El uso de WhatsApp se volvió tan popular que lo hemos asimilado como cotidiano. También algunas perversiones que degeneraron con dicho uso.
Hablar de WhatsApp es ponerte entre la espada y la pared. Si la criticas no tardan en salir defensores de la que es número uno en descargas desde hace años. Y si apuntas a lo contrario, a destacar sus bondades sobre su resto, se echan a la yugular los que defienden a Telegram como si la hubieran desarrollado ellos. Pero hay un punto medio incontestable: el uso de Whatsapp y, por extensión, del resto de aplicaciones de mensajería, ha pervertido nuestra manera de comunicarnos.
Hoy me he propuesto elaborar un artículo crítico sobre las perversiones de WhatsApp. Seguro que coincides en muchas de ellas porque las habrás sufrido en tus carnes. No por culpa de la aplicación, sino por su mal uso.
1. No contestar los mensajes está mal visto
Como las apps de mensajería se chivan cuando estamos conectados, esta información sirve como arma arrojadiza de los más obsesos del control. «¿Por qué no me contestas si apareces como conectado?». Porque no tenía tiempo, no me apetecía, porque eres un brasas… Mil razones.
2. Un grupo para cada mínima tontería
¿Qué le pasa a la gente con los dichosos grupos? Para la quedada del domingo, la despedida de soltero, el grupo de la mili… Necesitaría diez vidas para administrar todas las notificaciones de mis grupos de WhatsApp. Por eso los tengo silenciados.
3. Grupos de colegio y otras conversaciones serias que se pervierten a la mínima
En los grupos de «coña» resulta lógico que se acabe hablando de cualquier idiotez, pero el problema es que también ocurra en los chats que deberían ser serios. Sí, hablo de los grupos de WhatsApp de colegio, esas conversaciones que, con la excusa de ayudar a los niños, terminan con los padres compartiendo desnudos y sus fotos saliendo de fiesta. Esto es verídico, ha ocurrido en el grupo de mi hijo.
4. Exceso de notificaciones
Es un mal de cualquier aplicación masiva: al tener a todos los amigos, familiares, compañeros de trabajo… conectados a través de WhatsApp, el número de notificaciones que puede llegarnos es apabullante. He visto personas a las que les suena el móvil de manera constante. Un consejo: silenciad, da igual cómo se pongan.
5. Divagar es la tendencia habitual
Los SMS eran caros para lo que ofrecían, pero siempre ofrecieron un aspecto positivo: la necesidad de concretar. Te llegaba un SMS para quedar y en otro se establecía la cita. Ahora no: quedar con otra persona implica cruzar un sinfín de mensajes, emojis y memes idiotas inclusive.
6. El puñetero doble check azul
La mayor perversión de todas y relacionada con los obsesos del control. Tener las diferentes marcas en los mensajes obliga a prestar atención a lo que decimos, cuándo lo decimos y, sobre todo, si lo decimos a tiempo. Como no respondas después de leer los mensajes estás apañado, porque WhatsApp se va a chivar. Y si quitas el el «doble check» es peor, porque seguro que te echan en cara eso de «¿Pero qué tienes que ocultar?».
7. Los memes y fotos inspiradoras
Son una plaga. El contenido viral hace tiempo que llegó a las aplicaciones de mensajería. Y, por más que no reenviemos para cortar la cadena, tarde o temprano nos llegará el dichoso «negro de WhatsApp» por donde menos lo esperamos (el grupo de colegio, sí). Por no hablar de las puñeteras cadenas de «Si no envías este mensaje a diez amigos WhatsApp será de pago». Por favor, cortemos de raíz estos reenvíos.
8. Engaños y estafas
Si los memes terminan llegando por más que trates de evitarlos, también te llegarán las estafas. Hay muchas, pero la mayor parte de ellas se basan en ofrecer algo de regalo a cambio de que dejes el número de móvil en algún formulario; también en descargar aplicaciones infectadas por malware. Quienes más conocemos las redes e Internet identificamos las cadenas al instante, pero no todos tienen esa suerte: WhatsApp lo usan todas las personas, sin importar la edad.
9. Como le des tu móvil a alguien ya tiene acceso a enviarte mensajes
Y esto es un problema porque tu aplicación de mensajería debería ser accesible solo a quien tú le das permiso. Desde ese mensajero que te ha traído un paquete a los directorios de teléfonos, como las páginas blancas: todos ellos tienen acceso a tu WhatsApp.
10. No puedes escapar de ella
Sabemos que hay alternativas y que la mayor parte son mejores que WhatsApp, pero no importa: tendrás que utilizarla porque es la considerada estándar para el envío de mensajes. Incluso aunque no te gusten los móviles y pretendas mantenerte libre de las interrupciones: decir que no tienes WhatsApp implica que te miren como a un extraño e, incluso, te aparten de las quedadas y grupos.
Como decía, estas perversiones no son implícitas a WhatsApp ni es la aplicación quien tiene la culpa: basta que un servicio se popularice para que se pervierta su uso. Una lástima, las aplicaciones de mensajería deberían utilizarse solo para lo que fueron concebidas.