Los smartphones han cambiado la forma en la que nos relacionamos, y no sólo por las omnipresentes aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales. Cosas de la evolución, el ser humano tiene la irrefrenable necesidad de reproducirse, lo cual, según el individuo, se traduce desde en un impulso de amarrarse a todo lo que se mueve a la búsqueda del amor eterno. Entran en el escenario las apps de citas.
Tinder no es ni mucho menos el primer servicio para ligar por Internet, pero sí que es uno de los grandes responsables de romper el tabú que había alrededor de este tipo de servicios. Para mucha gente eran un nido de inadaptados, orcos y sociópatas. Hoy podemos encontrar de todo (incluidos inadaptados, orcos y sociópatas).
Sin embargo, el efecto Tinder -y aplicaciones similares como Lovoo, Badoo, Adopta a un Tio o Plenty of Fish, aunque por simplificar nos referiremos únicamente a Tinder- puede llegar mucho más allá de facilitar el coito, y su uso se extenderá en los próximos años.
¿Una forma más asequible de conocer gente?
Según un estudio de Uniq -una app de citas que destaca por tener “derecho de admisión”-, salir a conocer gente puede costar unos 200€ al mes, mientras que usar servicios online cuesta alrededor de 27€.
No deja de ser curioso que los responsables de una aplicación de citas hagan un cálculo así, contando únicamente el coste de la suscripción y dando por hecho que las citas no incluirán ni cena ni unas copas. Vamos, que al menos podrían haber contado el precio de los preservativos.
Cualquiera que haya usado una aplicación estilo Tinder durante el suficiente tiempo sabe que toda la química y atracción que pueda haber entre las burbujas del chat pueden esfumarse en el momento en el que el otro se materializa ante ti, por lo que quedar en un lugar público antes pasar a la faena seria.
Conocer a gente online permite ahorrar dinero
Con todo, es cierto que permite afinar el tiro mucho más. Conocer a alguien a través de una aplicación y quedar para tomar algo para ver si la cosa funciona es mucho más rentable que salir a ver si conocemos a alguien, así que, efectivamente puede permitir ahorrar.
La muerte del misterio
“Hola.”
“Hola.”
“¿De dónde eres?”
“De Granada, pero vivo en Barcelona ¿Tú?”
“De aquí.”
“Ah. Bueno, ¿y qué buscas por aquí?”
Así suelen desarrollarse muchos principios de conversaciones en las aplicaciones de citas. Una de las mayores dudas cuando tenemos algún tipo de interés sexual o sentimental en otra persona es si el interés es recíproco o no.
En el momento en el que se comienza a interactuar en este tipo de apps ya sabemos que la otra persona está interesada en nosotros, evitando escenas en las que miramos es móvil con las venas marcadas en las manos y gritando “¡Pero qué me quieres decir con este mensaje, mujer! ¡Qué diablos quieres!”.
(Disclaimer: la frase anterior ha sido redactada así únicamente porque el autor es un pene en búsqueda de clítoris. Los géneros son perfectamente intercambiables)
Gracias a Tinder sabemos que la otra persona está interesada en nosotros
Tinder nos acostumbra a lo fácil. No tanto al sexo fácil, sino a no esforzarnos en interpretar a los demás. Acceso fácil a personas en una situación similar a nosotros y un entorno que da más comodidad para tirar la caña, la red de arrastre o lo que haga falta.
De las flores al fotopene
El problema de dónde desemboca tanta facilidad se lo acaban comiendo las mujeres que buscan hombres. Hoy las mujeres son más dueñas de su sexualidad que nunca, perfectamente libres de acostarse con quien quieran, si quieren.
Eso, junto al acceso fácil que ofrece Tinder, hace que muchos hombres dan por hecho que sólo por estar en Tinder ellas buscan sexo. Y eso, aparentemente, hace que se comporten como gilipollas (si no lo son, claro).
Muchos hombres se toman el acceso fácil a mujeres como una barra libre
Basta con hablar con alguna usuaria de Tinder para encontrar historias de hombres que inician cualquier conversación como si su pene fuese un ariete gigante, y otros que, tras una conversación más o menos normal, al pasar a Whatsapp envían una captura de sus genitales a modo de saludo -así, sin preliminares ni nada-.
En otras épocas los hombres en muchos casos debían trabajar -o al menos disimular- más para llevarse el premio, pero hoy tanta facilidad hay quien se lo toma como una barra libre.
La “tinderización” del sentimiento
En un artículo en el New Inquiry, Alicia Eler y Eve Peyser exponían la teoría de que Tinder promueve una “disociación sentimental”, y consideran que la aplicación no es una aplicación, sino una “metáfora de la aceleración de la toma de decisiones”, en la que todo es binario, sí o no, robotizando a la persona. Lo comparan con el proceso de dar a “me gusta” / ignorar, o a retuitear o ignorar de otras redes sociales.
Un match se acaba convirtiendo en un chute de dopamina
Llegado un punto, tener un match nuevo en Tinder se convierte en un pequeño chute más de dopamina, como un like o un retweet: alguien en el mundo nos ha prestado su atención, aunque no nos importe en absoluto ese alguien. Es gratificación instantánea.
Un océano con muchos peces
Si algo deja claro Tinder es que hay mucha gente disponible para conocer y es relativamente fácil que los matches se te acumulen sin que tengas la capacidad de mantener conversaciones con todos. Esto es especialmente válido para las mujeres, pero también para los hombres.
Esto es un arma de doble filo. Por un lado elimina la presión: esa persona no es tu única oportunidad, si fallas, hay alternativas. Eso, además, puede ser una inyección de moral para quienes tengan menos confianza en sí mismos a la hora de interactuar con el sexo opuesto (o el mismo).
Tener tantas personas a tu disposición elimina la presión de un posible fracaso
Por otro lado, quien mucho abarca, poco aprieta. Salvo honrosas excepciones, el interés tiende a ir decayendo con el tiempo, a lo que se une la aparición de nuevos matches en el horizonte que hacen que los antiguos se vayan olvidando. Bajar un poco en la lista de conversaciones es encontrar un cementerio de conversaciones que, quién sabe, qué podrían haber sido si hubieran sido una prioridad en vez de una más.
La era tecnosexual
Tinder ha cambiado hasta las primeras citas. Antes, los tortolitos se conocían algo antes de quedar por primera vez, ahora muchas primeras citas son a ciegas. Ya no son en una cena, donde se puede hablar largo y tendido, ahora la mayoría de citas son para tomar algo en un bar, algo que permita tomar la salida de emergencia rápido si el Príncipe Azul o Blancanieves no son lo que parecían.
Y es que de nuevo, se nos ofrece una salida fácil. No contestar a un mensaje al día siguiente es mucho más fácil cuando esa persona era una completa desconocida que cuando nos la ha presentado un amigo. Siempre todo fácil. Desde una decisión rápida de sí o no a un unmatch al día siguiente.
Incluso cortar la relación es más fácil gracias a estas apps
Y con todo, la realidad es que no hay tanta diferencia con lo que podía ocurrir en muchos bares a altas horas de la madrugada de un sábado.
Match. Chat. Cita. Polvo. Unmatch. Repite.