Aunque es pronto para hablar de semanas y partidos decisivos, lo cierto es que las sensaciones corren siempre más que los resultados, sobre todo a comienzos de la temporada, donde la imagen que dejan los equipos puede crear más euforia o más alarmismo del que en realidad existe.
Algo así les está sucediendo a Real Madrid y a Barcelona que, tanto en fútbol como en baloncesto, se ven las caras durante esta semana para medir sus proyectos y poner a sus rivales a prueba. Y la realidad es que ninguno de los dos clubes tiene a sus dos secciones en su mejor momento, por ello, los duelos entre ambos cobran todavía más valor.
Tanto Zidane como Koeman, como Laso y Jasikevicius saben que no pasan por su mejor momento al frente de sus banquillos, pero que no hay nada mejor para resurgir que ganar al eterno rival, donde siempre hay algo más en juego que un mero triunfo. En el caso del fútbol, además, llegarán tras el debut en Champions que sin duda puede cambiar la perspectiva del Clásico, dando moral a los equipos o añadiendo más leña al fuego.
En cambio, la particularidad del duelo que tiene el FC Barcelona - Real Madrid de baloncesto es que no será el primer cara a cara entre Pablo Laso y Sarunas Jasikevicius, ya que los dos entrenadores y los dos equipos se midieron en el primer título de la temporada, la Supercopa Endesa, donde los blancos impusieron de nuevo su ley con un Facundo Campazzo estelar.
Terapia contra el desastre de Cádiz
El Real Madrid de fútbol, el de Zinedine Zidane, no llega precisamente en un buen momento a una semana decisiva. Decisiva, de nuevo, en sensaciones más que en resultados, aunque los blancos no se deberían confiar con su debut en Champions porque cualquier tropiezo en la fase de grupos puede ir cerrando puertas que luego son muy difíciles de abrir.
Los blancos se medirán al Shakhtar Donetsk en su primer partido en la Liga de Campeones antes de afrontar el Clásico. Lo que suceda en el encuentro contra los ucranianos promete ser clave, ya que el equipo ha quedado tocado tras la indescriptible derrota ante el Cádiz. El Real Madrid llegaba como líder de La Liga ante el equipo cadista y en una primera parte para olvidar tiró el encuentro ante un recién ascendido que le pasó por encima.
El equipo de Zidane no logró una gran mejoría en la segunda mitad y los puntos se fueron hasta la 'Tacita de Plata' tras un enorme esfuerzo de los de Álvaro Cervera. Algunos jugadores quedaron señalados por su pésimo nivel y otros, especialmente pesos pesados como Courtois, dieron la voz de alarma y de aviso: la derrota ante el Cádiz debe servir para despertar del letargo.
Y es que el Real Madrid, a pesar de todo, está tercero en la clasificación con un partido menos y había llegado como líder al duelo en el Alfredo Di Stéfano ante los andaluces. Sin embargo, las sensaciones del equipo de Zidane no son buenas, muestra una preocupante falta de gol que hasta ahora ha conseguido salvar con un buen rendimiento defensivo. Sin embargo, las tres victorias ante el Betis, el Valladolid y el Levante, y el empate en San Sebastián ante la Real Sociedad, habían apaciguado una tempestad que se ha desatado tras la primera derrota del curso.
El Shakhtar y la Champions, la competición por excelencia del Real Madrid, pueden ser la medicina para que el equipo se levante, recupere la sonrisa y la ilusión, y de motivos a la afición para confiar en una victoria en su visita al Camp Nou del próximo fin de semana donde las sensaciones, y también el resultado, estarán muy en juego.
Koeman, lo mismo de siempre
Por su parte, el FC Barcelona no llega en mucha mejor situación que el Real Madrid. Al contrario, ya que en el equipo blanco al menos hay estabilidad en la plantilla y en la directiva, algo que en el conjunto catalán brilla por su ausencia. La realidad es que el Barça sigue siendo un barco a la deriva, como aquel que naufragó la temporada pasada y que saltó en mil pedazos tras chocarse contra el Bayern Múnich.
