¿Cómo ahorrar batería en Android? Hay cientos de artículos, también en El Androide Libre, pero no uno como éste: en forma de relato. De ficción y basado en hechos reales.
-¿Pero cómo es posible?
La resaca le golpeaba la cabeza con rabia, como si quisiera darle forma al cerebro igual que el herrero forja una armadura. Se levantó del sofá a cámara lenta y fue revisando punto por punto el entorno. Se extrañó de estar en un comedor que no era el suyo, con una ropa que tampoco era la suya y, a pesar de que reconoció el teléfono incluso con el fuerte dolor de cabeza, encontró en él algo tan curioso que todo lo demás pasó a un segundo plano.
-¡Aún tiene batería, es imposible!
Revisó las aplicaciones abiertas, entró en la configuración de batería y se quedó absorto ante la gráfica de consumo: todos los datos mostraban una autonomía que se le antojaba fuera del mundo infernal al que la resaca le había arrojado.
-¿Cómo es posible? -Siguió hablando en voz alta-. Si no lo cargo desde ayer por la mañana. Y estuve sin un enchufe todo Año Nuevo. ¡Esto es magia!
Repasó mentalmente los pasos que había dado desde que compró su nuevo móvil. Tras adquirirlo justo la semana de fin de año, y dudar ante la idea de llevárselo la primera noche de 2017, decidió hacerle frente al riesgo confiando en los ajustes «marca de la casa» que tan buen resultado solían darle. Si su viejo móvil aguantaba como un campeón, era de esperar que aplicando los ajustes al nuevo también consiguiese una mejora en el gasto. Pero lo obtenido sobrepasaba cualquier expectativa.
Echó una ojeada alrededor sin detectar rasgos familiares en la estancia. Era un comedor desconocido para él. Decorado con el estilo «vintage» de un apartamento de jubilados, y con un televisor como único rastro de no haber abandonado el recién estrenado 2017, aquel comedor parecía surgido de un sueño. Cayó en la cuenta de que quizá el móvil guardase algún rastro de lo ocurrido durante el lapso de tiempo que se había esfumado de su memoria. Hizo un esfuerzo. Lo último que recordó fue la ronda de chupitos con su grupo de amigos, incluida la chica que conoció justo con la última campanada.
-¡Esa chica!
El rostro femenino se le apareció difuminado ante los ojos, como si fuese un holograma que pudiese palpar y hasta oler. Su perfume se desplazó entre las conexiones neuronales hasta materializarse en la pituitaria.
-¿Cómo se llamaba? -Desbloqueó el móvil y fue hasta la aplicación de contactos. La nueva entrada se chivó del nombre-. ¡Marta! Suerte que no se me acabó la batería y pude guardar su móvil. Y si… -Entró en la galería. Como ocurría en una conocida saga de películas, el carrete de la cámara guardaba toda la secuencia de una noche que parecía loca-. Ahora ya sé por qué no tengo mi ropa…
Una foto de todo el grupo de amigos tal y como vinieron al mundo mientras sujetaban en alto un vaso de chupitos, otra imagen de él corriendo en calzoncillos por la calle mientras le perseguía la policía, una fotografía de Marta alcanzándole su sujetador… Se palpó el pecho, allí estaba el sujetador. También un nerviosismo nuevo, un runrún desconocido que se empeñaba en revolverle el estómago.
-Marta… ¿Qué le contaba yo a esta chica?
Buceó en el pozo denso de los recuerdos que permanecían turbios en su memoria. Cerró los ojos, apretó con fuerza los párpados, se masajeó las sienes y se mantuvo así durante unos segundos. La densidad aflojó lo suficiente como para divisar un hilo de claridad, así que aprovechó para estirar con fuerza. El pequeño cabo desenredó la madeja.
-Ya me acuerdo. Ella me dijo que a su móvil no le duraba nada la batería. Y yo le comenté que tenía unos ajustes capaces de mejorarla. Y después…
-¿En serio esos ajustes son tan buenos?
-Sí, de verdad. Me juego lo que quieras.
-¿Lo que quieras? ¿Estás seguro?
-Convencido. Mis trucos personales para ahorrar batería son tan buenos que, si tu móvil no aguanta toda la noche tras aplicarlos, me comprometo a correr desnudo por la calle para ir a buscar los churros.
Repasó mentalmente la escena. Ella le miraba con atención mientras él aplicaba uno a uno los cambios. Eliminó el exceso de aplicaciones, especialmente el antivirus y los gestores de batería. Deshabilitó las apps de Google que Marta no utilizaba, así como diverso software del fabricante del móvil que él calificó como «basura». Recomendó la desinstalación de Facebook, aunque la chica se negó en redondo. Sí que accedió a borrar todos los juegos que se acumulaban en el cajón desastre en el que se había convertido el smartphone. Por último, enseñó a Marta cómo identificar las aplicaciones con mayor gasto usando la gráfica nativa de Android. También a actuar en consecuencia aplicando el borrado preventivo.
-¿Tenqo que quitarlas?
-Es lo mejor, sí. Al menos siempre que no las uses mucho.
-¿Sabes lo que tampoco uso mucho?
A partir de ahí su memoria sufrió un nuevo vacío. Hurgó, removió el fango, se esforzó en recordar lo sucedido tras la insinuación. Nada. Tampoco tuvo tiempo para dedicarle a la búsqueda.
-¿Ya estás despierto?
Marta le miraba desde la puerta del comedor esgrimiendo una sonrisa tan arrebatadora que evaporó cualquier rastro de duda. De hecho, sintió cómo se le evaporaba el propio cerebro.
-Veo que sí estás despierto -rió Marta-. Todo lo contrario que mi móvil.
-¿Al final se apagó? -Preguntó él atragantándose con las palabras.
-Claro -volvió a reírse-. No iba a dejar que ganases la apuesta.