Para unos un innovador. Para otros, un padre. Y para todos, una persona amante y dedicada al baloncesto que llegó a este mundo para cambiarlo todo. Muchas veces los niños, en su infinita ilusión e inocencia, sueñan con llegar a ser astronautas para poder poner un pie en la luna. Pedro Ferrándiz, a su manera, también consiguió llegar tan alto como imaginaba cuando se enamoró del baloncesto casi por casualidad.
Desde su Alicante natal resuena con fuerza una frase que se le atribuye: "Si no tengo éxito me suicido". No le hizo falta quitarse una vida que se le ha ido ahora a los 93 años después de haber tenido una trayectoria profesional y personal excelsa.
Una de sus últimas apariciones pública tuvo lugar en homenaje a su 90 aniversario. En aquella ocasión, el Palacio de los Deportes tuvo la oportunidad de agradecerle todo lo que Pedro había hecho por el club. Es, y probablemente será, la persona más importante de la historia de la sección.
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Aquel día, niños, padres y abuelos aprovecharon para darle en perfecta unión el aplauso que tanto se ganó durante años. Desde que abandonó su casa para convertirse en una de las personas más importantes de la historia del baloncesto mundial. EL ESPAÑOL ha hablado con dos de sus jugadores, Vicente Paniagua y Juan Antonio Corbalán, para repasar la trayectoria de una leyenda.
Exigencia y cariño
Tanto Vicente como Corbalán coinciden en su análisis. La frase de "si no tengo éxito me suicido" no se le atribuye por casualidad. Pedro era una persona tremendamente exigente. Y también dura. Cuando el baloncesto estaba de por medio, para él no había bromas, solo tiempo y momento para entrenar y para trabajar.
Sin embargo, después había espacio para todo los demás. Para la felicidad, para las risas y para el cariño. "Era una persona muy dura, pero también sabía tener su mano izquierda", asegura un Vicente Paniagua que se emociona solo de recordar todos los momentos que pasó junto al entrenador más laureado del baloncesto español.
Además de ser el rey de la sección del Real Madrid con sus 27 entorchados, puede presumir de que nadie en España ha ganado más Ligas (12) y más Copas del Rey (11) que él. Un registro que seguramente ni él mismo imaginaba alcanzar cuando llegó a la capital de España para intentar convencer a Raimundo Saporta de que le diera una oportunidad.
Raimundo le había conocido en Alicante, donde ya brillaba como entrenador sobre todo por ser un estudioso del juego. Y desde allí consiguió que Saporta, gran amigo de Santiago Bernabéu, le prometiese que cuando fuera a Madrid le daría la oportunidad de entrenar en el club blanco. Así fue como aprovechando un vacante en la cantera entró en la entidad madridista. Y tras un periodo de aprendizaje de cuatro años, de 1955 a 1959, consiguió llegar al primer equipo para cambiar su historia para siempre.
Allí fue donde coincidió tanto con Vicente Paniagua como con Juan Antonio Corbalán y con otros muchos jugadores de unas generaciones únicas: "Siempre le hemos tenido mucho cariño. Nos hemos seguido reuniendo todos juntos después de tantos años. Decir eso de un entrenador, con el que tienes roces y fricciones por su exigencia, no lo pueden decir todos los equipos".
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Pero Pedro, además de ganarse al mundo en lo profesional, también se ganó el cariño de todos los que le rodeaban en lo humano. Tenía el don para cambiar el baloncesto tal y como se conocía, pero también para llegar hasta los corazones de sus jugadores una vez rota esa coraza de entrenador duro y estricto. Fue esa dualidad la que le permitió tener éxito tanto en lo profesional como en lo personal.
"Los entrenamientos eran durísimos y duraban más de lo normal. Pero después, en los viajes y en las concentraciones que hacíamos, sobre todo en Navacerrada, todo era distinto, te daba gusto ir. Tenías tertulias con él de todos los temas, ya fuera de política, de religión, de la familia... eran geniales". Así lo recuerda un Vicente Paniagua que solo tiene palabras de afecto y admiración por su entrenador.
"Nos hacía olvidar que al día siguiente teníamos que jugar contra el CSKA o el Maccabi. Era una situación muy curiosa, de relax absoluto, sobre todo en las comidas donde nos dejaba tomar vino y cerveza para que estuviéramos como en casa". La manga ancha y la mano izquierda fuera de la pista le permitían también luego ser muy duro dentro de ella y mantener ese contraste que sus jugadores aprendieron a identificar.
Vicente recuerda con cariño una anécdota: "Yo siempre le decía que si en mi casa bebía vino y llegaba a una concentración y me daban agua, me iba a hacer daño al estómago, y él me dejaba beber vino. Siempre con moderación por supuesto. Pero Pedro era así".
Así lo cuenta un jugador al que Ferrándiz descubrió antes que nadie. De hecho, cuando Vicente Paniagua empezó a destacar siendo todavía un canterano del Real Madrid y fueron a hablarle de él al legendario técnico, este ya sabía de sobra quien era Vicente Paniagua y lo bueno que podía llegar a ser. Siempre iba un paso por delante.