Antes, Messi era capaz de salvar el poco valor que le quedaba a este equipo que con Koeman había prometido ser otra cosa. Hasta el momento, mismo perro con distinto collar. Equipo plano, débil en ataque y en defensa, que amasa el balón sin sentido y que sigue dando muestras de ser un proyecto agotado. Encima, ahora ni Messi es capaz de solucionar los problemas y se entregan al talento de un joven como Ansu Fati que, evidentemente, ni debe ni puede aparecer todos los días.
La derrota ante el Getafe no ha hecho más que evidenciar las carencias de un equipo que se ha pasado el verano regalando jugadores y apagando fuegos, algo que todavía no ha dejado de hacer. Con Bartomeu al límite, aferrado a su cargo y poniendo cortinas de humo que tapan unas cuentas que dan absoluto miedo, el problema se ha trasladado también al vestuario, donde ya empiezan a surgir divisiones por la rebaja salarial solicitada por el club. Para colmo, hasta canteranos como Kike Saverio o 'Chumi' han denunciado al club porque pretenden dejarles sin las primas del curso pasado.
Ahora, llega la Champions y el Clásico. En Europa, un débil rival como el Ferencvaros puede ser una buena terapia para lamerse las heridas antes de vérselas con el Real Madrid o, por el contrario, puede hacer explotar definitivamente la enésima crisis en Can Barça. El fin de semana será turno para disputar ese partido tan esperado por todos, capaz de paralizar un planeta, y que este año llega en un momento realmente crítico para los culés. No sería descartable que si los resultados y, por ende, las sensaciones, no son buenas esta semana, se empiece hablar de que Koeman tiene los días contados.
El gran reto de Laso
El Real Madrid de baloncesto no ha empezado bien esta temporada. Ni en sensaciones ni en resultados, especialmente en Europa, donde los blancos están completamente irreconocibles. El equipo madridista atraviesa uno de sus peores momentos en los últimos años, pero cuenta con uno de sus mejores baluartes en toda su historia, Pablo Laso.
Si alguien puede recuperar las riendas de este equipo es él, el gran artífice de que el Madrid haya reconquistado su sitio en Europa. La llegada de Laso ha marcado un antes y un después en la historia reciente del Real Madrid y ahora está ante uno de sus mayores retos como entrenador, devolver el brillo a un equipo que siempre ha deslumbrado con su juego y que, más allá de malas rachas, siempre ha sido competitivo desde que el vitoriano fue el elegido para hacerse cargo del banquillo blanco.
El Madrid no ha tenido un verano especialmente fácil, ya que la situación de Facundo Campazzo ha paralizado los movimientos del club. Llegaron Abalde y Alocén, pero al club le faltó poner la guinda con un pívot de calidad. Ante Zizic había sido el nombre elegido, pero la incertidumbre que rodeaba el caso del base argentino provocó que la entidad se mantuviera con pies de plomo.
Zizic finalmente se cansó de esperar y a los blancos se les marchó un tren que habría supuesto una gran oportunidad para apuntalar el puesto de '5', algo descubierto con la sola presencia de Tavares y que se ha agravado con las ausencias de Randolph. Lo cierto es que Laso ha sabido encontrar una buena versión de Usman Garuba que ha destacado en los dos puestos de la pintura, pero es una realidad que sigue faltando un complemento. Habrá que esperar para ver si todavía es posible algún fichaje.
Además, el tema de Campazzo sigue sin haber quedado resulto, lo que tiene al jugador argentino con la mente puesta en otro sitio. Se ha olvidado del recital que dio en la Supercopa y su equipo lo nota en Europa, donde acumula tres derrotas en cuatro partidos. Al menos, se ha podido ver en algunos encuentros como su compatriota Laprovittola, que se quedó este verano por petición del club, ha dado ese paso al frente que tanto se le ha demandado. Al igual que Llull, que vuelve a recuperar esa faceta de jugador desequilibrante que le hacía ser uno de los mejores del continente.
