Novela

Susana y los viejos

Marta Sanz

16 febrero, 2006 01:00

Marta Sanz. Foto: Jaime Villanueva

Finalista del Premio Nadal. Destino. 2006. 301 pp, 19 euros

La agria imagen del mundo moderno que la joven Marta Sanz daba hace poco en Animales domésticos (2002) se amplía en su nueva novela, Susana y los viejos. Otra vez aborda unas vidriosas relaciones familiares, a través ahora de tres generaciones sucesivas: la del abuelo Felipe, nonagenario recluido en un geriátrico, la intermedia del sesentón Felipe hijo, y la de los jóvenes nietos bastante perdidos en un sinsentido vital.

Como estamos en una clase social medio alta, el cuadro se amplifica con una criada, y lo completa un elemento externo, Susana, geriatra, médico del abuelo y amante y luego esposa de Felipe hijo, con quien monta una residencia para enfermos terminales dotada de tanatorio y servicios fúnebres esmerados (negocio que trae al recuerdo la serie televisiva Dos metros bajo tierra). De las peculiares relaciones entre esta gente dará idea lo que piensa el nieto: "Tal vez la alegría de vivir consista en poder decirle a tu madre a la cara que es una hija de la gran puta". Y por supuesto que se lo dice, y es sólo una muestra de la lista de actitudes feroces, egoísmos, o abusos sembrados sin tasa por el libro.

Esta sucinta noticia de contenido hace pensar en una novela de costumbrismo contemporáneo y por eso ha de aclararse de inmediato que se trata de algo muy diferente. Aunque anote datos de actualidad (por ejemplo, que hoy no basta a una mujer con conseguir la habitación propia reclamada por V. Woolf, sino perderle el miedo a la soledad), no es un relato realista. Ya lo insinúa el título, que remite a una amplia iconografía artística de grandes maestros (en la propia obra se analizan tablas de Rubens o Tintoretto con el motivo de una mujer guapa cuidando a un viejo) y sugiere un territorio de análisis distinto, el de los instintos y la pasión….. La novela empieza con una situación que propone con descarnada estética feísta unos intereses no documentales: Susana desnuda se refriega contra un Felipe terminal y le sondea la boca con un beso asfixiante. Esa doble tendencia a lo excepcional y lo escatológico prolifera en todo el libro. En verdad, conjunto humano más raro no puede darse. Constituyen un grupo formado sólo por excéntricos o maniáticos. En toda familia hay algún tipo raro, pero que no quepa en ella una sola persona común roza la inverosimilitud.

Este grupo marcado por una conflictividad más que dostoievskiana entraría del todo dentro de lo inverosímil si el arte de Marta Sanz no anduviera en esta ocasión por un particular derrotero, el del expresionismo, o si se quiere, el de la estética quevedesca, o de Solana. Esta perspectiva un punto entre el guiñol y la pintura negra de Goya se sustenta en un gusto extremado por la escatología. Esta inclinación abarca situaciones con casquería, con prácticas discutidas (incesto, adulterio, felación) o con detalles de lo sucio y repulsivo (babear, eructar). En cuanto a la lengua, utiliza sin tasa un léxico considerado malsonante: polla, coño, culo, follar, cojones, cagar… La apreciación social de esos datos y palabras cambia mucho con el tiempo y hoy no tienen valor muy negativo, de modo que no cumplen ningún papel de provocación y tienen algo de manierismo repetitivo.

Esta especie de realismo sucio persigue un efecto de modernidad, pero no lo consigue. Susana y los viejos recuerda más la literatura algo envejecida de tipo miserabilista que se cultivó, con otros límites expresivos e informativos, claro, en los años 40. Aquí se trata de un miserabilismo espiritual (en lo material hay incluso opulencia) que sirve para una visión por completo materialista de la vida. Pero a ese propósito le falta, narrativamente, una historia trabada. El argumento tiene una marcha zigzagueante que impide saber muy bien cuál es su motivo central y en ausencia de una idea directriz, se encuentra una acumulación de anécdotas dispersas. Por ello no es una obra lograda, y no cumple las expectativas que la autora ofrecía en la suya anterior. Sin embargo, tiene cualidades Marta Sanz que invitan a seguirla con atención, sobre todo un coraje y un desgarro infrecuentes plasmados en un retrato de unas formas de vida que no puede ser más pesimista.