El Google Pixel 3 presentado hoy, es la décima generación de teléfonos de Google. Al principio se llamaron Nexus y fue así durante 7 generaciones, para más tarde llamarse Pixel.
La historia de Google con estos dispositivos ha estado muy clara desde hace 9 años, pero ha sido también una historia llena de fracasos y aciertos a partes iguales, conformando prácticamente una leyenda alrededor de los móviles de Google.
El Nexus One fue un móvil rompedor en su día, pero su cámara y su batería lo dejaron en un segundo plano con respecto a los grandes flagship de la época. Sin embargo, era el teléfono abanderado de Android, tampoco sería visto con buenos ojos que supusiera una competencia feroz y directa contra sus aliados, HTC, Sony o Samsung por aquella época.
La excusa
Así que los analistas y usuarios le buscaron la disculpa y excusa perfecta a Google. Los Nexus representaban a Android, centrándose en un software que demostraba lo que el sistema podía lograr, pero que en hardware no se atrevían a competir por no levantar susceptibilidades entre quienes hacían a Android popular. Una especie de móvil de segunda con un interior reluciente. Así nadie se sentiría atacado.
En los dos siguientes Nexus, el Nexus S y el Galaxy Nexus, el hardware seguía estando un escalón por debajo con respecto a los Galaxy de sus respectivos años. Pero Google tampoco podía permitir tener un papel secundario de perfil bajo, así que con el Galaxy Nexus probó con una estrategia que no supusiera un peligro para nadie. Innovar con propuestas interesantes pero no destinadas a ser un móvil superventas, siendo el Galaxy Nexus, un móvil con muchas innovaciones para su época, pero vistas más como una extravagancia que como un paso al frente tecnológicamente hablando.
La esperanza
Con una cuarta generación Google no podía seguir el mismo camino sin salida, la excusa de ser sólo un muestrario de las bondades de Android sobre un móvil caro pero sin ser puntero, no llevaban a ningún sitio. El Nexus 4 fue un hito, mucho más relevante que el Nexus 5, la diferencia es que el Nexus 5 recogió lo que el Nexus 4v ya sembró.
El Nexus 4 fue el 2º móvil con carga inalámbrica del mundo. Fue el móvil que inspiró, creó y postuló la que hoy en día es esa gran gama media potente, siendo el Moto G su primer gran heredero y el PocoPhone F1 su último exponente.
Un móvil precioso estéticamente y potente (sin ser el que más) pero que coincidió con la versión de Android que alcanzaba la madurez que tanto necesitaba el sistema para competir contra iOS. Una potencia media-alta que sin embargo gracias a Android 4.2, le convirtió en el móvil más fluido de la época. Todo esto por un precio de 299 € (199 unos meses después, sí, sí, 199, no es una errata) en su versión de 8 GB (era lo normal para la época). Sin embargo, pese a todas estas bondades, el Nexus 4 tenía dos grandes problemas. Una pésima batería y una cámara de fotos muy por debajo del gran referente, por aquel entonces el iPhone 5.
Del Nexus One al Nexus 4 había habido un cambio, la excusa para no ser el mejor móvil pasó a ser, la esperanza de que algún día podría serlo, sólo había un par de simples escollos que se solucionarían en la próxima generación. El hype estaba sembrado, sólo había que recoger los frutos 12 meses después.
A la tercera va la vencida
Y llegó el Nexus 5 y fue posiblemente el mayor éxito de ventas de la historia de los móviles de Google. Ligeramente más caro que el Nexus 4, el Nexus 5 empezaba en los 349€ y era una muy buena mejora del Nexus 4. Más grande, más potente (de hecho con el procesador más importante de la historia de Android hasta la fecha, el Snapdragon 800, un procesador que podía hacer frente a los chips de Apple y que incluso a día de hoy, sigue siendo muy solvente).
Sin embargo, la batería de aquel Nexus 5 seguía siendo un desastre, y la cámara de fotos, aunque con leves mejoras, no seguía siendo ni de las 7 mejores cámaras del mercado. Los usuarios tenían un nuevo mantra para disculpar a Google. «Bueno, es el móvil más fluido del mercado y es estupendo, y barato, no se puede pedir más por este precio, el año que viene será mejor».
Y llegó el Nexus 6, un móvil que construía Motorola, recién adquirida por Google. La expectación de ver a Google construir su propio hardware era enorme. Pero resultó ser un móvil gigantesco, desproporcionado, que por primera vez desde hacía muchos años y por cifrar por primera vez todo el sistema operativo en pos de la seguridad, ya no era el móvil más fluido del mercado. Un móvil además que seguía con una cámara de fotos del montón, con una pantalla pésimamente calibrada que tornaba a colores rosas y magentas. Un móvil además, que volvía a ser caro.
