Después de su explosión a las órdenes de Wenger, el Real Madrid quiso revolucionar su plantilla. Tras un año en blanco, el club merengue se deshizo de jugadores como Suker y Mijatovic. Así, se compró al galo por 5.600 millones de pesetas (33 millones de euros), convirtiéndole en el futbolista más caro de la historia hasta ese momento.