Soldados de la División Azul formando junto a la bandera española en el puesto de mando de Prokrowskaja.

Soldados de la División Azul formando junto a la bandera española en el puesto de mando de Prokrowskaja. Wikimedia Commons

Novela

Viaje por las convulsiones de Europa: de militante comunista a sitiar Leningrado con la División Azul

Ángel Mora
Publicada

Aquel Octubre Rojo de 1917 y los años que le siguieron fueron, para muchos, los tiempos de la ilusión. ¿Era posible que el paraíso del trabajador se hubiera hecho realidad? Todos miraban hacia aquel norte lejano, tierra de zares, donde de pronto, sin que nadie lo esperara, había estallado una revolución que amenazaba con otorgarle al pueblo lo que al pueblo le había sido negado hasta esos instantes que estremecieron al mundo. 

Para los movimientos obreros de todo el planeta la revolución bolchevique no fue una guerra, sino una celebración. Era el momento de traer a la tierra aquella utopía que hasta el momento solo se podía encontrar en las mentes y los libros. El pueblo se había liberado en Rusia, y ahora tan solo era cuestión de exportar la revolución más allá de sus fronteras. El hambre, el férreo autoritarismo y la psicosis colectiva fruto de la represión política quedarían ocultos durante años para la sociedad internacional.

En La luz que nos guía (Galaxia Gutenberg), el periodista Álvaro Otero (Bueu, Pontevedra, 1967) escribe la crónica de esta desilusión cocida a fuego lento. Elena, Carlos, María, Miguel y Lucas son cinco amigos veintañeros que, en 1932, encabezan el movimiento comunista en un pequeño pueblo costero de España. Allí, cuatro de ellos provocan la muerte de un párroco cuando deciden prender fuego a la iglesia, por lo que se ven obligados a exiliarse a Moscú.  

Es un viaje con tintes de peregrinación. Aún ilusionados con lo que creían que era el movimiento, llegan al corazón de la Unión Soviética. Los primeros días superan, incluso, las expectativas que se habían formado: un hogar para ellos con unos lujos que no habían siquiera imaginado antes, toda la comida que necesiten, un tour por la ciudad con permiso para entrar en lugares exclusivos como la tumba de Lenin e incluso el acceso a fiestas exclusivas con referentes del movimiento como el húngaro Béla Kun

"Es fácil imaginar a unos muchachos españoles que llegan a ese lugar pensando que están en el paraíso", reflexiona el autor. "Estamos hablando de los momentos en los que todavía no habían sucedido las grandes purgas que ocurrirían más adelante. Incluso los propios soviéticos, cuando se les detenía porque había que cumplir una cuota de detenidos cada mes, pensaban que tenía que ser una equivocación. Muchos murieron en los gulags estando convencidos de ello". 

Portada de 'La luz que nos guía', de Álvaro Otero (Galaxia Gutenberg)

Portada de 'La luz que nos guía', de Álvaro Otero (Galaxia Gutenberg)

En la primera parte de su novela, Otero entrelaza los capítulos que siguen los pasos de la cuadrilla de amigos en el ensueño soviético con una serie de episodios que sitúa a uno de esos mismos jóvenes en el campo de exterminio de Auschwitz. Allí actúa como sonderkommando —grupos de trabajo formados por prisioneros—, encargado de incinerar a las víctimas de las cámaras de gas. 

Nos enfrentamos en esas líneas con los momentos más desoladores de todo el relato, más pronunciados todavía en tanto que aparecen alternados con la explosión juvenil que suponen los primeros compases de la historia de los amigos. En esos capítulos, el mismo muchacho entusiasmado con la vida y la revolución apenas unas páginas atrás ahora se encarga de arrastrar los cadáveres hasta los hornos e, incluso, llega a acceder a un prostíbulo donde guardias y kapos violaban a prisioneras

Tanto la historia de ese bloque 24, que existió en la realidad, como el resto de sucesos que ocurren a lo largo de la novela parten de casos reales contrastados históricamente. Si bien es cierto que el relato de los cinco amigos es una fabulación, "está construido a partir de cientos de acontecimientos reales", insiste Otero. "El libro es un esfuerzo constante por lograr el máximo de verosimilitud posible que tiene detrás dos años de documentación". 

Al poco tiempo, la quimera soviética se acaba deshaciendo ante los ojos de los cuatro amigos exiliados cuyo destino ya intuimos. El idilio que se les había presentado en los primeros compases de su estancia en tierra soviética se descubre como un mero decorado. Entre bambalinas, sin embargo, se gesta la miseria, la caza de disidentes, el horror. La novela se convierte entonces, según Otero, en "la historia de una decepción, la deriva desde el deslumbramiento inicial de las nuevas ideologías hasta el naufragio en los horrores que todos conocemos".

Los cuatro jóvenes españoles, hasta entonces comprometidos con el movimiento, son testigos y víctimas de la realidad que hasta el momento se les ocultaba. Descubren la renuncia absoluta al individualismo, con la consigna estalinista de la primacía del estado por encima de la familia. Son asimismo espectadores del empleo de la etiqueta del kulak -campesinos propietarios de tierra o ganado- como arma de represión. "Los grados de qué se consideraba Kulak lo determinaba el régimen", afirma Otero. "La fase de deskulakización en la que se ve inmersa el país fue uno de los procesos de agresión del estalinismo". 

De rojo a azul

Mientras que cuatro de los jóvenes asisten forzosamente al desmantelamiento de una utopía, el quinto miembro de la cuadrilla, que se quedó en España, sufre una deriva paralela. Expulsado del grupo en los primeros instantes del relato por haber mantenido su fe católica y, más tarde, traicionar a sus compañeros delatándolos por el crimen del párroco, acaba por cambiar de bando

Con el estallido de la guerra civil en España, se une a las filas de la Falange de Primo de Rivera. En este joven, dice el autor, vemos el "sometimiento a una serie de bombardeos ideológicos por un lado, pero también está el afán por sobrevivir".

Más tarde, después de que el bando nacional se haya impuesto en la contienda y ya en el contexto de la Operación Barbarroja durante la Segunda Guerra Mundial, también tomará partido. Formará parte entonces de la División Azul, las tropas voluntarias españolas que se unieron a la invasión nazi del territorio ruso con el fin de acabar con el bolchevismo. 

Otero reconoce que tenía como uno de sus principales objetivos e intereses "novelar la historia de la División Azul. Obviamente estuvo en el lado malo de la historia. Participó en el cerco de Leningrado, uno de los más crueles de la historia. Pero eso no quita que se deba hacer el esfuerzo por deshacerlo literariamente". 

La luz que nos guía recorre los años que con más fuerza condicionarían el devenir de las décadas posteriores hasta llegar a nuestros días. Pese a ello, su autor no quiere que se vea como una novela histórica: sencillamente, sostiene, "es el testimonio de una generación aplastada por el peso de la historia". Unos jóvenes que fueron, en definitiva, "arrastrados como hojas en el viento".