuales no lo pongan precisamente fácil, sería legítimo, pues, cuestionar esa jeremiada hipócrita que busca mantener privilegiados lugares de enunciación sin ceder, por otro lado, a apuestas estratégicas por la “cancelación”. El ejemplo es este ensayo, que, sabiendo además las trampas de esta falsa polarización entre viejas y nuevas ofensas, pone en práctica en su estilo de enunciación justo lo que propone en su argumentación: una estrategia hegemónica orientada a convencer, desbloqueando dinámicas colectivas y desinflando chivos expiatorios.