El caso de Apple y sus medidas para limitar el rendimiento de los iPhone con baterías gastadas han causado controversia entre los usuarios. Además de los frentes legales que se han abierto en medio mundo, muchos usuarios se sienten engañados por la marca. ¿Pero toda esta polémica tiene sentido? ¿Es mejor prescindir de la batería a cambio del rendimiento puro y duro?
Esta es la pregunta que ha generado Apple con sus últimos movimientos en sus teléfonos con algunos años de edad. Después de reconocer que reducía el rendimiento de los teléfonos con baterías gastadas para asegurar su duración, la compañía ha tenido que asumir su error y dejar esa opción al usuario. ¿Y cuál es la mejor decisión que podemos tomar?
El paso del tiempo: el mayor enemigo de la batería
El gran problema de las baterías es el paso del tiempo. Con los años estamos usando las baterías: carga, descarga, carga, descarga… todo esto acumula ciclos de carga. Y estas tienen un límite de ciclos de carga, por el que se consideran degradadas. Es decir, que tienen menos capacidad, menos espacio donde almacenar electricidad.
La consecuencia de tener una batería degradada es simple: no durará tanto como cuando la compramos y estaba nueva. Y esto es un problema grave en teléfonos, más cuando no podemos sustituir las baterías sin desmontarlo. La batería se degrada según usamos el teléfono, y después no existe forma sencilla de reemplazarla. Lo más común es que nos compremos un nuevo teléfono, repitiendo el círculo.
Apple y la solución que ha causado controversia
La solución que Apple ideó ante este problema fue sencilla. Si la duración de la batería decrece, por qué no reducir la potencia del teléfono acorde a esa reducción. De esa forma el teléfono sigue teniendo una duración de batería aceptable, a cambio de que el procesador no funcione a máximo rendimiento.
La función llegó de la mano de iOS 11 para teléfonos como el iPhone 6 o el iPhone SE. Pero Apple no dijo nada, más allá de unas líneas a lo «mejorada la gestión de la batería». Tampoco existía ningún ajuste para activar o desactivar esta característica; si el sistema detectaba una batería degradada, se activaba sin opción y sin aviso.
Pero los usuarios empezaron a notar la bajada de rendimiento. Es tan evidente que se nota hasta en un benchmark: la puntuación de un iPhone con batería degradada es muy inferior a un iPhone con batería sana. No hablamos de unos pocos puntos, hablamos de diferencias notables. Y esos benchmarks se usaron como pruebas para acusar a Apple.
Ante la polémica que se empezó a montar, Apple tuvo que dar un paso al frente y confirmar lo que se pensaba. iOS 11 reducía el rendimiento del teléfono ante una batería degradada, con la excusa de mejorar la duración de la batería. Además, también era solución para algunos apagados esporádicos que vivían algunos usuarios de iPhone 6.
Al final Apple ha decidido recular, y en una futura actualización dejará esta decisión en manos del usuario. Gracias a un ajuste se podrá elegir si dejar la gestión de batería activada, consiguiendo alargar la duración a costa del rendimiento. O desactivarla y tener un aumento en potencia, a cambio de sacrificar la batería que nos queda.
Aunque también hay una tercera vía: cambiar la batería. Como una especie de compensación, Apple ha reducido el precio de las baterías 50€. Esto significa que cualquier usuario puede acercarse a una tienda de Apple y, por 29€, tendrá una batería nueva en su iPhone. El teléfono volverá a tener la vida de batería original, con el rendimiento intacto.
¿Cuál es la mejor solución a este problema?
Aquí es donde me acuerdo de todos los smartphones antiguos que he tenido. Mi ejemplo más cercano es el del Nexus 5, un smartphone que usé más allá de los dos años. Es cierto que seguía funcionando como el primer día, pero la batería era deplorable. Salía a las 8 o 9 de la mañana de casa, y a las 12 de la mañana ya me había quedado sin teléfono.
Un smartphone no vale ni para llamar a emergencias si ni siquiera nos queda batería. Y, en el caso del iPhone, hablamos de dispositivos que tienen potencia de sobra. Sacrificar un poco para poder llegar a tener más duración puede ser una solución. Habiendo vivido ambas caras de la moneda, prefiero tener batería a cambio de sacrificar algo de rendimiento.
Aunque Apple ha cometido dos errores a la hora de gestionar este problema. El primero es no haber dicho nada a los usuarios hasta que se confirmó con benchmarks, dejando que se alimentase como un rumor. Siempre ha existido la creencia de que los iPhone se vuelven más lentos cuando Apple saca los nuevos, o cuando actualizan. Todo esto sólo ha ayudado a asentar ese pensamiento.
Y el segundo es no haber dejado esa elección a los usuarios desde el primer momento. Puede que yo prefiera batería, pero habrá otros que prefieran el rendimiento. Y deberíamos ser nosotros quienes seleccionemos qué alternativa queremos ante un smartphone con una duración mermada.