21 de octubre de 2015, hoy a las 4 y 29 minutos de la tarde hora de Hill Valley, California, Marty McFly, acompañado del doctor Emmet, Jennifer Parker y el perro Einstein llegan al presente, su futuro a bordo del Delorean. Allí se encuentran con un futuro -presente para nosotros, quizá pasado cuando leas estas líneas, pero que en adelante denominaremos futuro para una mejor comprensión del artículo y así evitar una paradoja temporal reacción en cadena que seguramente desarticularía el continuo-espacio tiempo y destruiría todo el universo (en el peor de los casos, la destrucción también podría limitarse a nuestra galaxia).
El futuro que se encontró Marty es bastante distinto al que nos hemos encontrado nosotros. Y es que como decían en Muchachada Nui, el futuro no es futurista, parece cine español. Nos coches no vuelan ni funcionan a base de basura -y encima la gasolina cuesta un riñón y medio páncreas-, y el patinete volador lo hemos visto pero en realidad es medio de mentirijilla. En las barras de los bares siguen habiendo camareros que pasan de nosotros.
Tampoco hemos visto Tiburón 19, aunque con la fiebre de los remakes y reboots no sería de extrañar que pronto viéramos una nueva entrega de la obra de arte de Spielberg y las cintas en 3D no son exactamente como nos lo presenta el viaje de McFly y tras el éxito arrollador de Avatar la burbuja del 3D parece haber pinchado. Y en cambio no dice nada de Sharknado, que ya van por la cuatro. Los jóvenes de hoy en día tampoco van con los bolsillos por fuera ¿o si? Quién sabe lo que hacen los swag.
Tampoco abrimos la puerta de nuestra casa usando las huellas dactilares, aunque si podemos usar NFC para hacerlo. Tampoco tenemos una máquina que convierta una pizza de cuatro centímetros en una familiar, aunque tenemos el microondas y, eh, el Nespresso.
Un 2015 sin selfies no es un 2015
Además, tanto Doc como la hija de Marty llevaba unas gafas que recuerdan mucho a las Google Glass, aunque todos sabemos que ahora mismo no es el dispositivo más popular del mundo. Regreso al Futuro puede haber predicho que los Cubs ganarán este año las Series Mundiales de Béisbol, aunque eso todavía está por verse. Y a Marty McFly lo despiden básicamente por Skype, aunque lo del fax no acaba de parecer muy actual. Y los selfies. Marty tampoco se vio obligado a ver cómo un ser humano, con su dignidad y derechos sociales, se hace una foto a si mismo usando un palo de un metro de largo. Es mucho más decente las pintas cyber-emo de los jóvenes que un palo-selfie.
Pero de todas las cosas que no vio Marty en su garbeo por 2015 fueron Internet y los smartphones las ausencias más destacadas. Recientemente Bob Gale, guionista de Regreso al Futuro II, confesó que él y Robert Zemeckis jamás hubieran logrado preveer la existencia de estos dispositivos que nos acompañan allá donde vamos. Marty, vas a tiempos muy raros últimamente.
Lo cierto es que no se puede culpar a los responsables de la cinta, ya que no son precisamente los únicos que han fracasado estrepitosamente al imaginar un futuro con smartphones, y los que más se han acercado ha sido a imaginar tablets, como Arthur C. Clarke.
Es bastante probable que de haberse podido imaginar los smartphones la trama de la parte del futuro hubiera sido bastante distinta. Por suerte para los protagonistas, las policías que encuentran a Jennifer inconsciente en el callejón no podían llamar al Marty del futuro para que fuera a recogerla. De haber ocurrido la película -y el universo- hubieran acabado por la vía rápida. Paradoja temporal y adiós.
Y quizá no sea algo que Marty vio en el futuro pero… ¿no hay cierto parecido entre el Griff millonario del 1985 alternativo y Donald Trump? Eso si que dan escalofríos, eso sí, con la inmortal música de Alan Silvestri, que si a estas alturas no la estás tarareando es que estás muerto por dentro.