El tema de las baterías ya es un clásico. Un aspecto que los fabricantes tienen en cuenta pero que no pueden solucionar fácilmente. Baterías adicionales, más capacidad, baterías externas, rápidamente recargables… hay muchas opciones hoy en día para intentar llegar a la noche con algo de batería, lo que el futuro nos depara no debería seguir ese camino.
La batería tradicional como única fuente de energía va a tener menos peso. En cambio, tirar de la energía del aire, de las señales celulares o del WiFi sí serán opciones válidas a tener en cuenta. Las baterías como las conocemos hoy en día no evolucionan y su mejora pasa por innovar evitando ser afectados por las limitaciones.
Obsesionados con la autonomía
Desde hace tiempo los fabricantes de chips han estado obsesionados con las baterías, con las fuentes de alimentación, con las pilas y con la energía. Refrigeración, mods, overlock… siempre alrededor del consumo eléctrico necesario para que las CPUs arranquen.
Con el auge de la tecnología móvil esta demanda se ha vuelto vital, pero tenemos un problema antes desconocido. La movilidad. Gracias a chips y pantallas de bajo consumo se ha conseguido que las baterías de ion-litio aguanten durante horas realizando tareas que requieren una gran carga, cosa impensable hace unos años donde en standby podían durar mucho pero a la que se jugaba a algún juego el móvil se apagaba en pocas horas.
La necesidad imperiosa de mayor autonomía hace cinco años no existía. Ahora es una cuestión vital del mercado y los desarrolladores se unen y dicen. ¿Cómo podemos mejorar y cuánto nos va a costar?
Motorola ya prometió 48h de duración antes incluso de ser comprada por Google. La gente no quiere llegar a la noche y tener que correr para encontrar un cargador. De ahí la necesidad de innovar por algo distinto. Más si tenemos en cuenta que por culpa de dispositivos más compactos las baterías están integradas. Tenemos varios líneas de investigación.
Recarga con paneles solares
En la práctica no ha servido en dispositivos móviles. Ya que la gente suele tener el smartphone en el bolsillo y sacarlo en espacios cerrados, por lo que la cantidad de luz recibida es insuficiente como para generar la cantidad necesaria de energía. En relojes sería una historia distinta al tenerlo en la muñeca.
Electrolitos sólidos
Samsung introdujo el año pasado Dream Battery, que utilizaba electrolitos sólidos en lugar del líquido o polímero utilizado en las baterías de Ion-Litio. El problema es eliminar el riesgo de pequeñas explosiones y otros defectos que en las baterías actuales no encontramos.
Baterías autorreparables
Investigadores de Stanford presentaban unas baterías que utilizaban un material llamado PVP que gracias a su uso retienen el 94% de su capacidad original tras 100 cargas, muy superior al 72% que consiguen retener las baterías convencionales.
Supercondensadores de grafeno
Otra opción es el omnipresente Grafeno, material famoso por sus innumerables usos y propiedades. Con este material conseguíamos baterías capaces de cargarse en 30 minutos y que duraban un día entero.
El problema con esto es garantizar la seguridad de estas nuevas tecnologías. Una batería defectuosa podría potencialmente poder en peligro el dispositivo y por ende supondría una mala publicidad para la marca.
Tenerla más grande no asegura el éxito
Como las empresas de tecnología están buscando nuevos sectores de explotación tienen que adaptar también la innovación de baterías de cara a ellos. Wearables, relojes, gafas y demás aparatos todavía más pequeños que un smartphone suponen un factor limitante en cuestión de tamaño muy importante. Un factor que las baterías flexibles intentan solucionar, pero que no logran resolver.
Es sabido que cuanta más autonomía tenga una batería mayor es su tamaño, precisamente por eso las tablets tienen baterías que actualmente rondan los 8000mAh mientras que los mejores móviles están entorno a los 3000mAh.
Si tenemos en cuenta que el tamaño sí importa hay que mirar otras vías más allá del material. Los consumidores solo trabajan intensivamente en sus dispositivos durante unas pocas horas, consultando ocasionalmente el móvil durante el resto del tiempo. Y aquí es donde interviene el proceso de carga como principal foco de innovación.
Incluso antes de que el nuevo sistema haya sido homologado, algunos fabricantes están adaptando algunos métodos de carga especiales. Afortunadamente uno de estos, la carga inalámbrica Qi sí es un estándar que los grandes están implantando cada vez más en sus dispositivos.
Solo hace falta acercar y por inducción magnética podremos cargar de una manera fácil el móvil. Casi sin darnos cuenta. Esto podría convertirse de hecho en algo muy común si alguno de los grandes como Google, Samsung, Apple o Microsoft empieza a incorporarlo en todos sus dispositivos. Por lo pronto tenemos el Nexus Charger que funciona muy bien.
Pero no nos podemos quedar en el mero contacto. Hay que buscar la carga inalámbrica, rápida y a distancia como solución a los problemas de batería. WiFi hay en todas partes y si podemos utilizarlo para cargar nuestro móvil veremos como podremos caminar por las distintas zonas y ver nuestra autonomía aumentada. Incluso hay investigaciones para utilizar estas mismas señales para comunicarse sin gasto de batería. Porque si ya tenemos señales alrededor nuestro, ¿para qué crear nuevas?
Hay muchísimo potencial en innovar en estas vías más allá de aumentar el tamaño de una batería de Ion-Litio que aún la tendremos durante muchos años. Porque lo importante no es lo que dura el móvil sin cargar, sino cuanto dura el móvil sin necesidad de estar anclado a un sitio durante horas.