Los aficionados del Nápoles prometieron que San Paolo sería un infierno cuando se enfrentaran al Real Madrid. Las puertas del estadio se abrían seis horas antes para que la gente fuera cogiendo sitio y preparando el ambiente. Y así fue. La afición italiana hacía rugir el recinto de manera estrepidante.
Aunque la fiesta comenzó mucho antes de que se disputara el partido. Los tifosi siguieron muy de cerca los pasos del Real Madrid hasta tal punto de armar jaleo con cacerola en mano y cláxones de los coches a las puertas del hotel del conjunto blanco. Decidieron perturbar el sueño de los madridistas, con el único objetivo de desvelarles y privarles de descanso. La policía local en desalojó aquel espectáculo en treinta minutos.
Los tifosi tienen una manera peculiar de dar la bienvenida al conjunto merengue y treinta años después lo volvieron a hacer. A los madridistas no les pilló por sorpresa la visita de los aficionados del Nápoles, pues tres décadas antes, lanzaron piedras, objetos y huevos al autobús de los blancos, a su salida del estadio San Paolo, tras el entrenamiento.
Con el gol de Mertens, el ambiente creció aun más y todos creían en la remontada. Sin embargo, el Madrid, acostumbrado a lidiar con todo tipo de rivales, no se achantó en ningún momento y apareció Sergio Ramos haciendo que se calmara el ambiente con sus dos tantos. Poco a poco, los gritos y los cánticos fueron disminuyendo hasta que Álvaro Morata silenciara al estadio entero tras mandarles callar al celebrar su gol.