La juventud y los smartphones están teniendo una estrecha relación que suscita muchas ideas para un debate. ¿Es beneficioso? ¿Es perjudicial? Y sobre todo: ¿cómo ha pasado?
Era inevitable que con la fuerza que han cogido los smartphones acabaran llegando a los niños y a la juventud. El mundo avanza, y la telefonía es parte fundamental de la tecnología, siendo natural y comprensible que acaben llegando hasta el sector más joven de la sociedad.
Pero claro, todo tiene una historia. Y esta historia ha desembocado en una situación que quizás necesita de su explicación. Una cosa queda clara: es un hecho que en los tiempos venideros la humanidad en todas sus edades estará todavía más ligado a la telefonía y a las comunicaciones.
El móvil como herramienta de trabajo
Al principio, los smartphones tenían otro nombre. Sí, exacto, eran móviles. Su uso era casi único y exclusivo, que consistía en llamar y mandar los ya primitivos SMS. Y claro está, eran dispositivos que a los infantes poco les decía a la hora de la diversión. Su salida más obvia era el ámbito laboral.
El comunicarse de forma instantánea a golpe de llamada con el plus de movilidad máxima era un incentivo increíble para trabajar. Poder comunicarte con tus superiores, tus compañeros o tus propios empleados sólo con una llamada fue el principal impulsor de que la telefonía móvil cobrara tantísima repercusión.
Los móviles estaban hechos para trabajar, y poco más: aburrimiento asegurado para los niños
Si echamos la mirada atrás y vemos dispositivos de la época, absolutamente nada en ellos nos incitaban a que nos divirtiésemos con ellos. De ello se encargaron los PCs e Internet. Por no mencionar que la tecnología era cara, y un terminal de esta clase muchas veces tenía un coste que un joven no podía asumir.
El ejemplo de las BlackBerry es perfecto, porque fue la primera aproximación directa a un smartphone. Sí, estaba destinado al trabajo. Pero eran dispositivos con más capacidades que simplemente hacer llamadas y SMS. Se hicieron avances, pero no tuvieron mucho peso… hasta ese momento.
Y si algunos lectores tienen cierta edad, recodarán la fiebre de las BlackBerry. En ese momento, si eras un joven y tenías una BlackBerry, eras el dios del patio. Era la conjunción perfecta entre entretenimiento y productividad, además de proporcionar seguridad tanto a jóvenes, a padres como a empresas.
Hasta que Android llegó.
Android: ampliando el concepto y el público
Entonces, con pasos torpes y poco guiados, llegó Android a la palestra. Un sistema operativo completamente nuevo que aspiraba a ser el estándar de los estándares para móviles. Y vaya si lo consiguió. Pasamos de tener sistemas adaptados con apenas soporte en el que como mucho podías jugar al buscaminas a auténticos centros multimedia.
El concepto del teléfono se iba cambiando a medida que Android evolucionaba. Pasamos de tener móviles a smartphones, y por supuesto, las llamadas y los SMS no fueron lo único que nos ofrecían nuestros teléfonos. Podíamos jugar, consumir multimedia, hacer fotos e infinidad de cosas más si encima teníamos los conocimientos adecuados.
¿Y qué ocurrió con ese aumento de posibilidades? Que el público aumentó. Esto hizo que los más pequeños (y no tan pequeños) se interesaran por estos cacharros, ya que aparte de que eran lo último en tecnología, les daba mucha más diversión que los dispositivos convencionales. Poder ver vídeos, jugar a juegos o incluso hablar con tus amigos se convirtieron en todo un reclamo.
Este último apartado fue el que básicamente hizo que la telefonía llegara a los jóvenes: la comunicación instantánea. Antes de los smartphones, los jóvenes teníamos que comunicarnos con herramientas online o depender de las llamadas o los mensajes, que costaban un cierto dinero y no eran del todo accesibles. Fueron las apps de mensajería instantánea las proveedoras del boom.
Los móviles pasaron de ser simples cacharros para llamar a pequeñas consolas en miniatura
Y de todas las facetas de la juventud, quizás la más importante es la sociabilización. Este punto obtuvo un importante incremento con la venida de las nuevas tecnologías, y este avance consiguió que las redes sociales obtuvieran a muchas más personas y de edades más tempranas. Así, los niños empezaron a tocar la tecnología hasta el punto en el que nos encontramos hoy.
La encuesta que nos dice cómo reciben los niños al smartphone
Mucho se ha hablado de las consecuencias de que las nuevas tecnologías y la telefonía lleguen a manos de los niños y los jóvenes. Sin ir más lejos, Motorola ha publicado una encuesta a 4 418 usuarios que comprenden en las edades desde los 15 hasta los 65 años. Y los datos son muy reveladores. Estos son algunos de ellos:
- El 33 por ciento de los encuestados prioriza su teléfono inteligente sobre la interacción con las personas que les importan.
- El 49 por ciento está de acuerdo en que usan su teléfono más tiempo del que deberían (casi 6 de cada 10 «millenials» o pertenecientes a la Generación Z) y el 44 por ciento se sienten obligados a usar su smartphone.
