Google nació como una pequeña empresa de desarrollo, con un producto innovador: un buscador que presumía de limpieza y —sobre todo— de eficacia. Desde los últimos años del siglo XX a estos días mucho han cambiado las cosas, y Google es mucho más que una empresa con un buen buscador, sobre todo en países como España donde su cuota de mercado es casi total.
El mayor triunfo de la compañía fue centrarse en los smartphones incluso cuando eran algo excepcionalmente minoritario. No en vano compraron Android para poder desarrollar su propia plataforma, una que regalarían a sus socios, y sólo cobrarían por poder usar sus aplicaciones.
Esto catapultó a la compañía hasta convertirse en la líder de un mercado, al menos en número de dispositivos con su sistema operativo instalado. La estrategia fue soberbia, darle a los fabricantes un software de forma gratuita para que ellos lo usaran en su hardware.
Éxito en móviles
Este movimiento propició que todas las grandes marcas acabaran usando Android, en vez de desarrollar sus propios sistemas operativos. Algunas lo intentaron, como Samsung con Tizen o Palm con WebOS, pero sufrieron el mismo destino que Nokia o BlackBerry, que tenían sus propios sistemas, pero eran extremadamente anticuados. Esto permitió a Google hacerse con el control de los datos de millones de móviles, y conseguir que su pilar fundamental, el de la publicidad online, no se tambaleara.
A cambio, los fabricantes vieron cómo sus terminales eran cada vez más indistinguibles unos de otros, por lo que la fidelización de sus clientes era imposible. Y eso dejó cadáveres en el camino.
Actualmente la guerra del software no tiene como frente principal los smartphones, sino los coches. La electrificación de los vehículos viene de la mano de una mayor inteligencia en los mismos. Si los smartphones eran ordenadores de bolsillo, los coches serán ordenadores sobre ruedas. El mejor ejemplo de ello es Tesla, y quizás es también la excepción a lo que pretende Google. Los fabricantes de vehículos pueden presumir de crear buenos motores, de usar materiales de gran calidad o de ofrecer una experiencia de conducción soberbia. Pero de lo que no pueden presumir es de hacer buen software.
Google lo sabe, y por eso diseñó su propio sistema operativo para coches, Android Automotive, capaz de ofrecer una experiencia de primer nivel en los vehículos de diferentes marcas. Iba mucho más allá de Android Auto, integrándose con los datos del coche, la autonomía, visión de cámaras, etc.
Coche de 'Troya'
La intención de Google es repetir la jugada maestra que ejecutó con los móviles. Crear el software que iría en el hardware construido por otros, usar los datos para obtener beneficios y no tener que arriesgar su propio dinero en fábricas y logística.
Como es lógico, Google gana mucho más con el software que lo que ganan las marcas de móviles Android con el hardware, y los fabricantes de coches lo saben. Esto explica que algunas marcas, como Mercedes, estén realizando acuerdos con Google para integrar sus mapas y YouTube, pero no para usar Android Automotive. Otra compañía que también estaba empezando a recular es GM, que se aliaría con Google para desarrollar un sistema propio, pero no para usar Android.
Las marcas han visto las barbas de sus vecinos, los fabricantes de móviles, cortar, y no quieren poner las suyas a remojo. El problema es que van a pelearse contra los gigantes del mundo tecnológico. Sí, en plural.
Y es que en este nuevo enfrentamiento no hay que olvidar a Apple, que presentó su sistema CarPlay para coches hace unos meses y que, por ahora, se ha encontrado con una recepción mucho más fría de lo esperado. El motivo es el mismo que en el caso de Google: los fabricantes no quieren pasar a ser simplemente una fábrica de hardware. La entrada de Apple en el sector es percibida como una amenaza, con mucha lógica.
Alguno se podría extrañar de que Apple estuviera ahora dispuesta a crear un sistema operativo licenciable en vez de lanzar su propio coche ¿Si iOS sólo está en los móviles de Apple, por qué CarPlay estaría en los coches de los demás? La respuesta es sencilla: la economía de las suscripciones.
Al igual que pasa actualmente con los pagos mensuales que hacemos para guardar nuestras fotos, ver nuestras series o películas o tener espacio en la nube, en unos años será común pagar mensualmente para que nuestro coche tenga ciertas funciones. Esos pagos estarán vinculados al software del vehículo, y quien lo controle tendrá la capacidad de ganar dinero con ello.
Actualmente BMW, Mercedes o Tesla ya cobran a sus usuarios por mejoras en sus coches, ligadas al software o incluso al hardware. En el futuro esto será mucho más acusado y los fabricantes de coches, Apple y Google lo saben.
Poder para el usuario
La contradicción de todo esto es que los compradores de vehículos cada vez dan más importancia al sistema de control del coche, las aplicaciones, la integración con el móvil, etc. Es por eso por lo que Tesla gana muchos adeptos en muchos países, por más que sus coches no sean los más llamativos en muchos aspectos, y polaricen.
Tesla tiene una experiencia de usuario increíble, similar a la del iPhone de Apple, y la gente valora eso. Lo valora tanto que es capaz de cambiar una decisión de compra por este motivo, y es que la interacción con los coches ya va mucho más allá de lo que representa el volante, la palanca de cambio y los pedales...
Google lo sabe, e intenta convencer a algunas marcas de que es el camino. El problema es que las que decidan separarse de esa ruta marcada por la empresa de Mountain View tendrán un inconveniente a la hora de competir, porque no pueden rivalizar con Google a la hora de crear software, y Volkswagen es un buen ejemplo con el fracaso de su plataforma de software. Le ha costado una mala reputación, atrasos y pérdidas, además de la cabeza de su anterior CEO.