El Real Madrid sigue haciendo historia en el baloncesto español. El equipo de Pablo Laso, y también de Chus Mateo después de lo acontecido en las últimas semanas, ha levantado la que ya es su Liga Endesa número 36. Un título que ha llegado después de doblegar el millonario proyecto del Barça de Sarunas Jasikevicius en unas finales que han sido apasionantes y de claro dominio blanco.
Una conquista muy especial para un equipo que funciona como si fuera una familia y que este curso ha tenido que luchar contra más adversidades que nunca. En los últimos años, el Real Madrid de Baloncesto se ha acostumbrado a pelear en la adversidad y a levantarse con raza después de cada golpe. Sin embargo, lo superado este año ha sido realmente legendario, digno de un equipo de súper hombres que han demostrado tener fe, agallas, corazón y una mentalidad de hierro.
El Madrid se ha metido en el bolsillo la que podría ser considerada como una de las Ligas más complicadas de toda su historia. Las bajas, las lesiones, los problemas extradeportivos y hasta la salud han jugado su papel en un año para el recuerdo. Este vestuario, además de haber sido el mejor en esos de meter puntos en una canasta, ha vuelto a reinar en lo que siempre ha sido su mayor virtud: crear una sensación de pertenencia con sus aficionados.
Por ello, la hinchada del WiZink Center ha celebrado más que nunca un título de Liga que ya tiene un lugar preferencial en las vitrinas y en el recuerdo de todos los madridistas. No hay un solo seguidor de este equipo que no se sienta parte de un vestuario que Laso empezó a idear hace ya más de una década. Y que tanto tiempo después, sigue sin haber perdido su hambre, su gen ganador, su ilusión y su sentido de responsabilidad con la historia del club más exigente del baloncesto europeo.
El año de las plagas
Cuenta el Antiguo Testamento que Dios, para conseguir la liberación de los esclavos hebreos, infligió una serie de calamidades sobre el pueblo de Egipto. El agua se convirtió en sangre, hubo una invasión de ranas y langostas y hasta una lluvia de fuego y granizo. Es lo que se conoce como las Diez Plagas de Egipto.
Es difícil saber si el Real Madrid ha cabreado a alguna divinidad, pero lo que ha sufrido esta temporada bien se parece a lo narrado en ese pasaje de la Biblia. El conjunto de Pablo Laso ha sabido permanecer unido en las adversidades, que no han sido pocas, para superar los momentos más difíciles del técnico vitoriano desde que llegó a la capital de España.
Pocas veces ha estado tan en el alambre como en las vacas flacas vividas durante una temporada que ha tenido de todo. Desde brotes de Covid-19 hasta lesiones graves pasando por problemas extradeportivos que han puesto a prueba la estabilidad de un vestuario que siempre remó hasta lo que ahora ha conseguido: hacer de su unión virtud para terminar levantando un gran título.
A base de constancia y mucho esfuerzo, el Real Madrid ha conseguido tumbar al proyecto más caro de Europa. Ya rozó el título en la Copa del Rey y en la Euroliga, pero eso solo fueron pasos previos en un camino de fondo, el de la resurrección completa de un equipo que estaba muerto.
En este proceso de recuperación magistral, el Real Madrid ha salvado el proyecto de Pablo y ya se prepara para un verano en el que promete haber cambios. Porque si algo siempre caracteriza al equipo blanco, sea en la sección que sea, es que año tras año persigue la excelencia. Y por ello, este título no va a tapar los problemas que se han ido viendo durante el viacrucis que ha supuesto este curso. Habrá salidas y llegadas importantes para seguir haciendo del Real Madrid el mejor equipo de Europa.
A mediados de diciembre, Pablo Laso y Thomas Heurtel daban positivo por Covid-19. El destino, caprichoso, les unía. La segunda vez que ambos fueron protagonistas, sus nombres estarían unidos a otro duro golpe en el vestuario. En cuestión de días, el brote se había generalizado en el vestidor merengue y jugadores como Poirier, Causeur, Randolph, Juan Núñez o Yabusele también daban positivo.
Con una plantilla bajo mínimos, el Real Madrid consiguió resistir de manera heroica. Además, fue la primera gran aparición de un Chus Mateo que demostró tener mimbres de gran entrenador. Tomó una grandísima responsabilidad y no le pesó. Consiguió un pleno de victorias y enfocó al equipo en nuevos retos.
Durante este curso, el Real Madrid también ha tenido que hacer frente a graves lesiones de jugadores importantes. Carlos Alocén empezó a dejar huérfano el puesto de base con su rotura del ligamento cruzado de la rodilla. Williams-Goss se lesionó en la Final Four de la Euroliga y luego le siguieron los problemas de Abalde y Llull.
Y por último, la nueva cruz de Anthony Randolph que solo unos meses después de volver de una rotura del tendón de Aquiles se ha roto también el cruzado de su rodilla. Una desgracia tras otra que han hecho apreciar más que nunca la amplitud de esta plantilla, su compañerismo y su capacidad para ser un bloque ante todas esas plagas.
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Pablo Laso y Heurtel
El Real Madrid ha superado muchos baches deportivos de resultados, de bajas y de problemas en el juego. Pasó por la desconexión de piezas importantes como Sergio Llull o Edy Tavares. Y también por un proceso de completa negación desde el triple. Uno de los aspectos más importantes en el juego de los blancos se convirtió en el mayor hándicap.