- El 35 por ciento está de acuerdo en que pasan demasiado tiempo usando su smartphone (44 por ciento de Generación Z) y creen que serían más felices sin usarlo (34 por ciento).
- El 65 por ciento admite que «entran en pánico» cuando piensan que han perdido su smartphone (aproximadamente 3 de cada 4 Generación Z y «millenials») y tres de cada diez (29 por ciento) están de acuerdo en que cuando no están usando su teléfono están pensando en usarlo la próxima vez.
- Los problemas con los smartphones son más intensos entre las generaciones más jóvenes, con el 53 por ciento de los encuestados de la Generación Z que describen su teléfono como su mejor amigo.
Hay que aclarar que estos datos son tomados de la encuesta de Motorola que realizó a sujetos de varios países distintos, y que no son una muestra de la totalidad de jóvenes de esa índole. Queda claro que la afirmación de que los jóvenes son adictos a la tecnología podría ser cierta.
Ninguna adicción es buena, eso está claro. Pero ¿realmente es tan dañina? Podrían haber diversos ámbitos en los que esta adicción suponga una ventaja o una desventaja, pero es innegable que hay apartados en los que dicha inclusión de la telefonía es beneficiosa o, por lo menos, no es nociva.
Ámbitos en los que el uso de un smartphone beneficia a un joven
La tecnología está destinada a hacernos la vida más fácil. Por lo tanto, hay aspectos en la vida de los niños en los que un smartphone puede ser más que un centro de ocio; puede ser una buena herramienta de trabajo. Sobre todo ahora, cuya era en la que viven se aproxima cada vez más a la tecnología. Igual que el mundo telefónico.
Por ejemplo, en el tema del estudio los smartphones y las tabletas pueden llegar a ser muy beneficiosas para los jóvenes. Un simple mensaje para solicitar a sus compañeros ciertos materiales de trabajo, apuntes que no se pierden como en el papel o tomar notas desde un dispositivo móvil pueden facilitar muchas veces las tareas diarias de un estudiante.
Esto va unido al aprendizaje. Hay muchas maneras de enseñar, pero el conocimiento se abre con estos dispositivos. Cualquier duda, cualquier resquicio de desconocimiento puede quedar resuelto con una simple búsqueda en Google o incluso con una consulta a un compañero. Además, podemos mejorar en muchos ámbitos estando tan sólo a un golpe de aplicación.
Las barreras que antes lastraban el estudio o el aprendizaje de un niño quedan resueltas con los smartphones
Y dejando a un lado el lado malo de este asunto, la sociabilización puede llegar a ser muy fácil para un joven con un smartphone. Las redes sociales, las apps de mensajería instantánea y demás pueden ser un portal para conocer distintas personas, comunicarse con ellas y entablar amistad con gente de todo el globo.
Ámbitos en los que el uso de un smartphone perjudica a un joven
Internet es un sitio en el que cabe muchísima gente. Al igual que pueden haber personas buenas… hay personas malas. Un joven es mucho más susceptible a los peligros de Internet y a sus consecuencias; máxime cuando caen en las trampas de indeseables que buscan a incautos por las redes.
Timos, estafas… la inocencia de un chaval puede caer en una mala premisa. Parte de por ello hay que estar atentos a nuestros hijos, para que tengan la máxima protección posible. Y también para evitar uno de los mayores problemas de que un joven tenga un smartphone: la adicción.
Es cierto que muchísima gente exagera que los niños puedan tener una sobreadicción a la tecnología, pero sí es verdad que un uso prolongado puede volverlos realmente susceptibles. Esto puede acarrear problemas sociales, de conducta y sobre todo problemas a niveles académicos. Repito, estamos hablando de casos de exposición prolongada.
Esto también puede dar problemas en el tema familiar, debido a que muchos de los eventos pueden verse empañados por un exceso uso del smartphone. En este caso, debemos contar con la supervisión de un adulto que le ayude a ser responsable con su teléfono.
Mi posición: el debate siempre está bien
Todo este tema tiene una consecuencia que para mi gusto es beneficiosa sobremanera: la generación de un debate. El poder dar la idea, exponerla y hablar de un tema tan trascendental como la inclusión de los jóvenes en la tecnología enriquece a todas las partes involucradas.
Pero igualmente, no estoy de acuerdo en que se les quite la palabra a los mismos protagonistas; los niños. Muchos adultos consideran que no tienen que tener voz ni voto al pensar que no tienen personalidad o aporte que proporcionar al tema, irónicamente siendo ellos los más involucrados.
Que se debata siempre está bien, pero sin sobreproteger a los jóvenes ni privándoles de voto
Por ende, creo que los niños y los jóvenes con suficiente voz para hablar deben tener su opinión y decir qué es lo que quieren o lo que dejan de querer. Porque es un tema que les atañe, y la tecnología móvil al fin y al cabo les servirá para todo lo que hagan en la vida de forma directa o indirecta. Los smartphones serán parte de su vida, queramos o no.
Así que si debemos generar un debate, debemos generarlo para que todas las voces lo tengan presente. Nos aproximamos a una época tecnológica sin par, y los niños, como reza el dicho, son el futuro. Un futuro empapado por la comunicación móvil que verán todos con sus propios ojos.