Cada vez es más habitual oír a usuarios que consideran que no les hace falta un teléfono tope de gama para su día a día, y que un terminal de gama media les es más que suficiente. Terminales como el Moto G han demostrado que no hacen falta unas prestaciones dignas de Skynet para que un teléfono rinda a la perfección, sobre todo para el uso que le da la gran mayoría del público, que básicamente es mensajería instantánea, redes sociales y alguna aplicación más.
A esto se le suma la llegada al mercado de terminales chinos como los OnePlus o Xiaomi que ofrecen prestaciones similares al tope de gama pero a un coste mucho más reducido. Toda esta situación ya ha tenido un cierto efecto en las grandes marcas, aunque de momento se note poco, un buen ejemplo es que el nuevo Samsung Galaxy Note 5 es más barato que lo que fue en su momento el Note 4.
En estas circunstancias, otro elemento ha hecho que el público sea más consciente del precio de un smartphone, y es que la mayoría de operadoras han dejado de financiar los smartphones a cambio de encadenarte a ella durante esos famosos 24 meses de permanencia. Todavía es posible pagarlos a plazos, pero su precio sale a la luz y deja de estar oculto entre la tarifa a la que te solía vincular.
Puede parecer negativo y dar la sensación de que ahora los smartphones son más caros, pero en realidad se acaba pagando menos, ya que normalmente ese teléfono por el que creías haber pagado 200€ te había costado 800€, más de lo que hubieras tenido que apoquinar de comprarlo libre.
El consumidor cada vez es más consciente del precio de su smartphone
Esta mayor claridad a la hora de mostrar los precios junto con el ascenso de competitividad de la gama media ofrece al usuario una gama mucho mayor, algo claramente beneficioso, aunque hay quien cree que una caída en las ventas de la gama alta puede ser negativo a largo plazo para el avance de la tecnología de consumo.
Se trata de algo que se ve habitualmente en la industria automovilística, elementos que comenzaron como elementos exclusivos de los coches de alta gama -o incluso de competición- hoy vienen de serie en cualquier coche, como la dirección asistida o el ABS. Especificaciones que antes eran exclusivas de la gama más alta como pantallas de alrededor de 5 pulgadas o cámaras notables ahora ya son habituales en la gama media e incluso están llegando a la baja.
Pero la realidad del mercado es que el único segmento realmente rentable es la gama alta, es lo que explica que Apple, con sólo un puñado de modelos y con una cuota de mercado que no llega al 20% arramble con el 89% de los beneficios del mercado. Únicamente Samsung tiene beneficios -a parte de Apple- y estos cada vez son menores.
Alex Barredo en Hipertextual pone el ejemplo del PC de mesa y portátil, un mercado que evolucionó hasta que la gente comenzó a comprar por precio más que por prestaciones, cuando el usuario medio se dio cuenta de que la gama media le ofrecía todo lo que necesitaba para el día a día, limitando la alta gama a los jugadores y a ciertos profesionales, reduciendo los beneficios y con ello la inversión en investigación, frenando la evolución del mercado.
La teoría del trickle-down
En el texto Barredo habla del hecho de comprar móviles de gama alta como una responsabilidad social, aludiendo al impacto que la reducción del precio de la tecnología ha tenido en zonas como África o el sudeste asiático, aunque esta definición puede parecer un tanto exagerada.
Lo cierto es que los consumidores no tienen ningún tipo de obligación de adquirir estos terminales de alto coste, como apunta Remoquete, si tiene a su alcance opciones más rentables y que se ajusten más a sus necesidades. ¿Para qué gastar 300€ más en un terminal con una pantalla de 4K -como la del nuevo Sony Xperia Z5 Premium- cuando con una resolución de 1080p hay más que suficiente? ¿Para que dentro de dos años un fabricante monte una pantalla de 8K? Es absurdo.
Siempre habrá quien se quiera comprar un teléfono tope de gama -porque realmente saca provecho a sus posibilidades o simplemente porque puede y quiere tenerlo- pero posiblemente a gran parte del público le baste y le sobre con un terminal de gama media.
Siempre se ha dicho que la publicidad nos generan necesidades que realmente no tenemos, pero situaciones como estas demuestran que no es siempre así. Hace veinte años, un teléfono móvil parecía lo que popularmente se llama «una pijada», algo ostentoso y sin utilidad real. Hoy quien no tiene un smartphone es un bicho raro.
¿Realmente la publicidad nos genera necesidades?
No es que los señores publicistas nos hayan hecho creer que lo necesitamos, es simplemente que los teléfonos móviles potencian y simplifican una necesidad tan propia del ser humano como es comunicarnos con otros seres humanos. Una vez los dispositivos asequibles con capaces de cumplir este papel a la perfección, convencer al cliente de que se gaste 800€ en un móvil es más complicado.
Primero el teléfono móvil que llamaba y mandaba mensajes, luego el smartphone potenció esa capacidad de comunicarnos y de ahí el enorme éxito que han tenido. Una buena prueba es que la mayoría de usuarios utilizan habitualmente sólo cinco aplicaciones, y las que tienen componentes sociales son precisamente las más usadas.
En comparación, las tabletas son dispositivos más dirigidos al consumo o la creación de contenido, algo que no tiene un eco tan potente en la naturaleza humana, y las tabletas no han tenido tanto éxito como el smartphone. Incluso Apple, que muchas veces se mueve con tendencias distintas al resto del mercado, ve como los números del iPad son cada vez peores. Los fabricantes quisieron que vendérnoslo como los nuevos smartphones, pero no coló.
Algo termina, algo comienza
Si el mercado del PC se frenó y dejó de evolucionar seguramente fue la gama media cubría sobradísimamente las necesidades del usuario y no hacía falta más. Y posiblemente eso fue lo que hizo que muchas empresas se buscasen la vida en otro nicho, dando vida al smartphone que nos ocupa.
Esta circunstancia muy probablemente no sea mala. El hecho de que la mayoría de empresas no tengan beneficios de los smartphones les obligará a espabilarse o morir. Algunas caerán, pero otras innovarán y un nuevo mercado eclosione. ¿Wearables? ¿realidad virtual? ¿chips implantados en el cerebro? ¿sables de luz? ¿algo completamente distinto? Es imposible de saber, pero es una simple y llana cuestión de tiempo.