Estamos en un momento crítico en el sector de la automoción. Se están uniendo dos tendencias que van de la mano aunque no son lo mismo. Por un lado tenemos los coches conectados, que llevan una experiencia a los vehículos que antes sólo teníamos en los ordenadores. Es algo similar a lo que sucedió con el paso de los teléfonos móviles a los smartphones.
Prácticamente todas las marcas de automoción están ofreciendo nuevas funciones en sus coches que implican que los mismos necesitan una conexión a internet, sea mediante Wifi o mediante una SIM de datos. Algunas marcas incluso tienen tarifas para sus coches, para que tengan conexión en todo momento. Hasta la inteligencia artificial ha llegado a algunos modelos.
La otra tendencia es mucho más conocida y polémica, la llegada de la electrificación a un mundo que lleva más de 100 años sin cambiar los motores de propulsión de manera drástica. Esto ha supuesto un gran aluvión de críticas por parte de usuarios y fans del motor que no ven en la electrificación un futuro plausible, por muchos motivos.
La velocidad de carga
Uno de los argumentos esgrimidos por los detractores de los coches eléctricos es lo mucho que tardan estos en cargar su batería para hacer menos kilómetros de los que se consiguen con un tanque de combustible. Actualmente las velocidades medias de carga implican una espera que va desde la hora en autopista en ocasiones hasta mucho más tiempo en la carga lenta en casa.
Es obvio que la carga lenta, la llamada carga desatendida, se hace en momentos en los que no hay que estar pendiente del coche, como cuando estamos durmiendo. Sin embargo, en la carga en carretera, de viaje, es mucho más importante el tiempo que se dedica a cargar el vehículo, ya que no se van a hacer pausas largas, al menos no normalmente.
Es por eso por lo que los principales fabricantes se están esforzando en crear protocolos de carga muy rápidos, que permiten continuar la marca en pocos minutos. Eso sí, para eso hacen falta tecnologías previamente puestas en los coches y cargadores con potencias muy elevadas. Vamos, lo mismo que ha pasado con los teléfonos en los últimos años.
De 240 W a 500 KW
Los fabricantes chinos se han ido distanciando de los coreanos y estadounidenses al apostar por velocidades de carga mucho mayores. Hablamos de los móviles, pero también de los coches. Marcas como OPPO o Realme han presentado modelos de smartphones con cargas de hasta 240 W, lo que permite cargar un móvil en unos 10 minutos.
Por comparación, cargar un Pixel, un iPhone o un Samsung, lleva mucho más tiempo, hasta 6 veces más en función del cable elegido y del modelo analizado. Las firmas que no apuestas por la carga rápida indican que es para preservar la capacidad de la batería, que se degradaría de una manera mucho más acusada si las velocidades fueran mayores.
En el sector de la automoción estamos viendo algo similar, con marcas como Tesla apostando por cargas de 170 y 250 KW pero con las marcas chinas llevando esas cifras mucho más lejos. Xiaomi confirmó en el MWC que su Xiaomi SU7 era capaz de cargar en 5 minutos la batería necesaria para recorrer 200 km. Además, en 15 minutos superaba los 500 km de autonomía.
Otra marca se ha vuelto viral en los últimos días es Li Auto con su modelo Mega, una suerte de minifurgoneta capaz de superar los 500 KW de velocidad de carga, lo que se plasma en su pantalla con un porcentaje de carga que sube en tiempo real. Este modelo está sólo disponible por ahora en China, pero es cuestión de tiempo que estos fabricantes den el salto a Europa como están haciendo rivales como IM o BYD.
La importancia de la red de recarga
Hay un aspecto en el que los móviles no se parecen a los coches y es que en el caso de los primeros lo único que se necesita para cargar al máximo el dispositivo es usar el cargador que viene en la caja de compra. En el caso de los vehículos es necesaria la existencia de una infraestructura que permita la carga rápida en todos los países por donde se circule.
En China hay empresas que están desarrollando su propia red de recarga, y en otros países como España compañías como Ionity o Zunder tienen multitud de puestos con cargadores de 300 KW de velocidad de carga o más. Aún no son suficientes como para cargar los coches a las velocidades vistas en China, pero poco a poco es de esperar que esa red sea cada vez más tupida y que los coches cada vez tengan mejores velocidades de carga.
De nuevo, esto es solo algo importante en el caso de que se vaya a viajar con ellos, porque en el día a día un puesto de carga lenta es más que suficiente para dejar el vehículo desatendido y esperar que, en el tiempo en que no se usa, su batería suba lo suficiente como para cogerlo cuando nos haga falta.
También será clave la evolución de las tecnologías de las baterías, que permitirán un menor tamaño, mayor autonomía, menor peso, mayor velocidad de carga y menor precio en un futuro. Las baterías de estado sólido serán una de esas opciones y parece que serán una realidad en 2025.