Hasta ahora nunca he tenido un Android de gama alta personal, por lo menos de estos años. ¿Cómo me irá?
Los smartphones que he usado de forma personal siempre han sido de gama media o baja. Aunque sí he catado muchos gama alta a lo largo de mi vida, nunca para mi uso ya que o eran prestados durante un breve lapso de tiempo o para hacerles alguna modificación. Esto ha cambiado.
Ahora tengo un dispositivo con un hardware más que superior a todo lo que había usado hasta ahora, y ya puedo expresar mis principales experiencias con este terminal. No nos centraremos en el terminal, sino en lo que supone tener un móvil de rango alto en mis manos.
Un rendimiento espectacular… con luces y sombras
Lo primero en lo que me he fijado ha sido en el rendimiento. En el desempeño del dispositivo. Venía de Qualcomm Snapdragon de series 400 y 600, y los únicos de 800 que he probado han sido el 801 y el 808. El que estoy usando ahora monta el Qualcomm Snapdragon 835.
Hay que aclarar que el rendimiento, como es de esperar, es una pasada. El desempeño del terminal es increíble, y puede absolutamente con todo. No hay juego, aplicación o uso que se le resista, y eso desemboca en una fluidez general que engancha. No obstante, esto me ha dejado una sombra de duda algo reveladora.
Aunque el rendimiento es espectacular… no queda demasiado lejos de la gama media. Sí, se nota si lo usas de un modo intensivo. Pero si eres un usuario intermedio que usa el smartphone para tareas simples, no hay diferencia apenas palpable entre un dispositivo de gama alta y queda la duda si un usuario clásico del sistema apreciará este incremento de potencia ligado al precio.
Entonces, el motivo primordial para comprarse un gama alta sería tener un dispositivo duradero y que no se le quedara corto durante un tiempo prolongado. Está claro que el comprador que sepa apreciar este upgrade de velocidad, disfrutará mucho con el rendimiento de un terminal tope de gama. Si no lo vas a aprovechar, es dudoso que merezca la pena tener tantas prestaciones.
Una calidad general difícil de ver en gamas medias
Hay algo indiscutible: la calidad general del dispositivo es increíble. Y esto pasa con casi todos los gama alta de la actualidad. Tanto en software como en hardware y en diseño recibirás todo un portento tecnológico que es palpable cada día, y sinceramente, es un gustazo.
El tacto a la mano de los materiales premium, el software con los añadidos propios de ser un dispositivo caro, la calidad del funcionamiento general… No había tenido una sensación de calidad generalizada desde hacía un tiempo considerable, la cuál no he notado en dispositivos de gama media a excepción de terminales como el OnePlus X.
Funcionamiento, calidad de construcción… el acabado de un gama alta en todos los aspectos es inmejorable
Esto concuerda con otro de los motivos de la compra de un dispositivo de gama alta; el querer lo mejor y tener un dispositivo a la altura de lo que estamos pagando. El poder tener un aparato con este nivel es una sensación que todos deberíamos poder tener en todos los segmentos de precio.
El multimedia, el principal enganche
Hasta ahora y a excepción del OnePlus X, todos mis dispositivos tenían unos apartados de multimedia muy flojos. Incluso el mejor teléfono que he tenido hasta el actual, que ha sido el Xiaomi Mi A1 pecaba de tener una pantalla que no te decía nada.
Aquí la cosa ha cambiado completamente. La pantalla es de muy buena calidad (sí, sé que hay paneles en gama alta bastante flojos), y el sonido también es superior a la media.ñ Se nota que en la gama alta la experiencia de ver vídeos, escuchar música y demás tiene un cariz muy distinto al de otras gamas, con sus excepciones, claro.
Y no estamos hablando de un panel de alta resolución, sino una pantalla FullHD. Los cambios de ángulo, la definición del panel y la interpretación de colores son increíbles. He tocado otros gama alta (sin ser teléfono personal) con paneles peores, pero incluso con esas el panel superaba a muchos en la gama media y sobre todo en la gama baja.
No podemos olvidarnos de que con el considerable aumento de gama, vienen distintas tecnologías y retoques de software para mejorar el visionado de la pantalla y la experiencia auditiva. No hacen más que sumar, e incluso teniendo un panel inferior a los tope de gama y un sonido regular, no te decepcionarán si vienes de un dispositivo sin mucho alarde.
Conclusión: ahora entiendo muchas cosas
La gama alta es cara, y quitando los productos de segunda mano y los dispositivos que ya tienen un mercado, es innegable que hay un sobrecoste para obtener más beneficio. A excepción de teléfonos cuya relación calidad-precio me parece estúpida (no diré nombres), si el precio es razonable entiendo ese alto precio por un smartphone.
Son muchos factores los que han hecho que cambie mi punto de vista. Para empezar, el olvidarte de muchas preocupaciones. No tener la necesidad de cambiar de dispositivo hasta dentro de un tiempo, el poder disfrutar de una buenísima calidad multimedia y de tener añadidos que consiguen que te desentiendas de ciertos percances (IP68 para el agua, por ejemplo).
Pagas un dinero por no tener que preocuparte de algunos de los peores lados de la telefonía móvil
El tener todos estos añadidos en el día a día es muy gratificante. No dejas de tener un plus de calidad en un aparato que ya es prácticamente parte de tu vida; te vas a dormir con él, te despiertas con él… Ya que vamos a usar de esta manera el dispositivo, qué menos que nos otorgue algo más que lo básico.
Y la última cosa que he descubierto es que el probar un gama alta nos da un baremo de cuánto hemos de pagar. De cuánta calidad estamos dispuestos a adoptar. Porque sí, hay muchos dispositivos geniales pero a lo mejor dentro de la alta alcurnia no necesitamos pagar tanto por ciertos detalles que no vamos a usar.
Por lo tanto, acabo con el consejo de que si queréis compraros un dispositivo tope de gama, probad los que podáis de amigos, conocidos, familiares, etcétera. Te dará una visión de lo que quieres comprar y pagarás lo justo por lo que necesitas. Así, podrás disfrutar de auténtica calidad sin dejarte los bolsillos en el intento.