Aunque el auge de las IPTV pueda darlo a entender, la piratería de contenidos audiovisuales en Internet no es algo nuevo. Lleva existiendo casi el mismo tiempo que la propia red, al menos desde sus inicios como red fuera del ámbito militar. En España a finales del siglo pasado y principios de este fueron muy populares páginas web donde descargar todo tipo de contenido que luego se almacenaba, normalmente, en CDs.
La propia evolución de la tecnología dio pie a la creación de redes P2P, es decir, redes de pares que permitían la compartición de contenido entre ordenadores sin que hubiera un servidor que cerrar. Programas como Emule o Torrent estaban en casi todos los ordenadores domésticos, pese a las limitaciones de las redes de Internet de la época.
La piratería no fue mayor aún porque con las líneas de cobre las velocidades que se podían obtener obligaban a dejar los ordenadores encendidos muchas horas para descargar unos pocos títulos. Y la fiabilidad de los mismos tampoco estaba asegurada. Pese a eso se usaban mucho, tanto que la administración llegó a poner un canon a los dispositivos que permitían almacenar datos, porque se presuponía que en algún momento servirían para piratear contenido ilegal. Algo que parece que volverá.
Llegó el cambio
Pero esa situación empezó a cambiar cuando empezaron a llegar a España propuestas que, hasta el momento, parecían de ciencia ficción. En un momento en el que comprar una película podía costar entre 15 y 20 euros que alguien ofreciera una tarifa plana de cine y series por menos de 10 euros al mes era algo rompedor.
Netflix llegó a España en 2015 y entró como elefante en cacharrería, logrando lo que años de redadas policiales, aumentos de las penas y anuncios en televisión no habían conseguido: disminuir radicalmente la piratería. Y lo había logrado cobrando por ello. Esto demostró a muchos que lo que la gente quería no era acceso gratis a todo, sino un precio que estuviera dentro de las posibilidades del ciudadano medio.
El éxito de la plataforma atrajo a muchos otros jugadores, y las aplicaciones de streaming se volvieron muy populares. Llegó HBO, también Prime Video y más adelante otras como Filmin, Disney+, AppleTV+ o Sky Showtime. Y ese fue el principio del fin.
Una no, muchas
La sencillez que había aportado Netflix permitió a muchos colgar su sombrero pirata y pagar religiosamente la cuota de Netflix para poder ver todo lo que quisieran en cualquier lugar y momento. Era más caro que piratear, pero infinitamente más cómodo.
La llegada de múltiples plataformas hizo que el coste mensual para tener acceso a todo lo que se emitía fuera mucho mayor que antes, alcanzando cotas absurdas si se quería poder ver cualquier plataforma de las disponibles. Pero el mayor problema no fue ese, fue el aumento de precios.
Las compañías que habían desarrollado la infraestructura para servir contenido en streaming también habían apostado por la creación de contenido, lo que suponía un gasto ingente de miles de millones de euros cada año, y eso había que recuperarlo. Y lo están haciendo subiendo los precios de sus tarifas mensuales, algunas una vez y otras cada pocos meses.
Esto ha hecho que la gente empiece a plantearse darse de baja de ciertas plataformas, ante el aumento del coste de todo por culpa de la inflación, y de esto en particular por culpa, además, de la necesidad de las empresas de recuperar parte de la inversión, sobre todo ahora que los préstamos para crear nuevo contenido son mucho más caros por el aumento de los tipos de interés.
El ejemplo más claro de esto es Dazn, una plataforma de streaming para deportes que llegó a España con una cuota mensual de 9.99 euros y actualmente cobra en su tarifa estándar 39.99 euros. Hay varias opciones de contratación, pero el aumento del importe mensual ha sido rocambolesco, mucho mayor que en otras plataformas, que también han subido los costes de acceso. Pero hay casos casi igual de llamativos en el mundod el streaming de series y películas. Apple TV+ ha subido sus precios un 100% desde los 4,99 euros de lanzamiento hasta los 9,99 euros actuales. Y Neflix ha eliminado en España su plan de precios básico.
También hay empresas, como Movistar, que se adaptan al mercado del streaming apostando tanto por una IPTV tradicional como por su propia aplicación de streamiing, una alternativa española a propuestas como las de Netflix o HBO. Su mayor ventaja es la existencia de deportes en un mismo paquete mensual.
Vuelve la piratería
Todo esto ha provocado un aumento espectacular de la piratería en España, pero no de la forma en la que estábamos acostumbrados. En la era del streaming los usuarios no quiereon dejar de tenerlo todo en una aplicación instalada en su móvil o en su televisión, y eso es lo que ofrecen muchas plataformas de IPTV piratas. Estas propuestas se han popularizado y se venden en tiendas como Aliexpress o en canales privados de Telegram.
Lo curioso es que el uso de estas IPTV ilegales no es gratuito, y los usuarios pagan unos 50 euros al año por poder usarlas. La cuestión es que, si se compara este coste con el de poder tener el acceso al deporte y a varias plataformas de cine y series, el gasto es mucho menor.
Eso vuelve a demostrar que lo que la mayoría de usuarios busca no es algo gratuito, sino algo con un precio adecuado y que le aporte mucha comodidad. Eso es lo que están logrando estas IPTV piratas, aunque está claro que la justica no está de brazos cruzados.
Un crecimiento bestial
La popularización de los sistemas de IPTV legales, como los que comercializan las operadoras, es enorme en todo el mundo. En 2023 se estima que llegarán a los 285 millones. Esto hace que la tecnología sea mucho más popular, y que los usuarios no tengan miedo de dar el salto a variantes piratas si les compensa económicamente.
El uso de los IPTV piratas en Europa está en auge desde hace varios años. Ya en 2021 se estimaba que el 17 millones de personas de entre 16 y 64 años hacía uso de este tipo de servicios, aunque fueran ilegales. La cuestión es que entre los jóvenes el uso es mucho mayor, proporcionalmente, con casi 6 millones de usuarios.
Esto es especialmente dañino para las emisiones deportivas españolas, que han visto caer sus abonados de pago un 14% en los últimos tiempos. Ya es común que los usuarios menos avezados tecnológicamente se hayan interesado en instalar aplicaciones en sus móviles o en sus televisores, algo que no sucede con otras tecnologías.
Líos judiciales
Este cambio en el paradigma no es exclusivos de mercados como el español, sino que se ve en más países. En todos la justicia está recibiendo cada vez más peticiones para bloquear el acceso a este tipo de contenido, por violación de la propiedad intelectual y por el perjuicio económico que supone.
Muchas de las opciones de bloqueo de estas estaciones piratas se ponen en manos de las operadoras, que no quieren ser, de nuevo el verdugo de sus usuarios. En Italia ya hay empresas que se oponen a ejecutar esos bloqueos, porque les supondría un coste que no están dispuestas a asumir.
Otras posturas, mucho más agresivas, incluso proponen multar a los usuarios que hagan uso de este tipo de plataformas con miles de euros, algo que sería extraordinariamente impopular en ciertos países. También se han empezado a perseguir a los vendedores de decodificadores ilegales que permiten ver contenido, como el fútbol, sin pagar.
La situación actual recuerda más a la que había antes de la popularización de los servicios de streaming que a la de hace un par de años. Los cambios legales y las costumbres de los usuarios irán modificando la realidad de unos servicios que siguen siendo ilegales tal y como están planteados ahora mismo.
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