La realidad virtual llegó con fuerza a mi casa, pero no tardó mucho en apagarse ese ímpetu: mis gafas llevan meses sin salir de la caja. ¿Es un ejemplo de lo que ocurre con esta tecnología aplicada a los móviles?
La realidad virtual irrumpió como un autobús lleno de turistas en plena playa. Durante un tiempo todo giraba en torno a ella, la tecnología móvil buscaba la mejor manera de conseguir que el usuario descubriese nuevos mundos con la ayuda de su móvil y de unas gafas. Algunos fabricantes lo consiguieron con acierto, otros con sonoros fracasos. Y fue uno el ganador clamoroso: Google con sus gafas de cartón, las Cardboard.
Este método de sumergirse en la realidad virtual está mucho más conseguido de lo que en un principio parecía. Era barato, servía casi cualquier móvil y abría la puerta a una enorme cantidad de contenido inmersivo. Luego vinieron ejemplos como las Samsung Gear VR: mucho mejores, pero bastante más caras. Y exclusivas ya que solo son compatibles con Samsung.
He tenido varias Google Cardboard y un par de Samsung Gear VR. Las segundas las tengo desde antes de comprar el Samsung Galaxy S7, por lo que ya tienen más de un año. ¿Y sabes qué? Creo que llevan el mismo tiempo sin salir de la caja.
Como en todas las promesas, la realidad virtual chocó contra la verdadera realidad
Las sensaciones pueden ser más o menos buenas, pero la realidad virtual en los smartphones cumple con lo que se espera de ella: traslada a otra realidad abstrayendo a los sentidos de todo cuanto les rodea. El problema viene cuando te compras una de esas gafas y descubres que solo vas a utilizarlas por capricho los escasos días que se suceden a la compra.
La realidad virtual en móviles funciona, pero no aporta una experiencia que merezca la pena repetir a menudo
Como es obvio cada persona es un mundo y mis usos no tienen por qué coincidir con los tuyos. No obstante he preguntado a varios de mis amigos que también tienen gafas de realidad virtual y todos me han comentado lo mismo: estaban criando polvo. Sin que importe el dinero que costaran en su momento y su calidad.
¿Para qué sirven realmente unas gafas de realidad virtual? Puedes ver vídeos de esta forma envolvente, pero lo más seguro es que te canses a la cuarta o quinta reproducción. También puedes jugar, pero no hay demasiados juegos que realmente aprovechen el entorno virtual. He de admitirlo: compré unas gafas que aguantaron solo la curiosidad.
Los fabricantes han desarrollado la tecnología y se han esforzado por evolucionar la experiencia, pero falta lo básico: contenido con el que rentabilizar las gafas VR. Con otro inconveniente: la realidad virtual se disfruta en solitario, por lo que termina aislando a quien la utiliza; terminando con las gafas dentro de la caja y en el trastero.
La curiosidad muere a los pocos días
Como decía antes todo depende de los gustos. Habrá a quien le guste utilizar sus gafas y las tenga a mano para ponérselas en pocos minutos. Incluso habrá quien se haya dejado dinero en la tienda de Oculus para descargar las apps y juegos a su Samsung Galaxy, por ejemplo. Excepciones que confirman la regla: la realidad virtual no termina de despegar como método de entretenimiento doméstico.
Es una lástima porque, a pesar de que tiene sus obvias limitaciones, utilizar la VR en el móvil aporta las sensaciones que este sistema necesita. Con unas Cardboard o con las renovadas Samsung Gear VR: si buscas experimentar las sensaciones serán mejores de lo que esperas. Siempre con reservas: seguramente acabes como yo y tus gafas terminen criando polvo.
¿Tienes unas gafas VR y las usas a menudo? ¿O han terminado abandonadas en algún cajón?