¿Qué ocurre cuando te pasas de rosca con una broma? Que deja de tener gracia.
¿Os acordáis de Dumb Ways to Die? Los que lo conozcáis, quizás estéis esbozando una agradable sonrisilla al recordar a este entrañable y absurdo juego de Android. Los que no, debéis saber que se resumiría en una saga de juegos que vivió tiempos mejores. Porque no sólo sus juegos han dejado de tener gracia, sino que la misma Internet se ha olvidado de ellos.
Os contaremos la historia de lo que ocurre cuando una broma, una coña viral, un chiste es sobreexplotado hasta la saciedad y acaba en el olvido por ello. Por ello, hay que tener cierta constancia y saber que si tienes éxito, lo ideal es tratar bien a la gallina de huevos de oro, y no dejar que la avaricia rompa el saco.
Dumb Ways to Die, o cómo el metro tuvo gracia
La historia de estos adorables y torpes personajillos se remonta a 2012. Nació a partir de una campaña publicitaria de la agencia McCann Melbourne para Metro Trains, cuya empresa era encargada de la red de transporte ferroviario de Melbourne, Australia. Y con esta campaña, que se lanzó en todos los medios posibles, vino un famoso vídeo musical. Aquí lo tienes:
Internet es cómo es, y es lógico adivinar por qué este vídeo se hizo viral a nivel mundial. El vídeo en cuestión cuenta a día de hoy con más de 162 millones de visitas. La campaña fue un éxito colosal. Su objetivo era concienciar de los peligros de hacer el idiota cerca de los trenes desde la perspectiva del humor negro. La traducción del vídeo sería «Formas idiotas de morir».
Llegó hasta tal punto de que esta campaña fue la más premiada de la historia en el Festival de la Creatividad de Cannes. Multitud de premios han caído a lo largo del tiempo. Y dada tamaña hazaña ¿qué mejor idea que lanzar un videojuego? Y así fue como nació el primer juego de una saga: Dumb Ways to Die.
Dumb Ways to Die: otro éxito se fraguó
Aterrizaba en nuestra querida Google Play el primer juego de Dumb Ways to Die, de nombre homónimo. La idea era exactamente la misma: mostrar las consecuencias de hacer el idiota alrededor de los trenes y para ello teníamos no sólo a los personajes del vídeo original, sino a unos nuevos creados para el juego. Pero lo realmente «innovador» fue su funcionamiento.
El juego consistía en superar una serie de sucesivos micro-juegos a una velocidad frenética. ¿No os suena? Exacto. Usaron la misma fórmula que los Wario Ware, la exitosa saga de juegos del antagonista de Super Mario, Super Wario. Y todo hay que decirlo, les salió la jugada muy muy bien. Tuvieron otro éxito en manos en poco tiempo.
El aterrizaje de Dumb Ways to Die a Android e iOS fue todo un éxito, y el juego se descargó miles de veces
El objetivo era desbloquear personajes en nuestra estación de tren. A medida que íbamos superando micro-retos, la dificultad aumentaba y llegados a una serie de puntos, desbloqueábamos a un personaje. Una idea buena… para 2013. Al cabo del poco tiempo Dumb Ways to Die se volvía repetitivo y cansino, y había poco más que ofrecer.
El juego comenzó a perder fuelle. Anticipándose a esto, los desarrolladores crearon una segunda parte, Dumb Ways to Die 2. Dejándolo de un lado de forma momentánea, esto no ayudó a paliar la bajada de descargas de Dumb Ways to Die. Tras aumentar el contenido de forma residual, el juego sucumbió a su peor enemigo: el freemium.
Anuncios, moneda que podemos adquirir pagando… ¿Y todo para qué? Para crearnos nuestro propio «Dumb». Y sí, dichas monedas puedes obtenerlas jugando. Pero los precios de los objetos son muy altos y son muy limitados. Aparte, estos objetos son meramente cosméticos. ¿Para qué ibamos a pagar por algo así?
Y así, Dumb Ways to Die 1 se ha vuelto un juego sobrio, diferente al original que destilaba sencillez por todos sus poros y obsesionado con unos beneficios que difícilmente serán rentables. Y antes de todo esto, como recordaréis, lanzaron Dumb Ways to Die 2. ¿Y creéis que les fue bien? Bueno. Juzgad por vosotros mismos.
Dumb Ways to Die 2: ¿qué?