Los resultados no han sido buenos, pero han pesado más las sensaciones, ya que el equipo en liga ha sabido dar la talla y avanza con paso firme y cuatro victorias en cuatro partidos. Por si fuera poco, el club no ha tenido suerte y ya ha visto como dos encuentros le han sido aplazados por positivos en coronavirus, uno de ellos el de Fabien Causeur, impidiéndole coger más ritmo.
En las manos de Pablo Laso y en las de su equipo está 'resurgir' y devolver la ilusión a una afición que no les da la espalda porque ellos mismos se han ganado ese apoyo durante una década, demostrando que son un conjunto ganador y competitivo. Y que mejor momento para afrontar ese reto que una semana de Clásico, con visita al Palau incluida, donde sumar la segunda victoria en Euroliga supondría un golpe en la mesa y un impulso para el vestuario.
Los primeros nervios de Jasikevicius
El FC Barcelona montó un mega proyecto cargado de estrellas la temporada pasada con la intención de arrasar en Europa. Todos los expertos aseguraban que se trataba de una de las mejores plantilla en la historia del baloncesto europeo, al menos en cuanto a calidad y talento se refería. Además, la llegada de jugadores como Mirotic, Abrines o Higgins en el mismo mercado hacía todavía más llamativa la cantidad de estrellas que formaban el nuevo 'Dream Team' de Pesic y Bartomeu.
Sin embargo, pasó el año, pasaron los partidos y el Barça encadenó ridículo tras ridículo. El Real Madrid, en una temporada no muy buena, fue capaz de alzar dos títulos ganando la Supercopa Endesa y la Copa del Rey, mientras que el conjunto culé añadió el de la liga a esos dos fracasos. El Baskonia de Ivanovic y Vildoza fue el elegido en la 'burbuja' de la Fonteta y la Euroliga pasó a mejor vida dando por concluido un curso humillante en Can Barça.
Pesic desfiló por la puerta de salida y llegaron dos guindas más a un indigesto pastel que ya relucía oro por todos los costados. Ante la baja de Delaney, un director de orquesta como Nick Calathes y al frente del pelotón, un general de la nueva guardia inspirado en los clásicos y conocido en la casa, Sarunas Jasikevicius.
El lituano, leyenda del baloncesto europeo, pidió tiempo tras cosechar una nueva debacle en la Supercopa, pero el tiempo es algo que no se da ni a sí mismo, por eso, al comprobar que su equipo no termina de arrancar, empiezan a aparecerle los primeros nervios y empiezan a llegar las primeras rajadas y los primeros mensajes hirientes que terminan causando fracturas en el vestuario.
El equipo es una montaña rusa en la que es muy difícil pasárselo bien. Unas veces está arriba y encadena victorias, pero otras cae hasta lo más bajo y llega a producir incluso náuseas, como ocurrió en su última derrota, la primera en liga, ante Baskonia. Los blaugranas habían conseguido tener un incio de competición doméstica más o menos regular, con tres triunfos, pero el conjunto de Ivanovic llegó para devolverles a la cruda realidad.
En palabras del propio Jasikevicius, se habían creído mejores de lo que en realidad son tras haber ganado dos partidos seguidos en Euroliga y, por ende, habían olvidado demasiado pronto que el Zenit ya les había pintado la cara tan solo unos días antes en la máxima competición continental. Por ello, esas dos derrotas en tan pocos partidos le hacen al Barça estar séptimo tanto en liga como en Euroliga, lo que ha provocado los primeros nervios en 'Saras', que más que por los resultados, está preocupado por las sensaciones de un equipo que no rueda con fluidez.
Para colmo, esta semana llega el Clásico y el próximo viernes recibe a un Madrid herido en su orgullo y en su casillero de triunfos que sin duda pondrá toda la carne en el asador para intentar ahondar en la herida de un Barça que poco a poco se va pareciendo al de años atrás.
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