Incorrección. Dos ciclos en la Fundación March, coordinados por Carlos F. Heredero, y un libro de Guillermo Balmori han traído a la actualidad las películas hechas en Hollywood antes de la aplicación rigurosa del Código Hays. Es un tema que arroja luz sobre la histórica polarización de la sociedad norteamericana y sobre los parecidos y diferencias entre todas las censuras.
Ya en el cine mudo, numerosas asociaciones religiosas y políticas ultraconservadoras atacaban la producción hollywoodense por su incorrección moral, instigando al público más religioso y republicano a que se abstuviera de verlas. Esas agrupaciones promovieron comisiones de censura en más de veinte estados, que cortaban las películas a su arbitrio y de forma distinta.
Esto suponía un lío tremendo para las productoras, que debían hacer versiones diferentes, y una importante merma de sus recaudaciones, al retraerse el público más conservador de acudir a las salas.
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Vista la situación, los propios productores asociados (la MPAA) decidieron acordar un mecanismo de autocontrol –en plata, un código de autocensura previa–, que se aprobó en 1930 y recibió el nombre de Código Hays por el republicano William H. Hays, encargado de su observancia. El Código Hays, que se extendió progresivamente atenuado hasta los 60, no tuvo una aplicación estricta hasta 1934.
Se han llamado películas Pre-Code a las que Hollywood pudo hacer, con cierta manga ancha, pero bajo la presión del Código, entre 1930 y 1934. Una pequeña parte de esas películas es la que se está viendo los viernes en los dos ciclos sucesivos de la Fundación March y alrededor de 150 son las que Guillermo Balmori estudia en su libro, Hollywood antes de la censura. Las películas Pre-Code (Notorious, 2023).
“No se autorizará ningún filme que pueda rebajar la moral de los espectadores”, decía el Código Hays
Moral. Balmori publica el texto íntegro del Código Hays, del que transcribo uno de sus Principios Generales: “No se autorizará ningún filme que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal o el pecado”.
Los epígrafes tenían los siguientes títulos: Crímenes, Vulgaridad, Alcohol, Religión, Blasfemias, Sexualidad, Vestuario, Baile, Decorados… Todo se completaba con el capítulo de Temas Reprobables, que debían “ser tratados sin pasar las fronteras del buen gusto”.
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Un ejemplo excéntrico: “La brutalidad y lo macabro. Toda alusión a la cópula de un hombre y un cadáver está prohibida y, si se muestra a una muerta, ha de evitarse darle un aire seductor”.
Gánsteres. En el cine Pre-Code arrancó el cine de gánsteres –tema sensible para el Código–, nada menos que simultáneo con las actividades de Al Capone y otros delincuentes, el final de la Ley Seca y la Gran Depresión.
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Preparando mi presentación en la Fundación March de El enemigo público (William A. Wellman, 1931), buena película sobre el ascenso y caída de un gánster traficante de alcohol, encontré información sobre tres escenas que habían sido suprimidas, aunque rodadas, de acuerdo con el Código: una mostraba a una mujer que servía el desayuno a un gánster en la cama, lo que sugería que convivían sin estar casados; otra mostraba a una mujer que seducía materialmente al protagonista (James Cagney) cuando este estaba borracho y la otra mostraba a un sastre amanerado mientras tomaba las medidas para un traje a Cagney.
Las dos primeras escenas no tendrían hoy ningún problema. La del sastre se suprimió por sugerir una conducta propia de lo que el Código entendía por “perversión”. Hoy podría ser protestada por caricaturizar a los homosexuales, lo que es muy distinto.
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Permaneció en la película la escena que, muy celebrada e imitada, le dio fama: desayunando, Cagney se enfada con su novia y le estampa (y le refrota) violentamente un pomelo en su cara. La escena de maltrato a una mujer que en 1931 superó el autocontrol y la censura, hoy sería inviable o muy contestada.