La breve crisis que se inició en el Alfredo Di Stéfano con dos partidos perdidos encontró su solución con la victoria en El Clásico. El Real Madrid dispuso de su mejor versión para vencer al Barça y dejar atrás unos fantasmas que se quedaron en la Ciudad Condal. Pero, sobre todo, los merengues se dieron cuenta cuál es la fórmula de trabajo cuando la calidad no es el único factor diferencial. Zinedine Zidane hizo entender a sus jugadores que sin ir todos a una y sin la intensidad que requiere la situación es imposible encontrar la senda del triunfo.
Intensidad, intensidad e intensidad. Es la palabra que más repetía Zidane rueda de prensa tras rueda de prensa. El francés era la principal razón que daba de lo que le faltaba a su equipo. Si bien es cierto que no es el único déficit que tiene su plantilla, ya que, por ejemplo, le cuesta encontrar el gol con tanta facilidad, el choque del sábado fue una muestra de que la diferencia entre un equipo y el otro fue una cuestión de lo que exhibieron en intenciones los jugadores.
"Los jugadores intentan, y lo intentamos desde el primer minuto, presionar arriba. Pero el primer gol lo cambia todo. Es la segunda derrota consecutiva, pero no vamos a bajar los brazos. Esto se saca adelante todos juntos", explicaba el francés tras caer ante el Shakhtar. La primera frase es la clave de cómo quiere jugar Zidane y no había podido llevarlo a cabo en los dos encuentros en los que el equipo evidenció muchos problemas. Estos no desaparecieron de la noche a la mañana, pero el factor estuvo en esa intensidad.
Aunque un Clásico motiva de forma diferente a los jugadores, la realidad es que los dos resultados negativos azuzaron a una plantilla que se dio cuenta de que si todos van a una en la presión, estarán más cerca de poder llevar a cabo ese plan de Zidane. El francés quiere emular a los grandes equipos que dominan ahora en Europa. Todo pasa por robar lo más cerca posible del área rival, recomponer el contraataque rápido y terminar esas jugadas para impedir la respuesta.
El fútbol de 2020
A pesar de ser una temporada excepcional, el fútbol de ahora está dominado por los equipos que físicamente son superiores. El Bayern de Múnich consiguió la Champions League pasada siendo infinitamente más intenso que sus rivales. Los teutones hicieron trizas al Barça con aquel 2-8 que dinamitó Barcelona no solo por las carencias del equipo culé, también por su forma en la que Hansi Flick ha hecho jugar a sus pupilos.
En algunos casos la transformación ha sido brutal. El conjunto germano ha marcado el camino para otros muchos y Zidane lleva tiempo haciendo de los suyos un conjunto más compacto y práctico para tratar de llegar de forma más eficaz a la portería rival. Ante el Barça los merengues hicieron esa presión de forma mucho más inteligente que ante el Shakhtar. Si ante los ucranianos dejaron unos espacios infantiles, ante los culés el bloque iba mucho más junto y llegando antes a los choques.
Claves para esta circunstancia fueron jugadores como Marco Asensio, que trabajó más que nunca, una medular liderada tanto por Fede Valverde, que se desfondó, y por Toni Kroos, que fue el que más robó para sorpresa de algunos y el regreso de un Sergio Ramos que lideró desde atrás esa presión. No es lo mismo que sea Varane el que marque cuando sale uno de los centrales a que lo haga el capitán. Ansu Fati se cansó a tirar desmarques a la espalda de los dos, pero solo fructiferó el de su gol.
El Real Madrid ha encontrado el camino que necesita para el resto de la temporada. Aunque tenga que mejorar sus cifras anotadoras y que sus delanteros sean referencias en este sentido, lo básico es que siga con este nivel de intensidad. El siguiente objetivo es contagiar a todos los jugadores para que, cuente con quien cuente, el resultado sea el mismo. Zidane ha dado con la tecla, ahora toca escribir la historia de esta campaña.
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