Gareth Bale pone fin a una era en el Real Madrid. Su llegada coincidió con el comienzo de una etapa irrepetible en el club blanco. Lo ganó todo y formó un tridente que es historia del fútbol, pero su marcha deja un mal sabor de boca. Se va por la puerta de atrás un futbolista de leyenda, al que sus dos últimos años en el equipo no pueden emborronar su legado.
Porque Bale ha de ser considerado una leyenda del Madrid. Quizás no se haga ahora por el recuerdo reciente que deja, pero sí se le debería reconocer así en su futuro. Por sus números, por sus apariciones estelares en un puñado de finales, por sus condiciones como futbolista. Y todo eso a pesar de su mala suerte con las lesiones, que le macharon a lo largo de las siete temporadas que ha vestido la camiseta blanca.
Bale vuelve al Tottenham, de donde llegó en 2013 al Madrid siendo el mejor jugador de la Premier League y siendo uno de los fichajes más caros de la historia de la entidad merengue. Los que recuerdan su llegada dan fe de lo que costó traerle al Santiago Bernabéu. Aterrizó sobre la bocina y no fue presentado hasta el 2 de septiembre de aquel verano. Se fichaba al sucesor de Cristiano Ronaldo, aunque más que sucesor fue uno de sus mejores socios.
Nacía entonces la BBC: Bale, Benzema y Cristiano. Un tridente que en su primer año ganó bajo las órdenes de Carlo Ancelotti la Copa del Rey y la Champions League, la ansiada Décima. Bale fue clave en las dos, con su archiconocida carrera en Mestalla contra Bartra y su gol de cabeza en Lisboa que puso al Madrid por delante en el marcador. Dos de sus grandes momentos de gloria en el Madrid. El tercero tuvo lugar varios años después, cuatro en concreto, en Kiev.
La chilena de las chilenas
Bale ha dejado varias imágenes para la historia del Madrid y cuando un madridista hable del galés no sería justo que lo hiciera del golf sino, por ejemplo, de su chilena en la noche de La Decimotercera. En la final de Champions que culminó una racha de tres 'Orejonas' seguidas y cuatro de cinco, Bale fue el héroe con un doblete ante Karius y dejando uno de los mejores goles nunca vistos en una final de dicha categoría. Seguramente, solo la volea de Zidane en La Novena se le pueda equiparar.
En La Undécima, en Milán, fue titular y jugó todo el partido, incluida la prórroga, y marcó en la tanda de penaltis pese a lanzar su pena máxima cojo. Un año después, La Duodécima se conquistaría en su ciudad natal, en Cardiff, pero su rol no fue el que le hubiera gustado y se tuvo que conformar con jugar apenas ocho minutos.
Después de Ancelotti vino Rafa Benítez, que quiso hacerle la estrella del equipo por encima de Cristiano pero duró poco en el banquillo. Con Zidane nunca llegó a haber verdadero feeling, pero sí tuvo sus momentos de gloria en la primera etapa del francés en el banquillo. Con Lopetegui no dio el callo tras el adiós de Cristiano y Solari acabaría siendo uno de los señalados. La vuelta de Zizou le terminó por condenar.
En Madrid creció como jugador y como persona. En siete años se vio la evolución de un Gareth que llegó con cresta al Bale que se marcha con coleta. Su fútbol también fue cambiando, ganando en inteligencia y también conociendo mejor su físico. Hizo de todo con el '11' a su espalda que ahora hereda Marco Asensio; desde sus galopadas por la banda derecha hasta sus remates de cabeza y zambombazos con la pierna zurda.
A Bale no se le puede considerar un chasco, aunque es cierto que su rendimiento y protagonismo cayeran en picado en los últimos dos años. En el momento que debía recoger el testigo de Cristiano como estrella del equipo, fracasó. De lo que vino después, poco bueno hay que rescatar. Su relación con Zidane se terminó de resquebrajar y varios acontecimientos (desde su salida frustrada el verano pasado hasta su actitud pasota con la que se despidió esta última temporada) le enfrentaron a la afición.
Los pitos del Bernabéu y las lesiones
Su relación con el Santiago Bernabéu siempre fue acompañada de un runrún. Quizás porque la exigencia era acorde con el potencial que siempre se le vio a Bale y también porque su tendencia a lesionarse con facilidad agotó la paciencia de más de uno. En siete años estuvo 403 días de baja y se perdió 147 partidos (33% del total) por culpa de los problemas físicos. Las lesiones musculares y de tobillo fueron su 'kriptonita'.
En el vestuario nunca fue de los que alzaran la voz en los momentos más difíciles, ni ante la prensa ni de forma interna. Sus compañeros, sin embargo, supieron entender su forma de ser. Lo que deja con su marcha, eso sí, es alivio al ponerse fin a su conflicto con Zidane. El francés le intentó recuperar en reiteradas veces, pero no resultó. Tampoco ayudó a reconducir la situación el agente de Bale, Jonathan Barnett.
Números y palmarés de leyenda
Innegable es el legado que deja. En su rendimiento individual ha conseguido números de blanco que no pudieron alcanzar otros de los grandes que jugaron algún día en el Real Madrid: más del doble de títulos que Zidane como jugador (15 a 7), más goles que Ronaldo Nazario (105 a 104) y más asistencias que David Beckham (68 a 51). Una huella imborrable por muchas lesiones que haya sufrido y por la forma en la que se va.
En su palmarés quedan cuatro Champions League, dos Ligas, una Copa del Rey, una Supercopa de España, tres de Europa y cuatro Mundiales de Clubes. Éxitos de los que ha sido parte, clave en algunos de ellos.
Una estrella incomprendida que no se va de la mejor manera por su culpa, pero que siempre tendrá un hueco reservado en la historia del club más laureado en Europa. El Expreso de Cardiff coge el billete de vuelta a Londres, pero dejando muchos recuerdos en Madrid en estos largos e intensos siete años.
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