Entre wearables y pantallas 4K se nos olvida que ha habido otra moda tecnológica en 2014: El consumo colaborativo y la economía compartida. Un concepto que hace que compartamos gastos para todo entre todos y que así las cosas sean más baratos. Y gracias a la tecnología es más fácil.
El consumo colaborativo, también referido como economía compartida en un concepto más global, es algo que existe desde hace muchísimo tiempo. Cuando hace años comprábamos cómics entre varios amigos porque la paga de uno solo no era suficiente ya estábamos haciendo uso del consumo colaborativo. La diferencia es que hace 40 años tenías que hacerlo con tus amigos, hoy en día la tecnología, los smartphones y las aplicaciones nos ponen en contacto con otros usuarios que no conocemos para multiplicar por mucho las posibilidades.
Gracias al consumo colaborativo están naciendo ideas estupendas, que no solo permiten a los usuarios disfrutar de ciertos servicios más baratos que a través de los canales convencionales, si no que gracias a ello podemos sacarnos un dinerillo extra a fin de mes, lo cual va muy bien ahora que estamos tan apretados.
Un claro ejemplo de esto es Airbnb, el servicio de alquiler de alojamiento a particulares. Gracias a Airbnb cualquiera puede poner en alquiler por unos días su piso, casa o apartamento, incluso el jardín para que alguien ponga su tienda de campaña, y ganar dinero con ello. Por lo general encontramos tarifas mucho más económicas que en hoteles, lo que se convierte en un fuerte ataque a este sector. Y es que la economía compartida es la declaración de guerra a los canales tradicionales de cada sector.
Lo vemos también en Blablacar, servicio que pone usuarios en contacto para hacer viajes de media y larga distancia compartiendo gastos entre todos. Esto, por supuesto, no ha gustado nada a las compañías de autocar y otros transportes que cubren estas distancias. El consumo colaborativo no gusta a todos y levanta ampollas. Blablacar ha empezado a cobrar una comisión, pero no cobra por el transporte, si no por poner en contacto a usuarios. Sigue operando correctamente bajo la actual legislación.
El peligro del consumo colaborativo
Está claro que cuando un servicio de la competencia ofrece algo similar a lo tuyo pero a un precio inferior no gusta. Esto puede ser mejor o peor, pero el problema en el que queremos ahondar hoy va mucho más allá. Es un problema en el que se retuerce la opinión del usuario aprovechándose de algo en principio innovador y que pretende cambiar las cosas.
Hablamos del caso Uber, la compañía que operaba hasta hoy mismo tras ser prohibida en España con el servicio UberPOP. UberPOP ponía en contacto a conductores con usuarios para hacer transportes cortos dentro de una ciudad a precios que rondaban el 50% de las tarifas de un taxi. El mayor problema es que ninguno de los conductores tenían licencia para realizar transportes en un vehículo privado. Esto es ilegal siempre y cuando se cobre por ello, pero la excusa era el famoso «gasto compartido».
Y aquí es donde chocamos con el auténtico peligro del consumo colaborativo, y son aquellas empresas como Uber que se excusan en el gasto compartido para hacer algo que es ilegal. Si repasamos su funcionamiento, Uber no hace nada ilegal, solo pone en contacto a conductores con usuarios. Son los conductores los que cobran por transportes en vehículos privados sin la licencia pertinente, son ellos los que operan de forma ilegal (ya han sido varios los multados, aunque Uber les ha asegurado que no tendrán que pagarla porque se va a recurrir). Pero es Uber el que les asegura que eso está bien, porque es consumo colaborativo.
No, eso no es consumo colaborativo, es una tapadera para convertir algo ilegal en legal bajo un marco jurídico aún por definir, que se ha gestionado mal desde el principio, tanto por los servicios y empresas que han querido entrar, como por parte del Gobierno, que no ha sabido ver venir uno de los más importantes cambios en el modelo de negocio del futuro.
Uber no es el problema, es algo enraizado mucho más hondo. No podemos permitir que ningún servicio opere bajo un falso consumo colaborativo y manche la imagen de algo que va a cambiar la forma de consumir bienes y servicios. Lo que necesitamos es que se legisle de forma correcta, evitando la competencia desleal y permitiendo a todos, incluso a Uber, funcionar. Pero bien y de manera justa para todos.