Esta semana la familia madridista está de cumpleaños. El Real Madrid cumple 800 días de reinado absoluto, e ininterrumpido, en el Viejo Continente. El equipo blanco ha vuelto a derribar los muros de la historia y la superstición al encadenar hasta tres años seguidos la victoria en la tan ansiada Champions League.
Un camino triunfal que comenzó a germinar en el año 2014 bajo las órdenes de Carlo Ancelotti. El italiano se hizo cargo de un equipo que con José Mourinho había conseguido derrocar al ya histórico Barcelona de Pep Guardiola. A partir de entonces, el Madrid de Ancelotti sentaría las bases para una era dorada, ya no solo dentro del fútbol europeo, sino mundial.
Tras la conquista de La Décima, el Real Madrid vivió un proceso de reconstrucción entre las salidas de unos y otros jugadores. En el invierno de 2016, el club de Chamartín decidía prescindir de los servicios de Rafa Benítez para dar la batuta del mejor equipo del siglo XX a Zinedine Zidane. El francés luchó contra viento y marea contra sus críticos y condujo al Real Madrid, de manera brillante, a una de sus mejores épocas de la historia.
La Undécima: el comienzo de una 'Era'
Fue en aquel año 2016 cuando las dificultades se hicieron más palpables. El entrenador galo tuvo que relanzar la moral del conjunto de jugadores y qué mejor forma de incentivar a los blancos que hacerlo 'jugando' con la competición fetiche. Aquel año volvió Casemiro al equipo tras un brillante Erasmus por tierras portuguesas.
El brasileño consiguió, no sin esfuerzo y lucha, hacerse un hueco en la medular del equipo blanco, escorado por Luka Modric y Toni Kroos. Un centro del campo de envidia que conduciría a la entidad de Concha Espina a la final de la Champions League en Milán.
Allí, en la ciudad de la moda, esperaba, otra vez, el Atlético de Madrid del 'Cholo' Simeone. Como si de un flashback se tratara, Sergio Ramos volvió a aparecer para, a la postre, llevar el partido a una vibrante tanda de penaltis. El de Camas logró cabecear el esférico en la primera mitad para adelantar a los suyos de forma momentánea.
El héroe, en aquella lotería tras los 120' reglamentarios, estaba llamado a ser el mejor jugador de la historia del Real Madrid. Cristiano Ronaldo botó el quinto y decisivo penalti para permitir al equipo blanco levantar La Undécima.
La Duodécima: Isco, un paso adelante
Tras arrancar con buen pie la 'era Zidane', el Real Madrid confió plenamente en el galo para la continuidad del proyecto la siguiente temporada. Con un equipo prácticamente impoluto, sin bajas reseñables ni incorporaciones de gran envergadura, el Real Madrid afrontaba el reto, por aquel entonces imposible, de encadenar dos Champions League consecutivas.
Aquella temporada 2016/2017 dejó varios nombres destacados y alguna que otra confirmación. Una de estas fue la de Isco Alarcón. El malagueño ganó definitivamente la partida a su homólogo en el campo James Rodríguez. El '22' fue pieza clave indispensable en la final de Cardiff por delante del colombiano e incluso de Gareth Bale.
Otro nombre que se reivindicó, otra vez, fue el de Keylor Navas. El tico afrontaba su segundo curso como meta titular de la portería, siempre exigida, del Real Madrid. No sin presión, el arquero centroamericano cuajó uno de los mejores cursos que se le recuerdan por la casa blanca hasta consolidar la matrícula Cum Laude ante la leyenda de Buffon en la final de la Champions.
Pero la conquista de La Duodécima no puede entenderse sin el histórico '7'. Cristiano Ronaldo volvió a demostrar que tiene el estómago muy ancho a la hora de cosechar goles para su beneficio. El luso encadenó la quinta temporada consecutiva liderando el apartado de máximos goleadores de la competición continental.
La Decimotercera: una final 'a tres bandas'
Tras lograr lo que nunca antes había conseguido, levantar dos 'Orejonas' de forma consecutiva, Zidane y los suyos afrontaban el tercer año de este dominio con la tripa llena pero el hambre insaciable. Entre medias, los blancos consiguieron reinar también a nivel mundial cosechando sendos títulos en los Mundialitos de Clubes correspondientes.
Nada parecía frenar a la escuadra blanca. Sin embargo, a comienzos del pasado 2017 las temidas lesiones se cebaron con el Real Madrid. Las sombras comenzaban a sobrevolar el Santiago Bernabéu y se tornaron más oscuras cuando el Leganés eliminaba a los merengues de la Copa del Rey.
El Real Madrid afrontó durante la segunda parte de la temporada pasada tres finales de la Champions anticipadas. La primera, en París. El PSG se codeaba como la bestia negra de los blancos dispuestos a darle la puntilla. Nada más lejos de la realidad, el equipo madridista pasó por encima de la escuadra francesa dominando los 180 minutos de eliminatoria.
Fue durante el partido de vuelta cuando un nombre comenzaba a erigirse en la promesa hecha realidad. Marco Asensio firmó un inconmensurable partido en el encuentro de vuelta en El Parque de los Príncipes y opositó, por aquel entonces, para que ya muchos le vieran como el digno heredero de Cristiano Ronaldo.
La siguiente final llegó semanas más tarde, en Turín. Un partido de ida placentero en el Piamonte no hacía presagiar la tormenta que se desataría una semana más tarde en el feudo blanco. La Juventus empató la eliminatoria pero un inspirado y valiente Lucas Vázquez forzó el error, infantil, de Medhi Benatia a ras del tiempo añadido.
El árbitro señaló la pena máxima que Cristiano se encargaría de transformar y obtener el billete para la tercera final del curso, en Múnich. Allí, el Bayern aguardaba. Pero otra vez los bávaros sucumbieron a los Reyes de Europa y el Real Madrid accedió a la tercera final de Champions League consecutiva.
En Kiev, el Real Madrid se midió al Liverpool. Los de Jürgen Klopp tirando más de ilusión que de fuerza, trató de impedir que el Madrid reventara los anales de la historia. Pero el escudo redondito del pecho es complicado de derribar. Una chilena para la historia de Gareth Bale hizo asentarse al equipo blanco hacia lo más alto del Olimpo.
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