La Unión Europea se ha consolidado como una de las regiones del mundo con más regulación, lo que le ha acarreado no pocas críticas, pero también ha conseguido ciertos hitos. El último en la industria móvil es haber forzado, por fin, a Apple a adoptar el puerto USB-C para sus smartphones. Hay, obviamente, ventajas e inconvenientes para España y el resto de miembros.
Pero que Europa sea la adalid en este tema no quiere decir que el resto de países no tengan estrategias similares. Hace unas horas el Departamento de Justicia de EEUU ha pedido a los tribunales que Google se deshaga de su navegador Chrome. Esta petición se venía estudiando desde hace meses y se engloba en un caso mayor de prácticas monopolísticas que según el gobierno americano está llevando a cabo Google. De hecho, Google confesó que paga a los fabricantes, incluida Apple, para que Android luche contra iOS.
Junto a eso, podría obligar a la empresa a romper su contrato con Apple, por el que le paga unos 20.000 millones de dólares anuales por ser el buscador por defecto de los iPhone y los iPad. Pero la mayor amenaza que ha realizado la administración estadounidense ha sido la de pedir que Google se desvincule de Android.
Que Chrome no se integre dentro de Android o que Google no lo controle podría suponer ciertos cambios, pero serían mayormente dentro de Google. Hay muchos usuarios que utilizan otros navegadores con el mismo núcleo de Chrome, como Edge o Brave, e incluso quienes usan Firefox.
Pero la potencial venta de Android, como menciona Kent Walker, podría ser algo que sacudiera los cimientos de toda la industria. Las últimas dos décadas se han basado en la polarización entre iOS y Android y esto podría llegar a su fin si Android se vende a otra compañía y eso cambia la relación con el resto de fabricantes de móviles del mundo, todos los cuales, salvo Apple, usan este sistema operativo.
La temida fragmentación
Si Google se ve forzada a vender Android habría que considerar quién podría comprarla. Es de extrañar que el gobierno estadounidense le diera el visto bueno para que la comprara una empresa extranjera, máxime con la toma de posesión de Donald Trump, con una agenda mucho más proteccionista que su antecesor.
La compañía que comprara Android tendría tres opciones. Por una parte, podría mantener el actual statu quo haciendo que Android fuera gratuito para sus clientes pero a cambio de ganar algo con ello. Por ejemplo, que se integraran sus servicios. Una empresa objetivo podría ser Microsoft. Pero esto desembocaría, más pronto que tarde, en una situación similar a la actual.
La otra opción es que la empresa que adquiera el sistema operativo no quiere colocar otros productos a sus clientes, pero entonces debería cobrar por el uso de Android, algo que echaría del mercado a muchas marcas y, lo que es peor, haría que muchas otras se plantearan dejar Android. Esto no es algo que no se haya visto ya. Empresas como Amazon o muchas chinas han usado la versión AOSP del sistema para crear alternativas compatibles con Android pero que no dependían de Google.
El caso más extremo es el de Huawei, que ha desarrollado un sistema operativo propio que ya es independiente de Android, HarmonyOS Next. Esto ha implicado crear un ecosistema y, lo que es más difícil, convencer a los desarrolladores de que crearan aplicaciones para su nuevo sistema. El caso de Huawei era algo plausible dado el músculo social y financiero que tiene en China, pero otras marcas lo tendrían más complicado.
Por último, cabría la posibilidad de que un fabricante de móviles comprara Android. Samsung seguramente sería el mejor posicionado, pero eso le daría tal ventaja con respecto a sus competidores que posiblemente ahuyentara al resto de marcas. No tenemos que perder de vista que esto no sería algo nuevo. LG compró WebOS y actualmente lo usa en sus televisores, pero el resto de fabricantes no tiene interés en usar ese sistema.
El peor escenario sería que cada marca acabara optando por un sistema operativo propio, algo parecido a lo que sucedía antes de la actual era de los smartphones. Había modelos con Symbian, otros con Maemo, otros con Window CE... Obviamente todos ellos eran incompatibles entre sí, lo que nunca permitió la creación de un gran ecosistema.
¿Apple beneficiada?
El golpe que recibiría Apple si se viera obligada a renunciar a los 20.000 millones de dólares que Google le paga por posicionar su buscador sería enorme. Sin embargo, si eso implica la desaparición de Android tal y como lo conocemos, puede que incluso le beneficiara. Quizás no tanto como a los principales rivales de Google, pero aún así sería positivo.
La base de usuarios de iPhone está tocando techo, porque quienes quieren usar un móvil de esta empresa ya lo hace, salvando los motivos económicos. Si Android se derrumba como ecosistema iOS se quedaría no como la mejor opción, sino casi como la única, en cuanto a ofrecer un sistema con millones de aplicaciones compatibles y una vinculación perfecta con el resto de dispositivos que usamos en el día a día, como los ordenadores.
Esto podría suponer un salto en la cuota de mercado de Apple enorme, que podría poner el colofón lanzando un iPhone de precio mucho más ajustado sólo para atraer a esos nuevos potenciales clientes. Y sí, quizás eso nos orientara hacia un nuevo caso de monopolio en el futuro, pero tampoco sería extraño. Microsoft ya pasó su penitencia, ahora parece que le toca a Google y nada impide pensar que en el futuro sería Apple.
Más allá de los móviles
Pese a que los smartphones sea, con mucha diferencia, el mayor dominio de Android, este sistema operativo también está presente en muchos otros aparatos, como relojes, tablets... o coches. Una escisión de Google pondría en peligro el desarrollo de estos sistemas, pero también abriría el camino a otras alternativas, que actualmente no tienen cabida porque es imposible luchar contra un servicio gratuito de calidad, como es Android. Lo mismo pasa con Chrome, que podría ser mejor de no haber estado bajo el escrutinio de Google y su necesidad de cuidar los ingresos por anuncios, según ha afirmado un antiguo empleado.
Por último, habría que considerar cómo afectaría al desarrollo de aplicaciones si se da la temida fragmentación. Eso podría redundar en un menor número de apps, en menos empresas que se puedan dedicar a ello y, por supuesto, muchos menos desarrolladores independientes viviendo de eso.