Siempre miramos con lupa los teléfonos cuando salen al mercado. Sus especificaciones, sus funciones, su diseño… pero, sobre todo, su precio. Es lo que termina decidiendo si podemos hacernos con el teléfono o no: puede gustarnos mucho un buen teléfono, pero muy pocos serán capaces de comprarlo si su precio es disparatado.
Por ello, los fabricantes tienen que jugar con mucho cuidado su mano de cartas. Tienen que poner un precio atractivo a la vez que ganan dinero con la venta. A ninguna empresa le gusta vender a pérdidas, aunque tengamos antecedentes en Android de ello. ¿Y cómo impacta todo esto al precio final de un teléfono, cuál es el verdadero coste de un smartphone?
El coste de un smartphone no sólo son las piezas
El coste de las piezas no equivale a lo que cuesta el teléfono
Seguro que todos habéis visto los artículos en los que se valora a un teléfono por el coste de sus piezas. Nosotros mismos los hemos publicado. Y siempre es interesante ver qué tiene un smartphone en su interior. Cuánto se ha dejado el fabricante en las piezas. Pero decir que ese es el coste del teléfono es una verdad a medias.
El coste de un teléfono no sólo viene marcado por las piezas que vienen en su interior. Nos sirve como indicador de la calidad que ha decidido usar el fabricante. Pero no nos sirve para estimar lo que le cuesta al fabricante hacer ese teléfono. Por eso hay que coger esos datos con pinzas, porque no reflejan toda la verdad.
¿Qué hay detrás del precio de un smartphone?
Detrás del precio de un smartphone se encuentran varios factores que no se ven a simple vista. Desde la fabricación hasta la distribución, pasando por las pruebas de calidad o la publicidad. Y hoy analizamos todos estos gastos, desde que se diseña en papel hasta que llega a nuestras manos.
Diseño, ingenieros, I+D…
Diseñar un software, tanto por dentro como por fuera, cuesta mucho dinero
Para empezar, todo el proceso de construir un smartphone comienza con el diseño. Los diseñadores de la marca se sientan y hacen diseños que se vuelven prototipos. Si los prototipos de este diseño ven la luz verde, todo este trabajo pasa a los ingenieros, que se encargan de equipar ese diseño con la electrónica.
Todo este trabajo de diseñar el teléfono, tanto por dentro como por fuera, cuesta mucho dinero. Ahí se te van el sueldo e instalaciones de los empleados, el coste de los recursos que utilicen y el coste de los prototipos necesarios. Quizás es el trabajo más infravalorado, el que menos valoramos, pero es el más necesario. De aquí parte el resto.
Además, y como extra, cada gran fabricante tiene una división de ‘Investigación y Desarrollo’ que busca formas de innovar en sus dispositivos. Aunque no lo parezca, ahí es donde se va la mayor parte de dinero de muchas compañías, en investigar y desarrollar nuevos componentes.
Diseño de software
Mientras los diseñadores e ingenieros diseñan la parte física, también es necesario que alguien diseñe el software. Los equipos de software trabajan para integrar el software en las piezas y diseño que han marcado el primer paso. Son los responsables del Android, o iOS, o Windows Phone, que ves cuando enciendes el teléfono. Y, si el diseño incluye algo novedoso -como una pantalla curva o una doble cámara-, también son los responsables de integrarlo.
Puede parecer que los fabricantes usan Android por ser lo más barato, pero Android sigue necesitando una labor de implementación que se nota. Esta es la clave que marca el rendimiento, la compenetración entre software y hardware. Además, este coste se multiplica si el fabricante incluye sus propios desarrollos. Desde simples aplicaciones dentro de Android, hasta capas de personalización enteras.
