Si, así de claro. Durante estos años que la telefonía ha ido evolucionando a un ritmo frenético, nos hemos acostumbrado a que las mejoras y las nuevas prestaciones de nuestros teléfonos hayan alcanzado unos estándares altísimos en cuanto a velocidades de proceso, capacidades y en definitiva, «músculo». Tanto que cualquier otra cosa que se presente nos parece simplemente ridículo. Y no son pocos los terminales que han aterrizado en nuestro mercado, que han pasado sin pena ni gloria por el simple hecho de no equipar las características más rompedoras.
Las exigencias de unos usuarios que estamos mal acostumbrados a asociar novedad con potencia, y unos fabricantes que sólo parecen innovar aumentando características hardware. ¿Realmente necesitamos tanta potencia? Es decir, ¿es necesario tener cuatro núcleos, 2GB de RAM, GPU’s de varios núcleos para el uso que le damos? ¿tanta multitarea o renderizado de gráficos necesitamos? La respuesta en mi caso es que no, y seguramente la mayoría de vosotros también respondáis lo mismo. Claro, podemos pensar que en verdad tener un smartphone en sí tampoco es necesario para nuestra existencia, pero estamos hablando de El Androide Libre y de nosotros, auténticos adictos a la telefonía. Pero realmente, aunque existe un terminal para cada tipo de usuario, estoy convencido de que podríamos pasar sin unos estándares tan altos.
Unos estándares que han cambiado en cuestión de pocos años. El primer android en aterrizar, el G1 o HTC Dream tenía 192MB de RAM, un procesador ARM a 528Mhz y una GPU Adreno 130. Una pantalla TFT capacitiva y Donut como versión de Android. Estamos hablando del año 2008, en Octubre. En tan sólo cinco años hemos pasado de unas características punteras en su momento a unas que en cuestión de velocidad y calidad está a años luz. Los fabricantes han trabajado en aumentar velocidad, hacerlo todo en una sola pieza (SoC) y encima hacerlo de la manera más barata posible (para ellos).
Quizá ese haya sido el problema, centrarse en mejorar lo económicamente más viable. Teniendo en cuenta que se ha invertido mucho en el desarrollo de chipsets más potentes, más eficientes y que consuman menos pero sobre todo que tengan un coste de producción muy bajo. Y se ha dejado de lado prestaciones interesantes como baterías, materiales alternativos y otros extras posibles.
Esto ha dado como resultado auténticas bestias, prueba de ello son los terminales de este año entre los que encontramos entre otras características móviles con ocho núcleos. Una tendencia que tendría cierta justificación si hubiera una necesidad real de tener una potencia descomunal entre nuestras manos, pero seamos realistas, no le sacamos el jugo tanto. ¿Por qué entonces han evolucionado así? Podríamos pensar que en verdad esto ha crecido de esta forma porque nosotros como usuarios exigimos terminales innovadores. Pero estamos confundiendo (y los fabricantes también) innovación con más potencia. Prueba de que esto es así puede ser el HTC First, que siendo un terminal con Android Puro, con unas características un tanto más modestas que los gama alta y con un rendimiento óptimo, ya parece que ni Facebook se acuerda de el.
No es sólo más potencia, no es hacer lo mismo pero con más. Nos hemos acostumbrado a que lo que nos mueve a cambiar el terminal sea tener más potencia, mejores gráficos y no por ejemplo tener una batería más duradera o prestaciones más interesantes para nuestro día a día. Un smartphone por más que nos empeñemos no es una cámara, no es una consola, no es un televisor. Es una herramienta de comunicación y entretenimiento pero su cometido principal no es ninguno de los anteriores.
Pensemos en cómo usamos nuestros smartphones. La gran mayoría de nosotros lo usamos para su función principal, que no es otra que la de comunicarnos. Para ello usamos aplicaciones como correo electrónico, Hangouts, Facebook, Google+, Whatsapp, Line, etc. Otra buena parte se la lleva las búsquedas, RSS, navegación web y el uso de los mapas, por ejemplo. El streaming de música tampoco requeriría tener cuatro núcleos o dos gigas de RAM para ir fluido, quizá lo más exigente sean los juegos o la reproducción en HD, aún así nos sobra potencia.
Si lo pienso bien, desde que tengo un smartphone mis costumbres han cambiado relativamente poco en cuanto al uso del teléfono. De hecho, la única diferencia más destacable es que ya apenas hago llamadas. Pero volver atrás es algo que ninguno de nosotros podríamos hacer. De hecho podéis probar a instalar vuestra SIM en algún modelo anterior a vuestro terminal actual y no podréis soportar que cargue las cosas un poco más lento. Es un drama.
Ya se ha alcanzado un punto en el que, aunque nos dediquemos a escribir sobre terminales, analizarlos y exprimirlos, notamos cierta «saturación» de smartphones. Aún así pienso que hay cabida para seguir sorprendiendo a los usuarios. Hay una baza poco explotada, como es el campo de las baterías, que aunque los fabricantes insistan en que supone una inversión muy cara, puede valer mucho la pena. También el diseño con materiales más resistentes y con protección contra agua, polvo y golpes. ¿Creéis que hay cabida para otro tipo de innovación? ¿O seguiremos exigiendo más potencia?