Tras el pequeño aperitivo que nos supuso Dumb Ways to Die, nos emocionamos al saber que los desarrolladores estaban enfrascados en la segunda parte. Esto suponía que arreglaríamos los fallos del primer juego y sobre todo tendríamos más contenido. Y ahí es cuando nació Dumb Ways to Die 2: The Games.
El concepto nos dejó un poco a todos con la ceja arqueada. ¿Juegos olímpicos? Bueno, era un enfoque distinto, y eso no estaba mal para empezar. Pero ¿qué tenía que ver con trenes? Nos aliviamos al ver que el juego seguía manteniendo los mini juegos al más puro estilo Wario Ware. Y el concepto les había salido resultón.
Con el tren íbamos a distintos recintos donde había bloques de pruebas específicos. Esto fue genial, ya que multiplicaba hasta por 6 los mini-juegos. O por lo menos, eso parecía. Cuando empezamos a salivar pensando en las toneladas de diversión que Dumb Ways to Die 2 nos iba a dar, empezaron los primeros fallos.
Para empezar, dependíamos de los llamados tickets. Sin estos no podíamos optar a «Dumbest of the Dumb», la zona más difícil y a un par más (al principio). No suponía un problema tampoco. Pero en los bloques nos empezamos a dar cuenta de que los juegos empezaban a repetirse un poco. Sí, eran distintos, pero… algunos eran reciclajes de otros.
Dumb Ways to Die 2 se resume en una idea que quiso y nunca fue
A eso se le sumaba un pésimo rendimiento que perdura a día de hoy. Incluso para la época, este juego tenía una tasa de frames inferior a otros juegos de la competencia. De hecho, para este análisis he vuelto a jugarlo e incluso en un dispositivo con un Qualcomm Snapdragon 625 he tenido problemas para obtener una experiencia de juego totalmente fluida.
Y por supuesto, ha seguido el camino de su hermano pequeño, pero en otra vía distinta (y a mi gusto, peor). Ahora hay publicidad y los pagos in-app están destinados a tener más tickets para que puedas seguir optando al nivel más grande con el que conseguir avances. Cuando te gastas los tickets, se van recargando con el tiempo o adquiriendo más en el juego.
Y la publicidad se ha vuelto excesivamente molesta. Hasta tal punto que cuando empiezas un bloque de pruebas y te salta un anuncio, el juego sigue y en el transcurso del anuncio has perdido como mínimo una vida. Algo imperdonable en un título en el que como mínimo tienes que tener unos reflejos básicos. Un envejecimiento muy malo, sí señor.
Y sería la tardanza y otro intento fracasado más lo que acabaría por enterrar a Dumb Ways en los rincones olvidados de Internet.
Dumb Ways to Die 3: sin palabras
Os voy a confesar algo. El tercer juego no lo conocía hasta ahora, y lo he jugado hace escasas horas. Y voy a dejaros clara mi primera impresión con un sencillo hecho: ha tardado menos de 20 minutos en ser desinstalado de mi teléfono. Si los otros dos primeros juegos acabaron mal, este ya es el finiquito de la saga.
En el primer Dumb Ways to Die pasamos de un minimalismo exquisito al primer paso al camino del freemium. Ya en el 2 pudimos observar cómo Metro Trains necesita sacar rentabilidad de sus aplicaciones. En el 3 se repiten estos dos casos… juntos. Y ha sido tal la decepción que he percibido que no creo que vuelva a jugar a ninguno de los 3 juegos.
Pasamos de la orientación vertical a la horizontal, y también pasamos de un complejo de juegos a una ciudad. Nuestro cometido es reparar las casas con dinero del juego para que estas nos generen ingresos. ¿Cómo lo hacemos? Con minijuegos. Pero daos cuenta de que ya no digo micro-retos o micro-juegos. Ahora son minijuegos.
Volvemos al clásico estilo freemium pero en su estado más agresivo. Anuncios abundantes, avances viendo vídeos y la posibilidad de pagar para avanzar. Para recaudar monedas, podremos elegir entre varios minijuegos al estilo endless runer para que, cuanto más hagamos, más monedas consigamos. Y sigue una de las cosas que menos me gustan del freemium: darte la mitad de tu recompensa para recibir el doble con un anuncio.
El freemium ha vuelto a Dumb Ways to Die de la forma más agresiva posible
Sólo hay que ver uno de los logros que he capturado arriba. ¡30 ads vistos! ¿Y para qué? Para desbloquear a un personaje. Y por cierto, si pensábais que la estrategia de desbloquear disfraces en el Dumb Ways to Die 1 era mala idea, han vuelto a ella. A lo grande.