La suficiencia de Google después del éxito con el Nexus 5 les hizo pensar que ya tenían todo hecho y que era momento de incrementar el valor y precio del producto ya que tenían ganada la confianza del usuario. Error. Un año más y un año menos que los Nexus no eran lo que se esperaba. Al que viene sí ¿no?
Y al siguiente año Google probó con una copia mejorada del móvil que más éxito había tenido, el Nexus 5X y por otro lado, el Nexus 6P, para que no les dejase fuera de la gama alta, el sector de prestigio que define a una marca y donde se encuentran los beneficios. Ambos móviles, aunque correctos y con todos sus apartados mejorados con respecto a sus predecesores, nunca fueron móviles punteros. Además, durante toda su vida fueron móviles llenos de bugs y problemas de todo tipo. Un borrón en el prestigio de Google también como ejecutor del mejor sistema operativo móvil del mundo. A la tercera, tampoco había sido la vencida, los ánimos del usuario, esa esperanza que alumbró el Nexus 4 y Nexus 5, se había apagado. ¿Y ahora qué?
Los Píxel: La maldición
Cuando una esperanza se convierte en tragedia que se repite año tras año como una especie de liturgia cíclica, de la que no se puede escapar, se llama maldición, y eso es exactamente lo que le ha ocurrido a Google con sus smartphones.
Google, en un desesperado giro por tomar el rumbo y el prestigio de la dinastía Nexus, se inventa un nuevo nombre, Pixel. Suena bien, nuevo y Google además lo vende bajo el lema Made by Google. Es decir, ahora si, ellos tienen el control casi total del hardware. Nuevas esperanzas renacen.
La realidad es que es un móvil muy potente, equilibrado, fluido, pro primera vez desde que existieran los Nexus, con buena batería, y con una cámara que pese a sus notables problemas con el Flare por una pésima construcción de la lente, se lograba posicionar como una de las 3 mejores del mercado. Todo se había enderezado, Google estaba más cerca de nunca de hacer un smartphone redondo, pero como el mito de Sísifo o Tántalo, la macabra realidad está mucho más lejos de lo que parece.
El Pixel 2 recogió las buenas bases del Pixel 1, mejorando en todos los aspectos y coronándose de nuevo como el smartphone más fluido del mercado, pero sobre todo, logrando un hito para la telefonía móvil, destronar al iPhone como la mejor cámara de fotos del mercado.
Entonces, ¿ya está? sólo le faltaba eso para ser redondo. No, un nuevo problema surgía, y era la incorporación de una nueva tecnología, una pantalla OLED que mal calibrada, consiguió que el Pixel 2 tuviese el terrible deshonor de tener una de las peores pantalla del mercado. La maldición era evidente, siempre hay algo que falla, siempre, aunque se arregle lo anterior, una nueva cosa falla.
Y ha llegado el Pixel 3, corrigiendo su pantalla hasta coronarse como una de las mejores. Y su mejor baza, la cámara, ha sido incluso mejorada, demostrando como no hace falta una doble lente trasera. Todo perfecto hasta que lo miras y ves un enorme y feo fallo de diseño, un notch desproporcionado, gigantesco, sin comparación en cualquier otro móvil del mercado. O su modelo sin XL, que pese a no tener notch, tiene unos marcos superior e inferior (y mira que no soy amigo de los móviles con pantalla infinita) impropios de un móvil de su categoría.
Excusas o maldición, un año más, y son diez generaciones de smartphones, el Google Pixel 3 no está aún preparado para ser el máximo referente como hardware y software móvil del mercado. Podrá si acaso aspirar a ser uno de los mejores Android del mercado, pero su aspiración de querer enfrentarse cara a cara contra el iPhone, en una épica batalla de iPhone contra Android, aún no se puede producir.
No voy a restar méritos al Google Pixel 3 XL, un móvil que me apasiona y que a título personal (el modelo pequeño) prefiero al iPhone Xs, pero no todo el mundo piensa como yo. El nivel de exigencia con smartphones que rozan los mil euros debe ser máximo y no admitir excusas o contemplaciones, cualquier crítica debe ser implacable si se quiere ser justo y honesto.
Quizá, ese eterna insatisfacción en el usuario, sea la que a Google le sirva como incentivo para mejorar, y al usuario, le sirva para no ser conformista jamás, ni aceptar con complacencia lo servido, venga de quien venga.
Un año más, este es el Google Pixel que pudo ser y nunca fue.