Verano de 2013. 2 de septiembre. Sobre el césped del Santiago Bernabéu daba sus primeros pasos un futbolista rutilante. Una de las estrellas del momento, llamadas a dominar el fútbol. A su espalda, el '11'. El acompañante perfecto para Cristiano Ronaldo parecía haber llegado al Real Madrid. Comenzaba la etapa de Gareth Bale en el, por aquel entonces, nueve veces campeón de Europa.
El fichaje del galés se concebía como una apuesta similar a la que, en su día, se había hecho por el portugués. Un futbolista de garantías que había demostrado en la Premier League estar sobradamente preparado para dar el salto al club más laureado y exigente del planeta. Bale estaba llamado a marcar una época en el conjunto blanco.
UN COMIENZO IDÍLICO
En su primera temporada mostró atisbos del gran futbolista que llevaba dentro y de las condiciones físicas superlativas con las que contaba. Bartra y el Barcelona fueron su primera gran víctima. El Madrid ganó La Décima gracias, en parte, a un gol suyo en la prórroga y su contratación ya parecía exitosa en todos los sentidos.
En la temporada 2014/2015, todavía con Ancelotti, el galés siguió siendo intocable, pese a que el Real Madrid mostró su mejor versión en su ausencia, sumando una racha de partidos que postularon a los blancos como candidatos a todo. El año terminó en blanco y Rafa Benítez llegaba al club con la convicción de que una posición central podría ser más adecuada para él. Pese a varios coqueteos con la mediapunta, el '11' siguió pegado a la banda derecha, incluso cuando Zinedine Zidane se hizo cargo del banquillo madridista. Bale seguía siendo intocable. Hasta el curso pasado.
LA PASADA TEMPORADA, UN PUNTO DE INFLEXIÓN
Una nueva lesión de Bale, y su posterior recaída, forzó al técnico a probar un 4-3-1-2 en el que este no tendría cabida. El Madrid se proclamó campeón de Europa, y de liga, y lo hizo sin él. Ya no era indiscutible, hecho que se ha confirmado esta temporada. Basta con tener en cuenta las alineaciones de Zidane en partidos como el del PSG, ida y vuelta, o el de la Juventus, en Turín.
Probablemente, Bale esté pasando su peor momento desde que llegó a la capital de España. No obstante, el enfrentamiento contra el Bayern Múnich puede ser fundamental para reconciliarse con la titularidad o, al menos, demostrar su valía y presentar, así, sus credenciales de cara al tramo decisivo de la temporada. El regreso del Real Madrid al Allianz Arena trae buenos recuerdos a Bale. Allí ha desplegado, en 2014 y 2017, su mejor versión. Y no solo lo ha hecho ofensivamente.
EN MÚNICH SABEN DE SU POTENCIAL
En su primera visita, el juego del Bayern de Guardiola -a campo abierto con una defensa incapaz de competir con la velocidad de los tres estiletes del Madrid- propiciaba el juego de contraataque. Y ahí Bale no tiene rival. Destrozó a la zaga bávara con su velocidad y asistió a Cristiano Ronaldo en el 0-3 que sentenciaba la eliminatoria. El curso pasado, volvió a brillar. Los muniqueses asediaban los flancos madridistas y el galés estuvo incansable en las ayudas a Dani Carvajal. Un respiro para el de Leganés que se medía a todo un especialista en el uno contra uno como Ribery.
En definitiva, el Bale más solidario y más completo ha aparecido siempre en Múnich. La próxima visita de los de Zinedine Zidane podría ser la última bala del 'expresso de Cardiff'. Con su futuro en el aire, tiene una última oportunidad para brillar en un escenario favorable. Una última oportunidad para liberar a la bestia que lleva dentro.