El Real Madrid afronta un Clásico diferente. Llega en la clasificación de La Liga con dos puntos por delante del Barça y con una situación mucho más cómoda en Champions. Además, el conjunto azulgrana viene de unos meses convulsos y de varios problemas que han salpicado a su anterior junta directiva y al equipo que actualmente presidente el club bajo la figura de Joan Laporta.
Hasta el Camp Nou, lugar en el que se disputa El Clásico, ha recibido ataques en las últimas semanas por su deplorable estado. Tan mala era la situación que incluso se puso en peligro a la afición azulgrana por acudir al estadio cuando había riesgo de desprendimientos y zonas que no cumplían con las condiciones mínimas de salubridad por culpa de excrementos de paloma.
El Barça no funciona ni dentro ni fuera, porque su director de orquesta, Ronald Koeman, se encuentra enfrentado a sus jefes, Laporta y compañía, cuestionado por gran parte de la afición y agarrado al cargo porque las cuentas del club no han permitido su destitución. Un caldo de cultivo que deja en bandeja al Barça más vulnerable en décadas.
Y a ese FC Barcelona tendrá enfrente el Real Madrid con la obligación de sacar los tres puntos y ganar de forma clara y contundente en un partido que se presenta, a priori, muy desigual. Ahí está el riesgo de los blancos, en confiarse en exceso, no sacar la victoria y dar vida a un equipo que ahora mismo permanece al filo del precipicio.
Una victoria del Real Madrid con un resultado contundente podría hacer saltar por los aires la estabilidad de un Barça que ha cogido algo de aire gracias a las victorias ante el Valencia en Liga y ante el Dinamo de Kiev en Champions. Contra el equipo de Bordalás recibieron una mano arbitral en aquel famoso penalti de Ansu Fati que marcó la diferencia y contra los de Lucescu, las horribles sensaciones ensombrecieron un resultado corto y pobre para lo que se esperaba.
Mientras tanto, el Real Madrid también había tenido un enfrentamiento con un equipo ucraniano, pero en su lugar, los blancos le endosaron una manita a un conjunto que el pasado año les ganó tanto allí como en Valdebebas, amargando parte de la última temporada de Zinedine Zidane y que les puso en serios aprietos para avanzar a la ronda de octavos de final.
El objetivo blanco
El Real Madrid de Ancelotti, cuando fluye y se entona como la mejor de las orquestas, es capaz de dar recital de gran belleza como ya ha demostrado este curso. Por ello, es inevitable que la afición blanca tenga en mente la opción de la goleada. Es una posibilidad real a juzgar por el inicio de temporada de cada equipo. Además, los blancos podrían saldar así alguna cuenta pendiente de los últimos años donde se han podido ver varias manitas y hasta un 2-6 en el Santiago Bernabéu.
El Real Madrid tiene una misión clara y para eso se ha conjurado, para llevarla a cabo de una forma rápida, limpia y contundente. Jugar como si no hubiera un mañana y dar un golpe encima de la mesa que asegura un triunfo solvente con goles y espectáculo. Es el momento de devolver algunos golpes que han permanecido en la memoria de la hinchada madridista durante años. La atmósfera que rodea al equipo en estos momentos pide una goleada por los viejos tiempos.
Además de estar ante una oportunidad única por lo tocado que llega al Barça, se trataría de un reto con un objetivo doble, ya que impediría que el conjunto azulgrana se situara por delante de la clasificación y supondría un nuevo palo que les alejaría, ya no de la lucha por el título, sino incluso de la pelea por la Champions. Y el nombre de Koeman al lado de la palabra dimisión volvería a sonar con fuerza.
En resumidas cuentas, la misión del Madrid en el Camp Nou, además de no confiarse y sacar los tres puntos, sería la de dar la puntilla a un Barça que si estuviera en esa situación, daría la vida por ello. Además, el Real Madrid cuenta, no solo con un equipo más sólido y más hecho, sino con la delantera más en forma de Europa, con un Benzema que busca el Balón de Oro y ser considerado el mejor jugador del mundo en estos momentos y con un Vinicius que quiere dejar claro que es uno de los grandes talentos del momento, incluso por encima de un Ansu Fati que es, hoy por hoy, la única alegría culé.
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