Un mito. Así es como el mundo del baloncesto recuerda a Drazen Petrovic, cuya obsesión se basaba en demostrar que los europeos también podían jugar en la NBA y convertirse en uno de los mejores en la mejor liga del mundo. Sin embargo, un cruel destino le privó cumplir su sueño y a los amantes del balón naranja les cercenó toda posibilidad de disfrutar de uno de los mayores genios de este deporte.
Como cualquier leyenda, su figura se moldeó a partir de historias camufladas bajo una enjuta máscara de fábula que, de no ser por documentales nadie creería. Un hombre con estrella, con un don inimaginable que se encargó de forjar en la fragua de la perseverancia y la ambición. Dos cualidades indispensables que catapultaron su nombre al mismo Olimpo, un lugar reservado exclusivamente para las deidades baloncestísticas. Además, el Real Madrid tuvo el honor de tenerle en sus filas, al menos un año, donde también entraría en los libros de historia.
DE VILLANO...
Pero Drazen, como cualquier hijo de vecino, no tenía ese halo místico desde el principio de su carrera. Sus aptitudes eran más que evidentes, sobre todo cuando empezó a abonarse al campo de las heroicidades. Con apenas 21 años, un joven e imberbe croata dejó boquiabierto a todo el Viejo Continente. Anotó 112 puntos con su Cibona de Zagreb ante el Olimpia de Liublana. 67 en la primera y 45 en la segunda. Una auténtica hazaña que dejaba claro que el mundo estaba ante un ser superior.
Llevó a la Cibona de Zagreb a unos estratos inimaginables, pese a ser, en ese momento, de los mejores equipos de la antigua Yugoslavia. Y es que el de Sibenik lideró al equipo de la actual Croacia hasta la final de la Copa de Europa, donde derrotaría al considerado mejor equipo de Europa, el Real Madrid.
Una rivalidad que se extendió en el tiempo, extendiendo en Madrid el pensamiento de que el de Sibenik era una suerte de 'demonio'. Un jugador con una calidad fuera de lo común y, además, provocador, celebrando sus canastas siempre con los ojos fijos en una grada que no le perdonaba una y a la que tenía completamente desquiciada.
...A HÉROE
Después de unos años de una rivalidad que brotó de la muñeca del genio croata, el Real Madrid dio un golpe sobre la mesa y quiso incorporar a un Petrovic al que no le faltaban ofertas. Todos los equipos de Europa suspiraban por firmarle, pero el elegido por el exterior fue el conjunto madridista.
La afición blanca tornó sus insultos por halagos. Sus silbidos, por caras de asombro y júbilo ante lo que Petrovic era capaz de crear. Un tipo al que "siempre es mejor tenerlo en tu equipo", recordaba Lolo Sáinz, su entrenador durante su etapa madridista. Un antihéroe que llevó a una gran escuadra a colocar una nueva Copa de Europa en sus vitrinas que, antaño, le fue negada por el propio croata.
Pero como en todo camino del héroe, siempre hay una caída, una época oscura. Tocó techo en el Real Madrid en la Recopa del 89, transformando 62 puntos en la victoria madridista ante el Caserta por 117-113. Un triunfo que no hizo sino acabar con el ambiente en el vestuario, dado que sus compañeros le reprocharon que utilizó el partido como lucimiento, olvidándose del equipo. Además, ya en el avión de vuelta, el presidente del Madrid por aquel entonces, Ramón Mendoza, sólo le invitó a él a brindar, lo que magnificó el enfado del resto del equipo dando, de este modo, por terminada su carrera en el Madrid y marchándose a la NBA, donde traspasaría todas las barreras posibles.
UN JUGADOR ÚNICO
Drazen era un chico especial, metódico, ambicioso, genuino e irreverente. Jugaba para ganar y para ser el mejor de la historia. Pese a su 'corta' carrera truncada por el accidente, el de Sibenik pasó a los libros como uno de los mayores talentos no sólo del baloncesto europeo, sino también en la NBA, donde acumuló otras tantas hazañas en sus temporadas en New Jersey con los Nets.
Además, guio a una de las mejores selecciones croatas a tras independizarse de Yugoslavia. Un combinado formado por Toni Kukoc, Dino Radja, Velimir Perasovic, Cvjeticanin o Arapovic, entre otros. Su estilo ambicioso y constante le ha llevado a convertirse en un mito y hacerse hueco en una constelación de superestrellas que se antojaba inaccesible para un jugador europeo. Un mito del baloncesto. Un jugador diferente. Simplemente, Drazen Petrovic.
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