Quizás el título de este artículo sea algo engañoso, ya que mejores si son, pero la cuestión es, ¿cuánto mejores? El problema es que el título original era «Todos los smartphones son una mierda«, y me parecía demasiado agresivo, quizás incluso fuera de contexto, pero sin embargo muestra perfectamente la idea que quiero transmitir. Año tras año nos convencen de que tenemos que comprar un nuevo Smartphone de última generación, porque el que teníamos hasta entonces es malo. Entonces, el que me vendes ahora, ¿también será malo en un año?
Obsolescencia programada
Este término es un concepto que ya se ha tratado más de una vez en este blog, y miles de veces en todo tipo de publicaciones, revistas, periódicos y documentales. Sin embargo viene bien recordarlo de vez en cuando, porque por muy claro que creamos tenerlo, sigue siendo uno de los grandes problemas para el consumidor.
Cuando antes decía que un fabricante nos vende un modelo nuevo afirmando que su modelo anterior es malo lo que hace es afirmar que el nuevo será malo en uno año, creo bastante polémica, ya que esto no es del todo cierto. Al fin y al cabo la tecnología evoluciona, y lo que un año es bueno no tiene por qué serlo al año siguiente.
Aquí es donde entra el diseño industrial con obsolescencia programada. La idea es encontrar un equilibrio entre una evolución lo suficientemente rápida para que tengamos la sensación de mejoría, pero lo suficientemente lenta para que siempre se pueda seguir mejorando un terminal (o cualquier otra cosa) y así convencernos de que es mejor que el anterior para que lo compramos.
De hecho, el punto clave y más discutido cuando se diseña un producto pensando en la obsolescencia programada es cómo de rápido y de pequeños se pueden hacer los cambios para que el consumidor no se de cuenta y siga cambiando. Desgraciadamente estos cambios son cada vez más rápidos y menores, porque seguimos respondiendo con compras de nuevos productos.
Obsolescencia percibida
Quizás una idea de la que se habla menos es el de la obsolescencia percibida. Es difícil convencer a la gente de que las empresas diseñan sus productos para que en determinado dejen de ser funcionales. ¿Cómo lo hacen? ¿Les ponen un cronómetro que lo hace fallar al año? Cuando el tiempo para hacer al consumidor cambiar de un teléfono a otro (esto en el caso que nos atañe, pero sirve casi para cualquier producto), es necesario disimular un poco, y ahí es donde entra la obsolescencia programada.
Esta nos convence de que smartphones totalmente útiles no lo son, y que tenemos que cambiar por un nuevo para cubrir nuestras necesidades. Esto quizás os vaya sonando más. De hecho esto crea una reacción en cadena que nos hace siempre querer algo nuevo, ya que cuando cambiamos de un teléfono a otro y casi no notamos diferencia, necesitamos cambiar a uno más nuevo cuando este llega al mercado, ya que necesitamos cubrir la necesidad de mejoría que no conseguimos con el cambio anterior.
Esta técnica se logra mediante numerosas prácticas, y en el mundo de la telefonía móvil son generalmente las agresivas campañas de marketing y las grandes presentaciones de nuevos terminales las que nos convencen de que el último modelo es tan bueno que tenemos que cambiar el anterior por ese.
¿Cómo salimos de este círculo vicioso?
Hay que reconocer que no es nada fácil. Somos los usuarios los que tenemos que juzgar con criterio si actualizar nuestro terminal merece o no la pena. Poniéndonos en un caso práctico, si tenemos un Nexus One no nos vendría mal pasarnos al Samsung Galaxy S III, pero jamás lo recomendaría si vienes de un Samsung Galaxy S II, o incluso de un Galaxy Nexus, salvo en muy contados casos.
Lo más importante para esto es que el consumidor recupere su espíritu crítico y no se deje llevar por un móvil que parece más nuevo, con líneas más modernas y más atractivo. Si merecen la pena 4 núcleos sobre 2 núcleos tenemos que dejárselo a expertos y fiarnos, pero no hace falta ir tan lejos. Si tu móvil funciona bien y hace lo que necesitas es muy probable que no tengas que cambiar. Si quieres mejor fotos, va lento o suena mal, pues posiblemente sí. No hay que mezclar ideas, la clave está en pararse a pensar y no dejarnos llevar por el consumismo que tan atados nos tiene.