El boicot se quedó en nada. O, mejor dicho, en casi nada. Lo que el FC Barcelona dejó. Porque el club azulgrana actuó a medias en su presunto intento de 'censura' a Tsunami Democràtic, como le acusa la plataforma independentista, o, si se ve desde el otro lado, cedió al chantaje y permitió varios actos de reivindicación 'indepe' dentro de su propio estadio con pancartas y lluvia de pelotas sobre el terreno de juego.
Tsunami quería convertir El Clásico en una exaltación del independentismo. De los más de 30.000 manifestantes que firmaron su convocatoria solo aparecieron 5.000 y apenas tuvieron transcendencia en las horas previas a la disputa del partido. Por suerte, tanto Barcelona como Real Madrid y el cuerpo arbitral llegaron al estadio sin problemas bajo el fuerte dispositivo de seguridad que se montó para la ocasión. No hubo casi gente en el hotel ni en los cortes de los Mossos.
Antes de que el público comenzara a entrar al Camp Nou se repartieron 100.000 pancartas bajo el lema "Spain, sit and talk". Fuera del campo hubo poco transcendente que destacar, aunque Tsunami valoraría a posteriori esta fase, la primera, de éxito. A partir de aquí comenzarían las contradicciones del Barcelona con la plataforma independentista.
El reproche de Tsunami al Barça
¿Aliado o no aliado? ¿Censura o no censura? Tsunami acusó al club y a Bartomeu de censurar la plataforma y la actuación pacífica de la gente: "¿Dónde queda ahora la libertad de expresión presidente Bartomeu y Barcelona? Estos hechos contradicen lo que se dijo públicamente. Esto es censura!", decía un tuit de Tsunami ante la retirada de algunas pancartas y varias caretas de Messi en la entrada al campo. Una realidad a medias y que fue solo un paripé del Barça puesto que fueron solo unas cuantas puertas en las que se retiraron los carteles y dentro del campo habría de sobra.
El Barça, del que se reveló que había negociado encubierto con Tsunami, defendió durante los días previos la libertad de expresión pero sin querer aceptar un nivel alto de implicación en las reivindicaciones. En las negociaciones con la plataforma rechazó desplegar una gran pancarta con un mensaje propio durante un momento visible del partido, aunque sí hizo una contraoferta. Permitió la entrada de la mayoría de esos carteles azules y permitió el despliegue de dos lonas más pequeñas en las que se leían de nuevo el lema "Spain, sit an talk" y la palabra "Freedom" (libertad, en inglés). Antes ya había comunicado a la plataforma que tendría tiempo para que pudieran actuar tras el mosaico que tenía previsto desplegar el propio club de cara al partido. Ya había cedido al chantaje ante la amenaza de una invasión de campo.
Se 'permitió' la lluvia de pelotas
Tras el pitido inicial se dividiría la escena en dos partes: la interior y la exterior del estadio. Dentro del Camp Nou no hubo una invasión y la lluvia de pelotas se quedó en un medio centenar de balones amarillos que paralizaron el encuentro durante un minuto y medio. Sobre esto, el jefe de los Mossos d'Esquadra y encargado de coordinar la seguridad en el estadio, Lluís Miquel Venteo, reconoció que lo sabían. Aún así, se permitió el lanzamiento y lo único que se preparó es que los de seguridad saltaran rápido a recogerlos.
Lo de fuera era otro frente durante y después del partido y donde los Mossos d'Esquadra tuvieron que intervenir. El Barcelona prometió a sus aficionados que el Camp Nou sería un entorno tranquilo para acudir con las familias durante El Clásico. Lo que se vio fue de todo menos tranquilo. Lo que no consiguieron los independentistas dentro con su actuación "pacífica", si lo hicieron fuera a base de violencia. Se registraron varios incidentes, entre ellos la quema de barricadas, además de tuvieron que ser atendidas hasta 89 personas, de las que 55 serían Mossos, dos de ellos que continúan en estado grave. Hasta 10 detenciones tuvo que realizar el cuerpo policial.
En lo que respecta al Barcelona -lo que sucedió dentro del Camp Nou- se puede sacar la conclusión de que permitió la actuación de Tsunami Democràtic hasta donde chocaba con sus propios intereses. Sabía que una invasión de campo o colocar una gran pancarta (que conllevaría su colaboración) le podían suponer una sanción grave y se espera que solo tenga que pagar unos cientos de euros por la lluvia de pelotas. Por las pancartas quedará impune. Ceder al chantaje de Tsunami le saldrá barato. Dejó actuar en su recinto a la plataforma, aunque esta no acabó contenta con el club y acabaría atacándole en redes sociales. Al final, ni con unos ni con otros. Una negociación chapucera que acabó con una reivindicación tibia y con otra apropiación de la política independentista del fútbol. Lo que quiso el Barcelona.
[Más información: Tsunami reconoce haber fracasado en parte de sus reivindicaciones en El Clásico del Camp Nou]