Construcción, fabricación y pruebas
La construcción del teléfono es uno de los pasos más delicados de la cadena
Una vez tenemos marcado qué diseño tendrá, qué piezas lo compondrán, y qué funcionará dentro, nos toca construir el teléfono. Muchas de las piezas del teléfono no son del fabricante, así que viene la parte de encargarlas y recibirlas. Una vez tenemos todas las piezas, junto a la carcasa y demás, se construye el teléfono en fábricas especializadas.
Además, todavía nos queda coger teléfonos de esta cadena de producción y ponerlos a prueba. Desde comprobar que todo el software funciona bien, hasta someter los teléfonos a pruebas de estrés. Si el teléfono es resistente al agua, también tiene que pasar las certificaciones y pruebas correspondientes. Y si algo sale mal en esta serie de pruebas, hay que arreglar el fallo en la cadena de producción, y puede echar a perder el trabajo de semanas.
Toda esta mano de obra, encargada de ensamblar las piezas y comprobar que todo funciona como es debido, impacta en el coste final. Este coste es «pequeño» debido a la externalización; los fabricantes se han llevado estas cadenas de producción a Asia, donde los salarios de los trabajadores son notablemente bajos. Sin embargo, hay muchas cosas que pueden salir mal, y los nuevos fabricantes suelen cometer muchísimos errores en esta parte. E incluso los viejos, Samsung es un buen ejemplo de ello.
Distribución, venta y publicidad
Los fabricantes tienen que hacer llegar los teléfonos a las tiendas, además de la publicidad
Ya tenemos los teléfonos hechos, empaquetados en sus cajas y listos para ser vendidos. El problema es que no los llevan duendes de la fábrica a la tienda: los fabricantes deben establecer rutas de distribución para abastecer a las tiendas. Todos estos camiones, containers y aviones destinados a repartir teléfonos tiene su coste.
Además, el teléfono tampoco se publicita sólo: las marquesinas en el transporte público, las apariciones en televisión o los eventos patrocinados, todo tiene un coste que se suma al precio final. Los fabricantes que se pueden permitir no gastar en publicidad tienen un ‘boca a boca’ entre usuarios enorme. Y aquí también podemos incluir el coste de hacernos llegar a la prensa unidades de prueba.
Y aquí es donde está buena parte del secreto de los smartphones chinos. Marcas como Xiaomi o Meizu sólo venden en China, por lo que se ahorran buena parte de estos costes. Si los queremos en Europa o América, tenemos que importarlos nosotros mismos. Y eso nos lleva a buscarnos la vida en el envío, y a estar prácticamente vendidos en lo que a reparaciones o garantía se refiere.
Servicio post-venta, reparaciones y actualizaciones
Pero el fabricante no puede olvidarse de nosotros cuando nos vende el teléfono. Cualquier fabricante que venda en Europa está obligado a darnos unas garantías, así que tienen que mantener servicios técnicos, servicios de atención al cliente, y un largo etcétera. Todo depende del dinero que decida invertir la marca en el servicio postventa, pero para hacerlo bien hay que invertir mucho dinero.
Además, el equipo de software del que hablábamos antes sigue trabajando. Los sistemas operativos tienen actualizaciones, y este equipo es el responsable de adaptar todo para actualizar los teléfonos. Su trabajo no termina cuando hacen un teléfono, tienen que mantenerlo a posteriori.
El margen de beneficios
Y el fabricante tiene que ganar dinero después de todo esto. Es obvio que parte del precio es ganancia pura para la marca. Pero ese porcentaje suele ser más pequeño del que nos imaginamos. Y ojo, se han dado casos en los que un fabricante ha vendido un teléfono perdiendo dinero en cada venta.
El paso del tiempo
Tampoco es despreciable que, con el paso del tiempo, el teléfono va perdiendo valor. No hablamos sólo de cuando son usados, hablamos de que la tecnología avanza a pasos agigantados. En seis meses una pieza puede quedar obsoleta ante nuevos componentes, algo que hace bajar el valor total del teléfono. Un teléfono no cuesta lo mismo un año después de haber salido al mercado.