El 24 de mayo no es una fecha cualquiera para los madridistas. En este día, hace 4 y 18 años, respectivamente, el conjunto blanco se proclamaba campeón de Europa por octava y décima vez. En el caso más reciente, lo hizo contra el Atlético de Madrid, tras un final de infarto. Sin embargo, en el 2000, consiguió imponerse con superioridad a un Valencia en el que militaban jugadores como Mendieta, Djukic o Santiago Cañizares.

LA DÉCIMA, UN RECUERDO PARA TODA LA VIDA

La incredulidad, la decepción y la angustia se habían apoderado ya del aficionado merengue. En Lisboa, en el Santiago Bernabéu, donde se habilitaron pantallas gigantes para la retransmisión del partido, y en sus casas, la ilusión de ser campeones por décima vez se desvanecía. El eterno rival le iba a arrebatar al rey de Europa su competición por excelencia.

El Madrid de Ancelotti lo intentaba de todas las maneras. Nada era suficiente. A la desesperada, los blancos ya habían tocado arrebato cuando el balón se marchaba por línea de fondo. Luka Modric sería el encargado de servir el córner. Rematarlo, era cuestión de Sergio Ramos. Y así fue. Haciendo gala de su casta, el camero impulsó con un cabezazo el esférico al fondo de la red. Aquel gol no solo forzó la prórroga. Aquel gol ganó el partido. El Atlético se derrumbó ante las embestidas merengues y después del segundo gol de Bale no pudo hacer nada más que estar a merced del Real. Marcelo y Cristiano sellaron la goleada (4-1). La Décima, por fin, estaba en las vitrinas.

LA OCTAVA, ¡QUE MANERA DE EMPEZAR EL SIGLO XX!

En el año 2000, Roberto Carlos, Raúl, Casillas y compañía tenían la oportunidad de volver a ser campeones de Europa tan solo dos años después de lograr la ansiada Séptima, que tanto se había resistido. Después de dejar por el camino a grandes equipos como el Manchester United o el Bayern Múnich, los pupilos de Vicente del Bosque se verían las caras con el Valencia, dirigido por aquel entonces por Héctor Cúper.

Los che tenían en sus filas a jugadores consagrados internacionalmente y amenazaban el sueño de los blancos, que habían hecho una temporada muy discreta en el campeonato doméstico. Pero la calidad del Madrid estaba por encima. Morientes allanó el camino abriendo el marcador al filo del descanso. Ya en la segunda parte, McManaman y Raúl sentenciarían el encuentro. El Madrid volvía a tocar el cielo.