Whatsapp, selfies y subir fotos de comida y gatos a Instagram, ese es el uso que la mayoría de la población da a ese pequeño ordenador de bolsillo que todos llevamos en a todas horas con nosotros. Pero el potencial de estos dispositivos para hacer avanzar a la especie humana va mucho más allá que poder consultar Twitter durante un funeral, y para la ciencia los teléfonos inteligentes son una herramienta extraordinaria.
Para los científicos, las utilidades de un smartphone son prácticamente infinitas, y van desde el acceso instantáneo a la mayor red de conocimiento y de porno reunida jamás por la humanidad a un laboratorio portátil, pasando por la posibilidad de lograr la capacidad de cálculo de un superordenador a un coste notablemente inferior. Y más allá de eso, los teléfonos se están convirtiendo en una extensión de nosotros mismos, por lo que el estudio de su uso se convierte también en el estudio del ser humano.
Aplicaciones dedicadas a los científicos
Entre los miles de aplicaciones disponibles en Google Play y otras tiendas de aplicaciones hay muchas que ofrecen herramientas para los científicos, desde aplicaciones que ayudan a resolver ecuaciones a otras que ofrecen información sobre cómo preparar soluciones o acceso a las últimas publicaciones científicas, y además son una forma muy cómoda de compartir información con sus compañeros.
Aún así, los teléfonos aún deben superar ciertas limitaciones a la hora de ser realmente útiles en laboratorio, por ejemplo muchas circunstancias de laboratorio pueden ser altamente peligrosas para un teléfono, como la humedad, agentes químicos o experimentos electromagnéticos. Además, el tener que estar continuamente quitándose los guantes para consultar o introducir datos en el teléfono también puede hacerse pesado a más de uno. Donde los teléfonos inteligentes sí se están mostrando altamente útiles para la ciencia es a la hora de recolectar información sobre el terreno. Un gran ejemplo de esto son los 86.000 animales que fueron monitorizados en África del este usando únicamente 23 teléfonos Android donados por Google y la aplicación Epicollect, ayudando a controlar brotes de antrax y rabia en Kenia.
Teléfonos modulares, un laboratorio en el bolsillo
Además, hay una serie de accesorios y de proyectos que pueden potenciar tremendamente el uso científico de los teléfonos en los estudios de campo, como por ejemplo el Project Ara. Los teléfonos modulares de Google pueden convertirse en un laboratorio de bolsillo con sólo elegir las piezas adecuadas. Los módulos biosensores serán capaces de analizar muestras en búsqueda de bacterias u otros agentes usando chips desechables con nuestro teléfono, convirtiéndolo en un auténtico laboratorio móvil del que Batman estaría orgulloso.
Pero los smartphones no sólo son una gran herramienta para estudiar el mundo, sino que el propio uso que damos a nuestro teléfono puede ser una gran herramienta para conocer al ser humano, más allá del estudio diario que sale diciendo que somos adictos a ellos y cosas por el estilo. Hasta ahora el estudio de las capacidades cognitivas de las personas se fundamentaban en pequeños grupos de voluntarios sometidos a experimentos de conducta en ambientes controlados. Sin embargo, el análisis de la enorme red de teléfonos inteligentes puede permitir a los científicos conocer mejor ciertas capacidades del ser humano, como la memoria o la capacidad de respuesta a estímulos, en situaciones reales.
Crowdscience: la ciencia la hacemos todos
Pero esta enorme red de teléfonos no sólo puede servir para analizar el comportamiento de las personas, ahora también podemos poner al servicio de la ciencia la capacidad de cálculo de nuestro teléfono gracias a aplicaciones como BOINC. Desarrollada por la Universidad de Berkeley, usa la ponencia que no usas del teléfono para realizar cálculos, sumando la capacidad de todos los teléfonos que usan la app para lograr resultados sólo al alcance de superordenadores, pero a un coste mucho menor.
Además, hay que aclarar que la aplicación por defecto sólo funciona cuando el teléfono está enchufado y con más del 95%, y únicamente se comunica con los servidores cuando al estar conectado a una red wifi. El «crowdscience» puede ir mucho más allá de prestar un rato el procesador de tu teléfono a una universidad. Una cosa tan habitual como el acelerómetro usado para saber en qué posición está tu teléfono y colocar la pantalla en consecuencia puede servir para analizar las ondas sísmicas, predecir terremotos y activar la respuesta temprana de las autoridades.
Un equipo del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia descubrió que los teléfonos actuales son capaces de detectar temblores de hasta magnitud 5 en la escala Richter, y la rápida evolución de la tecnología podría hacer que en unos años fueran capaces de mucho más. Hoy, predecir un terremoto es algo imposible, pero una gigantesca red de pequeños sismómetros podría ayudar en gran medida al estudio de estos y, tal vez, predecirlos en un futuro no muy lejano.
Estaciones de análisis del aire móviles
El análisis de la calidad del aire es otro ejemplo de cómo los smartphones pueden ayudar en el desarrollo de la ciencia. La Universidad de California, en San Diego, desarrollaron un pequeño dispositivo que unido a tu teléfono puede analizar la el aire y su calidad facilitando la información a todo el mundo y no sólo a su portador. Para que sirva de ejemplo, el Condado de San Diego tiene 6.400 kilómetros cuadrados y sólo diez estaciones que midan la polución del aire. Sólo con que cien de sus tres millones de habitantes llevasen estos dispositivos, la cantidad de información y la calidad del análisis mejoraría enormemente.
La capacidad de nuestros teléfonos móviles mejora día a día de forma exponencial y prácticamente ningún ambiente se ha resistido a ser cambiado por el auge del smartphone, y la ciencia no iba a ser ni mucho menos el sector que se les resistiese. Miles y miles de millones de personas están en este momento enviando memes por Whatsapp o buscando matches en Tinder, pero esos mismos dispositivos pueden tener un día una pequeña parte de responsabilidad en que los descendientes de aquel mono que decidió bajarse del árbol alcancen las estrellas.