El Real Madrid post confinamiento era una máquina defensiva. Las victorias por la mínima parecían un azar y suerte, pero la realidad era bien distinta. Zidane había conseguido ensamblar a un equipo que era una roca defensivamente. Una unidad compacta, sin fisuras, donde todos ayudaban y donde se sacrificaban. Era maravilloso ver dos líneas tan bien acompasadas que hacían de cada gol, un tesoro.
Por si esto fuera poco Thibaut Courtois estaba iluminado, tocado por una varita, radiante e impoluto. Allí donde no llegaba su excelente defensa lo hacían sus pies y sus manos, mostrando un nivel excelso, superlativo, de mejor portero del mundo. El belga conquistó su primer Zamora con la camiseta del Real Madrid y los blancos consiguieron registros de otra época en cuanto a los pocos goles que recibieron, sobre todo tras el confinamiento.
Zidane había conseguido crear algo diferente y algo a lo que el madridismo no estaba acostumbrado. La historia del club blanco está marcada por partidos locos, con muchos goles, pero con victorias. Y, al final y al cabo, si algo consiguió sacar el Madrid el año pasado, fueron victorias. Aquellos que criticaban que la huella de Zidane no se notaba en el equipo tuvieron que tragar con la seña de identidad más clara y visible. Un Madrid fuerte defensivamente como nunca se había visto.
Con ese equipo y con esa seña se comenzó la nueva temporada. Mantener esa fortaleza defensiva parecía sencillo, bastaba con no haber olvidado lo aprendido y lo puesto en práctica el pasado curso. Y tras el empate a cero en Anoeta, parecía que así sería. Resolver los problemas con el gol sería otra historia, pero al menos seguir manteniendo la portería a cero.
Sin embargo, aquel propósito que parecía inamovible se ha ido diluyendo este año partido tras partido en una racha que ya es verdaderamente alarmante. Aquellos que criticaban esa fortaleza del equipo de Zidane y que había traído la liga 34 deben estar ahora echando de menos que el conjunto blanco no encaje goles en casi cada acercamiento. Un equipo que era rocoso defensivamente, de lo mejor de Europa, se ha vuelto vulnerable, torpe y débil, especialmente con las ausencias de Sergio Ramos y Dani Carvajal.
Incluso Courtois está pagando el bajón defensivo del equipo, ya que donde antes destacaba con una parada, ahora ve que con una infinidad de intervenciones no le vale para destacar como lo hacía hace tan solo unos meses. El Madrid debe recuperar su vigor defensivo y solo así podrá reconducir una temporada que de momento pinta complicada, especialmente en Champions donde los errores se pagan doblemente caros.
Datos que asustan
En liga, el Rea Madrid ha disputado 9 partidos, sigue teniendo uno aplazado por el jaleo de fechas inicial, y con el recibido ante el Villarreal en el empate en el Estadio de La Cerámica, ya son 10 los goles encajados. Una media que asusta comparada con la del pasado curso y que marcó registros históricos.
El Real Madrid acumula ya 8 partidos consecutivos sin dejar su portería a cero, una cifra realmente alarmante, especialmente porque en cuatro de esos 8 encuentros recibió 2 o más goles. Esta fragilidad ha traído consigo pinchazos como el de Villarreal, Valencia, Borussia Monchengladbach o Shakhtar Donetsk. Los blancos solo han conseguido dejar su meta a cero en tres partidos, uno de los cuales fue el empate inaugural en el Reale Arena.
En Champions, la situación no ha sido mucho mejor, ya que en tres partidos disputados, con solo una victoria, el equipo blanco ha encajado 7 tantos, casi lo mismos que en el campeonato nacional. Estos datos arrojan una realidad peligrosa y es que el Real Madrid ha visto como su muralla defensiva se le venía abajo y como las buenas sensaciones ofrecidas el pasado curso tras el confinamiento, se han convertido, no solo en dudas, sino en problemas muy serios atrás que provocan pinchazos demasiado graves. Zidane tiene una misión muy complicada de aquí en adelante: recordarle a sus hombres cómo ganaron la famosa liga de la Covid-19, la calificada por muchos como la más complicada de la historia.
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