La fragmentación ha sido siempre algo de lo que se ha hablado mucho en Android. Las continuas actualizaciones y la obsolescencia programada de todos los dispositivos provoca una desigualdad de versiones en el mercado muy perceptible y es algo que siempre se ha criticado de la plataforma de Google. Por esto, Google lleva ya mucho tiempo intentando evitar la fragmentación, con resultados nefastos.
Una de las medidas más destacables fue el PDK, el cual presentaron este verano. Con esto, Google proporcionaba a los fabricantes una versión «Golden Master» de la siguiente versión de Android unos tres meses antes de que fuese lanzada, por lo que tendrían un tiempo extra para preparar la actualización para sus dispositivos. Sin embargo, esta medida no ha tenido mucho éxito, a pesar de que al principio prometía muchísimo. Un ejemplo claro de este fracaso es el Galaxy S3, que recibió la actualización a Android 4.1 a primeros de octubre, casi cuatro meses después de ser lanzada.
A esto hay que sumarle medidas anteriores como aquella que introdujeron el pasado año que comprometía a 15 de los principales fabricantes Android a actualizar durante 18 meses todos sus dispositivos mientras fuese posible por su hardware. Otra medida más que ha desembocado en nada ya que nos encontramos con smartphones como el HTC One V que no recibirán ni pizca de Android 4.1 Jelly Bean, siendo un móvil de la gama 2012.
Y hace unos días, los chicos de Google añadían una nueva cláusula al acuerdo de licencia del SDK de Android, el cual obligaba a los desarrolladores a no fomentar la fragmentación con sus aplicaciones. Con esto más que evitar la variedad de versiones que existen en el mercado, Google pretende unificar la experiencia de usuario que proporcionan sus apps sea la versión que sea. Sin embargo, creo que también será una medida fallida como las anteriores.
Esto nos lleva a una conclusión: Google pone todo de su parte pero los fabricantes no colaboran. ¿Por qué? Porque necesitan vender, y para ello dejan de lado dispositivos que por su hardware siguen siendo muy capaces de ejecutar las siguientes versiones de Android. Es decir, Google ya no puede hacer más, el fin de la fragmentación está en manos de los fabricantes y, según parece, va a seguir existiendo.
¿Hasta qué punto es mala la fragmentación?
Estamos cansados de oír críticas hacia la fragmentación Androide, pero a la vez se alaba la diversidad de dispositivos. Y si nos fijamos, una cosa necesita de la otra. Para que existan dispositivos de gama baja, hay que recortar en hardware, y por lo tanto no siempre se puede instalar la última versión de Android. Es decir, si queremos diversidad, la fragmentación va a existir sí o sí.
Otra cosa es que los fabricantes hagan más esfuerzos por evitarla, algo que sí es posible. El ejemplo más claro es el del Samsung Galaxy S, un móvil que gracias a la comunidad ha podido actualizarse tanto a Android 4.0 como a 4.1 Jelly Bean.
Así que, si una cosa necesita de la otra, ¿Merece la pena sacrificar diversidad para evitar la fragmentación? De cara al usuario creo que no. No todo el mundo puede permitirse un dispositivo de 350 euros en adelante, y mucho menos en estos tiempos de crisis, por lo que la diversidad es muy necesaria y es una de las claves del crecimiento exponencial de la plataforma Android. Para los gurús androides como nosotros, que siempre queremos las últimas versiones, la solución es fácil: Familia Nexus.
Pero por otro lado nos encontramos la opinión de los desarrolladores, los cuales sí que se quejan de tanta diversidad. Y es que un desarrollador que crea una aplicación, debe de adaptarla tanto a pantallas de 320×480 como resoluciones Full HD si quiere que esté disponible para la mayor parte de usuarios. Así mismo tendrá que optimizarla tanto para móviles con un procesador de un núcleo a 600 MHz como para Quad-Cores a 1.5 GHz, una tarea que se convierte en un auténtico caos.
La solución sería que Google ayudara a los desarrolladores a optimizar sus apps a los diferentes móviles y tablets del mercado mediante ciertas herramientas propias. Otra posible solución sería limitar las capas de personalización a ciertos aspectos, para ahorrar trabajo a los fabricantes cuando tuviesen que actualizar sus dispositivos. Así mismo, evitar cambios bruscos en las APIs y lanzar tan solo una versión por año ayudaría a que el ecosistema androide estuviese más unificado e igualado.
Y es que en esta vida no se puede tener todo, por desgracia.
¿Tú qué opinas? ¿Crees que los fabricantes deben de poner más de su parte? ¿Sacrificarías diversidad por fragmentación?