Desde que el NFC empezó a ganar popularidad gracias a los smartphones hace solo unos pocos años, al menos como concepto, muchos se avalanzaron a vaticinar su muerte prematura. Vivimos entonces casi la crónica de una muerte anunciada, cuando ni se tuvo en cuenta que el NFC llevaba años operando desde las sombras entre nosotros y que es una tecnología con un potencial enorme.
Hoy todavía seguimos sin ser conscientes del uso real que podemos darle al NFC, y tampoco sabemos dónde está funcionando o qué podemos hacer con la tecnología que se esconde tras ese logo que tanto nos recuerda al de Nespresso. Eso ha llevado a que gran parte de la prensa tecnológica hable ya del NFC como una tecnología muerta, sin sentido y que no va a aportar ninguna ventaja en el futuro, por lo que se dejará de usar y acabará cayendo en el olvido.
¿Ha muerto ya el NFC? Lo cierto es que, al menos por lo que observa un servidor, esta sería una afirmación muy alejada de la realidad, por mucho que algunos se empeñen en creer que las near field communications (de estas palabras en inglés que significan comunicación de campo cercano vienen las siglas de NFC) no tienen nada que aportar, parece que es todo lo contrario, y que cada vez más se apuesta por ello.
Como siempre ocurre en las cabezas de los que escribimos y nos dedicamos a la tecnología, estas ideas extrañas sobre el futuro de tecnologías empiezan en algún lugar. Y en mi caso fue en un anuncio que vi el pasado fin de semana en el metro de Londres. Aquí lo tenéis:
En él se anuncia que pronto llegará a las tarjetas de crédito y débito la posibilidad de pagar en el metro y el bus pasando directamente la tarjeta de crédito, con el mismo precio de la tarjeta Oyster, que es la tarjeta de transporte público de la capital inglesa. Es decir, gracias a la tecnología NFC podremos pagar sin contacto (pasando la tarjeta por encima del lector) directamente desde la tarjeta de crédito, sin necesidad de llevar una tarjeta extra para el transporte público, y beneficiándonos además de los mismos precios.
Todo esto es posible gracias a que la tarjeta de transporte público de Londres, la Oyster Card, lleva años haciendo uso de la tecnología NFC. Simplemente tenemos que recargar la tarjeta en los puestos dedicados a ello y después pasarla por el lector al entrar al metro o bus, sin necesidad de «picar», lo que agiliza el paso de usuarios del servicio de transporte y nos ahorra unos segundos cada vez que entramos.
Este siguiente paso va algo más allá, ahorrándonos la necesidad de recargar la tarjeta de transporte público y permitiendo que, ahora que las tarjetas de crédito y débito empiezan a utilizar NFC, podamos pasar directamente con estas, con el consiguiente ahorro de espacio en la cartera y de tiempo por no tener que pasar a comprobar nuestro saldo y recargarlo en caso de ser necesario (las colas en hora punta son monumentales).
Que el NFC no esté más presente en nuestras vidas es algo normal, pero en realidad lo está más de lo que pensamos, y las posibilidades de explotación de esta tecnología son enormes. Es posible que al principio no se supiese hablar bien, informar y vender correctamente el NFC, pero se puede hacer mucho más de lo que en un principio puede parecer. Otro ejemplo que facilita mucho la vida tecnológica es el llamado pairing de dispositivos, cuando tenemos que asociado por ejemplo un altavoz a un smartphone mediante Bluetooth. Gracias al NFC nos podemos evitar buscar desde el menú de Bluetooth e introducir contraseñas, simplemente acercamos uno al otro y la sincronización entre ambos ser hará de forma automática y en un instante.
Y por supuesto no podemos olvidar este mismo proceso entre dos smartphones, cuando queremos por ejemplo transmitir una fotografía de uno a otro. Si juntamos el NFC de ambos se sincronizarán entre estos, se hará la configuración completa del Bluetooth sin tener que tocar nada y la imagen acabará enviándose de un móvil a otro.
Es posible que al principio pensásemos que el NFC iba a revolucionar la tecnología, y el hecho de ser simplemente algo que nos facilita en cierta medida la vida nos ha hecho verlo como un avance poco importante. Es más, como ya existía y se utilizaba antes de llegar a los móviles, casi no es ni un avance. Y todo esto ha resultado en poca innovación. Pero no nos engañemos, el NFC no ha muerto, y es ahora cuando más tiene que decir. Vamos a dejarlo vivo y a permitirle que nos ofrezca las ventajas que tiene que ofrecer.
¿Cuál es vuestra experiencia con el NFC? ¿Creéis que se puede sacar más provecho del que se le saca actualmente? ¿Habéis tenido problemas con esta tecnología? ¿Pensáis por el contrario que su hora ya ha llegado?