Un problema que venía desde hacía mucho tiempo atrás. Concretamente desde la incertidumbre que había dejado por el camino el misterioso adiós del mejor tirador del equipo, Jaycee Carroll. Todos le esperaron a principios de año, justo antes de disputar la Copa del Rey. Pero el de Wyoming nunca regresó y los de Laso tuvieron que reponerse a base de cambiar sistemas y de aprender de los errores.
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Sin embargo, por encima de todo eso, el Real Madrid ha tenido que hacer frente a dos problemas extradeportivos muy grandes. El primero fue la famosa salida nocturna previa a un partido de Euroliga de Thomas Heurtel y Trey Thompkins. Eso provocó un gran terremoto en el vestuario, ya que se decidió apartar a los dos jugadores.
Un palo muy importante para Laso, no solo en lo deportivo, sino también en lo anímico y en lo personal. Heurtel había sido una apuesta y con Thompkins siempre ha tenido una relación especial al considerarle un jugador distinto al resto. Único por su talento, pero también por sus condiciones físicas y personales. El vitoriano se sintió traicionado por dos de sus baluartes a los que tanto había defendido en diferentes circunstancias.
Además, trajeron consigo un profundo problema para el equipo, sobre todo la ausencia de Heurtel. Sin el galo, con la lesión de Alocén, los problemas de Llull y a la poca confianza que había depositada en Williams-Goss, el Real Madrid se quedó casi sin bases. Ahí es donde el equipo se ha vuelto a reinventar con la aportación de jugadores como Abalde, Causeur, Hanga y el paso adelante del canterano Juan Núñez. Soluciones todas de emergencia que el equipo no ha usado como excusa, sino como demostración de la implicación total de todos por salvar una complicada papeleta.
El otro gran problema al que ha tenido que hacer frente este Real Madrid ha sido, como no, el susto dado por Pablo Laso tras el segundo partido de las semifinales ante Baskonia. El técnico sufrió un problema cardiaco y tuvo que acudir de urgencia al hospital. Hacía solo unas horas que había dirigido una nueva victoria del equipo, pero el técnico vitoriano había sufrido un infarto.
Pasó unos días en el hospital, donde se le realizó un cateterismo, para después regresar a casa. Delegó sus labores en su mayor ayudante, en su mano derecha. Chus Mateo se hizo cargo del equipo y aunque Laso ha terminado la temporada dirigiendo los entrenamientos, es el madrileño el que ha estado en el banquillo en el camino de estas finales que ahora han concluido con el título. Otro golpe más superado por un bloque indestructible.
Una Liga de altibajos
El Real Madrid ha terminado llevándose una Liga que ha sido un claro reflejo de su temporada. Por algo lo llaman el torneo de la regularidad y es que esta edición de la Liga Endesa ha ido mostrando las fortalezas y debilidades de un equipo que ha intentado mantenerse siempre a flote, aunque no lo haya conseguido en todo momento.
Real Madrid y Barça comenzaron sus caminos inmaculados y en la tercera jornada se quedaron solos en el liderato como únicos equipos que todavía no habían pinchado. Una situación que duró hasta la séptima fecha, cuando los blancos cortaron su racha al caer contra el Gran Canaria. La primera derrota azulgrana no llegaría hasta la décima jornada.
Los de Laso alcanzaron su mejor punto de forma antes del cambio de año y se colocaron como líderes sólidos de la clasificación, una situación que mantuvieron hasta la jornada 21. Ahí llegó el bajón que puso todo contra las cuerdas y que provocó que el conjunto merengue ya no volviera a ser el mismo en la competición doméstica. Y fue en la jornada 28 de 34 cuando los blancos se descolgaron definitivamente de la lucha por el liderato e incluso vieron peligrar su segundo puesto en la tabla.
A partir de ahí, el Real Madrid cerró como pudo la fase regular y se centró en darlo todo en los playoffs, donde al final se decide de verdad el título. Arrasó a BAXI Manresa y después a Baskonia para plantarse en la final. Y en el duelo contra el Barça, como ya sucedió en la semifinal de la Euroliga, los blancos confirmaron su resurrección dando la vuelta a la contienda y levantando la Liga 36, la más heroica y difícil.
El testigo de Felipe Reyes
Uno de los grandes factores que ha mantenido con vida a este Real Madrid durante su temporada más complicada ha sido el factor Felipe Reyes. Este ha sido el primer curso sin el gran capitán dentro del vestuario. Sí ha permanecido dentro del club, cerca de sus antiguos compañeros y siguiendo paso a paso el día a día de la sección.
Sin embargo, la falta de una figura tan grande y legendaria como la de 'Felipón' en un año con tantos problemas ha servido a este grupo para madurar todavía más. Ese papel, de líder casi fraternal que hacía el cordobés lo ha encarnado este curso Sergio Llull, el primero en el que actuaba como primer capitán. Ayudado por otros veteranos como Rudy Fernández.
El de Mahón se ha convertido en el guía de un grupo que ha necesitado más que nunca la figura de un referente para no perder el rumbo. Otra de las grandes ganancias que saca este Real Madrid de un año de muchos golpes, pero también de alegrías.
Llull y Rudy Fernández organizaron la barbacoa que resucitó al Real Madrid el pasado 15 de abril. En casa del segundo, la plantilla se reunió para salir a flote y conjugarse de cara al playoff de la Euroliga y a la fase final de la Liga Endesa. El equipo respondió y encadenó una gran racha de victorias que le llevó a perder el título europeo en el último minuto ante Anadolu Efes. A pesar de ello, la plantilla se volvió a levantar para cerrar la temporada más difícil con una nueva Liga Endesa ante el todopoderoso Barcelona de Jasikevicius. El Real Madrid nunca muere.