Pero seguimos para bingo, porque aparte de los customizables, tenemos personajes divididos por rareza. En este caso me tocó Devil Horns, uno común. No he podido tener la oportunidad de ver las otras rarezas, pero no me importa, ya que para conseguir a Devil he tenido que pasar por las «loot boxes». Sinceramente, no entiendo esta manía por meter todo lo conocido de pago sobre Android en esta app.
Pero dejando a un lado la caterva de malas decisiones del modo de juego, vayamos a lo «interesante», a los minijuegos. ¿Qué tal están? Lo divertido de los mini-juegos del primer Dumb Ways to Die era que eran juegos originales, rápidos y divertidos que sólo conllevaban la recompensa de un personaje que no significa nada. Aquí… pues hay endless runners.
Sólo eso. Ya está. Los minijuegos que nos encontraremos (que encima son reciclajes de los primeros en muchos casos) suelen ser juegos dedicados a aguantar todo lo posible con la misma pauta y que encima sólo sirven para generar dinero. Sí, hay logros, pero sólo para obtener más peculio. Y siento sonar alarmista, pero esto me parece sumamente triste.
Y por si fuera poco, también usamos un sistema de vidas ligados al personaje. ¿Qué ocurre si fallas? Pues que esas vidas se acaban, y tienes que esperar a que se regeneren o curarlos tú mismo. ¿En serio? ¿Loot boxes, sistema de rarezas, vidas, gestión de recursos…? Se han metido todos y cada uno de los métodos posibles para generar ingresos y de una manera demasiado agresiva.
El mensaje principal del primer Dumb Ways to Die (y del vídeo en sí) era concienciar a la gente de los peligros de hacer el tonto en el metro. De hecho, en todos los juegos puedes jurar no hacer el idiota alrededor de los trenes. En Dumb Ways to Die 2 ya nos fuimos un poco a los cerros de Úbeda con las Olimpiadas. ¿Pero… una ciudad? Sí, está el tren. ¿Pero qué me quieres decir?
Esto se resume en que este juego (aparte de no ser divertido) sólo busca un fin: rascar dinero de tu bolsillo. Podéis descargarlo si queréis, aunque como en los casos del Final Fantasy XV o Naruto vais a llevaros una decepción.
Esto es lo que pasa cuando fuerzas la máquina
El problema de Internet es que puedes tener mucho éxito con algo insignificante. El problema es que para que tu éxito perdure, aquello en lo que basas dicho éxito debe ser sólido y resistente. De no serlo, te arriesgas a que si fuerzas mucho la máquina puedas acabar sin nada. De hecho, por eso he puesto la imagen de arriba. Me recuerda demasiado al caso de Angry Birds.
Ya nuestro compañero Ivan nos puso en antecedentes. Aunque los juegos de Angry Birds tengan una calidad decente y no estén del todo mal (de hecho, títulos como Angry Birds Space me parecen aún geniales a día de hoy) ya ha quedado claro que Rovio desea que sus pájaros no pasen a mejor vida. Sí, el «boom» inicial les dio una posición privilegiada. Pero ya es exasperante.
Y me da pena. Entiendo que si revolucionas las redes con algo quieras sacarle provecho. Y sigo diciendo que la idea inicial del primer juego, Dumb Ways to Die, era efímera pero genial. Sí, era un juego que cansaba al poco tiempo y acababas desinstalando. Pero fue uno de esos juegos que le enseñabas a tus amigos para reiros un rato y pasar unos minutos agradables.
Ahora… Dumb Ways to Die no sólo ha pasado a un segundo plano como «fenómeno», sino que sus juegos han derivado en 3 títulos poco diferentes entre sí que cumplen todos los requisitos para ser cualquier juego más de Android. Juegos llenos de publicidad y que se alejaron del espíritu original que gustó tanto allá por el año 2012, hace 6 años.
A si que ya sabéis. Si sois la nueva «sensación de Internet» mañana y queréis vivir de ello, nadie os culpará. Pero como forcéis la gallina de los huevos de oro tal y como han hecho Metro Trains y Rovio, pasará de daros huevos de oro a piedras. Aunque no me quiero imaginar a una gallina poniendo piedras…
Y así finaliza la historia de cómo el metro fue una vez divertido.