Estamos en plena campaña de lanzamiento del LG Optimus G en España, pero mientras tanto, en un universo paralelo como en Fringe, en EEUU están en plena campaña de lanzamiento de su sucesor, el LG Optimus G Pro, uno de los teléfonos más potentes y competentes del panorama android y de la telefonía en general, a la altura de sus rivales, los Xperia Z, HTC One, Galaxy S4 entre otros.
Nos llevan una generación de adelanto, un abismo si nos comparamos, y más aún si tenemos en cuenta que el que se está comercializando en España es un clon del Nexus 4 el doble de caro, con mejor cámara, un diseño más feo y una interfaz propia llena de bloatware y una versión de Android antigua. La distancia entre LG y el usuario con gestos así es insalvable, un universo, o dos.
Nosotros ya hicimos un repaso en vídeo durante el MWC con galería de fotos incluída donde hemos visto sus impresionantes características, que como decía, son equiparables a las de sus rivales, incluso destacando en la capacidad de la batería, también en parte porque son casi entre 0,8 y 0,5 más de tamaño de pantalla, en la línea de los Note.
LG no tiene un problema de innovación, ni de calidad en sus productos, ni mucho menos. Lo que si tiene LG es un problema serio con su distribución y con las preferencias que da a los diferentes mercados. Hace años, podía colar, pero en un mundo multicomunicado e hiperconectado, intentar colar al usuario un smartphone de hace un año al mismo tiempo que promocionas el nuevo, es de reírse en la cara de la gente, y eso no suele gustar.
El desgaste de LG como referencia en Android es evidente. Los retrasos en las actualizaciones no los solucionan, y con situaciones como esta, en la que vemos como un gran teléfono como este, se olvida del mercado Español, como si eso no importase, como si lo ganado con el prestigio que les ha dado la alianza con Google en el Nexus 4, se arrojara por la borda.
Yo entiendo que haya preferencias con el mercado Norteamericano, por supuesto, siempre las ha habido, pero una cosa es preferencias y otra esta dejadez.
Es una lástima.