No es ningún secreto que Google guarda absolutamente todo de lo que comunica un móvil con sus servidores: desde las búsquedas a la localización del teléfono; y traza una ruta muy precisa de por dónde se movió dicho teléfono. Dado que toda esta información es sumamente esclarecedora, la policía estadounidense la está utilizando para resolver casos criminales. Con un daño colateral bastante grave: la inculpación de inocentes.
Dado que el móvil registra puntualmente la ubicación para así utilizarla en caso de pérdida del teléfono o de emergencia (además de para facilitar otros servicios propios de Google), todos dejamos un rastro en el mapa con las coordenadas y las horas de paso. Así que, cuando ocurre un crimen en un lugar concreto, basta con contrastar las horas y el lugar con el historial de ubicaciones: automáticamente se obtiene una lista de dispositivos sospechosos.
Como relata a la perfección The New York Times en un extenso artículo, la policía estadounidense ha escalado sus peticiones a Google para que la empresa les ceda información de todos los dispositivos que pasaron por una zona concreta a horas determinadas. Esta información es completamente anónima, pero la cosa cambia si la policía tiene serias certezas de que dispositivos específicos son sospechosos del crimen.
Google da a la policía una lista de dispositivos sin identificar usando el historial de ubicaciones
Ante órdenes judiciales las empresas tecnológicas se ven obligadas a ofrecer la información que los organismos policiales demanden. Siempre con ciertos límites ya que, como sabemos ante casos de Apple y el móvil de San Bernardino, no siempre acceden a vulnerar la privacidad de los usuarios. Con el historial de ubicaciones es otra historia.
Como relata The New York Times, la policía (al menos la estadounidense, desconocemos si el resto de cuerpos estatales utiliza estos sistemas) pide a Google un listado de dispositivos que estuvieron en la escena del crimen dentro de un margen horario; Google analiza la petición y entrega un listado de dispositivos anónimos que casan con los requerimientos de lugar y de hora; la policía contrasta las ubicaciones con sus pesquisas y rutas de los sospechosos; de haber coincidencias, y existir sospechas fundadas de que alguno de los dispositivos entregados por Google podría ser el criminal, la empresa debe entregar los datos concretos del dispositivo.
Utilizar el historial de ubicaciones para esclarecer crímenes es un uso lógico y hasta cierto punto defendible. El problema es que, como las ubicaciones no tienen por qué ser exactas ya que dependen de la configuración del teléfono, conectividad del GPS y proximidad de las antenas de telefonía, son muchos los inocentes que se han visto acusados, y hasta encarcelados, porque su móvil posicionó en el lugar y la hora menos adecuados.
Inocentes se han visto acusados, y hasta encarcelados, porque pasaron por la zona con su móvil
El sistema de posicionamiento tiene un doble rasero, como todo lo que afecta a la privacidad de los usuarios. Es cierto que ofrece ventajas claras (encontrar un móvil perdido, recordar los sitios donde estuvimos…), pero también implica un uso mucho más oscuro de todos los datos que se recaban. Y Google guarda demasiados de nosotros solo por encender un móvil Android. Y aunque no sea Android, que basta con abrir las apps de Google en un iPhone para que este comparta también el historial de ubicaciones.