Los selfies han llegado demasiado lejos, es algo con lo que nos toca convivir en los tiempos que corren, y a pesar de que a algunos nos cueste entender, se ha convertido en una moda que cada día gana más adeptos gracias a aplicaciones como Instagram y Snapchat.

Una de las mejores maneras de promocionar tu producto es ofrecer una serie de características que los usuarios demandan y que la competencia no tiene. Mientras que en los primeros smartphones demandábamos rendimiento, llegaron nuevos frentes en el mercado como el de las cámaras de calidad y las grandes pantallas. Con el paso de los años han evolucionado todos los componentes, dejando de lado las cámaras frontales. Era necesario un motivo que justificase la mejora de este componente, y nada mejor que crear una moda como reclamo.

Los teléfonos orientados al selfie son una realidad

Algo cambió en la gala de los Óscar de 2014, cuando Samsung provocó el selfie más famoso de la historia. En aquel momento, los teléfonos contaban con una hardware bastante potente, pero en su mayoría con cámaras frontales que dejaban mucho que desear. Lo que empezó como un movimiento de marketing por parte de Samsung para presumir frente a la competencia ha acabado convirtiéndose en una lucha sin cuartel.

No solo con aplicaciones dedicadas a selfies, los fabricantes se han dado cuenta de que a sus potenciales clientes les gusta compartir su rostro por Internet, añadiendo la cámara frontal como una característica más que tener en cuenta a la hora de comprar un teléfono de gama alta, en ocasiones por encima de especificaciones tan importantes como la memoria RAM o la batería.

Eso solo fue el comienzo, las semillas del selfie sembradas durante 2014 están comenzando a florecer durante este año con teléfonos de gama media cuya principal característica no es la pantalla o el rendimiento, sino su cámara frontal.

No son pocos los teléfonos que han entrado en esta batalla, ejemplos como el HTC Desire Eye han llegado al mercado incluyendo tanto en la parte frontal como trasera el mismo sensor, mientras que fabricantes como Oppo lanzan al mercado dispositivos con cámara rotatoria como el caso del Oppo N3. En el caso de estos terminales hablamos de equipos que cuentan con buen hardware, pero que generalmente son recordados por su cámara, por lo que en vistas al público al que van dirigido los terminales orientados a los selfies cada vez recortan más en ciertas especificaciones que no serán recortadas.

Casos como el del Sony Xperia C5, terminal de 400 euros que incluye chip MediaTek cuyas principales bazas son su gran pantalla y su fantástica cámara frontal. Las grandes pantallas y las cámaras frontales parecen poderosos aliados, puesto que al igual que Sony, Asus con su Zenphone Selfie y Lenovo con su Vibe Pro X2 son buenos ejemplos.

¿Es buena idea que la cámara frontal sea protagonista?

Hasta el momento nos hemos encontrado con un gran número de teléfonos orientados a los selfies, pero en el día a día aún no hemos conocido a ningún superventas cuya principal baza sean los selfies. Quizás se deba a que aún no ha llegado la temporada fuerte de ventas (y estaremos pendientes de su posible éxito en navidad), pero existen muchos más factores.

¿Merece la pena gastarse el dineral que cuesta un teléfono nuevo por salir mejor en nuestros selfies? A menos que te sobre mucho dinero, la respuesta en la mayoría de ocasiones será un rotundo no, y es que el hecho de que valoremos mucho una característica no siempre va a significar que vayamos a comprarnos un teléfono nuevo por ella.

Los teléfonos dedicados a los selfies tienen su público, pero el principal problema es que sin precios atractivos o mejoras gigantescas, no existen motivos de peso para cambiar de terminal, debido a que los amantes de los selfies suelen ser usuarios con gran afición a las redes sociales y la mensajería instantánea, aplicaciones que debido a su bajo consumo de recursos, no resuelven nuevas necesidades.

Es aquí donde entra en escena la pantalla, siendo principal causa de que los terminales orientados a los selfies lleguen con grandes pantallas. Tener una pantalla enorme donde editar nuestras fotos y curiosear por las redes sociales hacen que los amantes de los selfies vean a los nuevos terminales como algo sustancialmente superior, incluso si el hardware interno es inferior.

¿Realmente convierte a este tipo de smartphone en una estafa?

Cada vez existen más smartphones orientados al público amante de los selfies y las redes sociales, y dadas las características técnicas aquellos usuarios con más conocimientos en hardware solemos escandalizarnos, cuando olvidamos ponernos en la situación del tipo de persona al que va destinado.

Alguien que vaya a usar un smartphone para echarse selfies y pasar las horas en Facebook no necesita un Snapdragon 810, porque lo que le va a importar es que el teléfono funcione, que la pantalla se vea bien, y que las fotos salgan sensacionales, y ahorrarse unos euros en componentes que no van a necesitar resultan cruciales para mejorar los detalles que si van a apreciar.

Los smartphones dedicados a los selfies son un producto con personalidad propia, y según nuestras necesidades nos parecerán el smartphone sin el que no podemos vivir o un producto muy descompensado, pero al final esa personalidad es la que evita que vivamos en un mercado de clones donde todos quieren parecerse al iPhone o Galaxy de turno.