Su carácter innovador
Algo que todos destacan de Pedro Ferrándiz es que era una persona innovadora, adelantada a su tiempo. Por eso no solo consiguió cambiar el Real Madrid, sino que consiguió hacerlo con todo el baloncesto a nivel mundial. "Ferrándiz fue mucho más que un entrenador", asegura Juan Antonio Corbalán echando la vista atrás y recordando todo lo que Pedro hizo por evolucionar el deporte que ellos, los jugadores, también amaban.
De hecho, tenía un don tan grande que a veces tenía éxito hasta sin querer. El propio Corbalán recuerda para EL ESPAÑOL cómo gestionó Pedro un momento tan decisivo en el que el Real Madrid se estaba jugando un título en el que Juan Antonio fue protagonista.
"Quedaban unos minutos y Pedro me sacó a mí a jugar, pero en realidad no quería hacerlo, se había equivocado. Yo jugué muy bien esa parte del partido y gracias a que metí varios tiros libres ganamos el título. Aunque todos sabíamos que yo no era el que tenía que haber salido, Pedro nunca reconoció su equivocación. Decía 'lo he hecho queriendo'"'. Sea como fuere, el objetivo estaba conseguido porque era ganar.
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En el anecdotario de Pedro Ferrándiz siempre estará la famosa 'autocanasta' que llevó a la FIBA a cambiar su reglamento para siempre. Una genialidad que solo podría ocurrírsele a una mente brillante como la suya. Los blancos se jugaban la ida de los octavos de final de la Copa de Europa en Varese. Después de una buena primera parte, las faltas y el cansancio hicieron mella en el equipo blanco.
Tanto es así que a falta de pocos segundos, el partido estaba empatado. Pedro, viendo cómo estaba su equipo, sabía que si se iban a la prórroga no aguantarían el ritmo de los italianos y se traerían a Madrid una desventaja que seguramente no podrían remontar. Por eso ordenó a sus jugadores que sacaran rápido y a Lorenzo Alocén que metiera un tiro en su propia canasta para perder el partido por solo dos puntos, una desventaja mucho más beneficiosa de la que podrían haber sacado en esa hipotética prórroga. El Real Madrid remontó y consiguió pasar de ronda gracias a una genialidad que todos descubrieron segundos después de que se hubiera gestado en el cerebro privilegiado de Ferrándiz.
Esta fue su obra más famosa, pero tal y como recuerdan Juan Antonio Corbalán y Vicente Paniagua, Ferrándiz era un innovador constante: "Nos enseñaba pases y jugadas que no habíamos visto nunca y que ni siquiera entendíamos. Pases desde la banda, desde el fondo... cosas que solo él tenía en su cabeza. Seguramente él hubiera inventado movimientos que ahora ves a estrellas como Luka Doncic como el step-back que tanto usa".
Paniagua recuerda como les ponía al límite para llevar la alegría del contrataque a su máxima expresión: "Nos obligaba a hacerlo en menos de tres segundos, decía que en ese tiempo estaba el récord y nos obligaba a bajarlo. Era único en eso".
Sin embargo, una de sus mayores aportaciones al baloncesto, no solo español o europeo, sino mundial, fue el aperturismo que trajeron sus viajes a Estados Unidos. "Fue el primero en ir a ver jugadores a Estados Unidos y traérselos a España. Fue un absoluto innovador en eso". Así lo recuerda Juan Antonio Corbalán.
Esta faceta de ser un adelantado a su época a nivel global le acompañó siempre, ya que llegó a ser fundador y primer presidente de la Asociación Mundial de Entrenadores de Baloncesto. Y en marzo de 2007 fue elegido para figurar en el Naismith Memorial Basketball Hall of Fame, el Salón de la Fama del Baloncesto que se encuentra en Springfield, Estados Unidos.
"En sus viajes a Estados Unidos, fue el primero en tratar con entrenadores de la NBA a los que traía a Madrid. Establecía contactos para traer jugadores. En aquellos años, que jugadores americanos buenos pudieran venir a Europa era una primicia". Por sus manos pasaron estrellas como Walter Szczerbiak, James Signorile o Bob McIntyre.
Paniagua recuerda también cómo, a través de estos viajes, les hacía crecer baloncestísticamente: "Traía a universidades de Estados Unidos para jugar los torneos de Navidad y eso nos permitía medirnos a gente muy preparada para mejorar nuestro juego". Todo circunstancias salidas de una mente privilegiada que salió de Alicante rumbo a Madrid para cambiar el baloncesto a nivel mundial.
Así era Pedro Ferrándiz, para unos un padre y para otros, una persona que ayudó a todos a evolucionar en el plano personal y profesional por ese carácter tan innovador que tenía. Ahora que se ha ido, en su palmarés, por encima de sus 27 títulos y de sus 4 Copas de Europa, estarán los buenos ratos que pasó durante décadas con sus jugadores y esas comidas que se alargaban hasta la tarde y a las que asistían decenas de ellos por el enorme aprecio que le tenían y por la gran relación habían construido.