560 días pasaron sin que un balón de fútbol rodara por el césped del Santiago Bernabéu. 580 sin sonar el himno de la Champions League. La pandemia sacó a los aficionados de los estadios y el Real Madrid decidió 'mudarse' a Valdebebas a esperar el reencuentro. Mereció la pena, pensará el seguidor madridista, que ha gozado de la serie de eliminatorias más espectacular de la historia.
El Real Madrid jugará el 28 de mayo la final de la Champions contra el Liverpool. El escenario será el Stade de France de París. De levantarse La Decimocuarta, sin embargo, quedará por siempre como la edición de las noches mágicas del Bernabéu. Los tres clubes con mayor poder financiero de Europa -PSG, Chelsea y Manchester City, en ese orden- claudicaron en casa del verdadero rey del Viejo Continente.
"Otra noche mágica de los Reyes de Europa". Con ese espectacular tifo, los aficionados del Bernabéu vaticinaron lo que ocurriría en una velada de mayo que nunca olvidarán. La realidad es que ni el 4-3 de la ida colocaba al City de Pep Guardiola como favorito. Es lo que tiene la historia de amor inquebrantable del Real Madrid y la Champions League.
En el fútbol también ocurren cosas como que el Madrid perdió en su regreso al Bernabéu en Champions. Fue encima ante un debutante de la competición, el Sheriff Tiraspol. La sorpresa del siglo, que para los blancos quedará como anécdota. El equipo acabó primero de grupo y tras un fallido sorteo, en el que el emparejamiento fue el Benfica, empezó el 'rally' de cruces contra los 'ricos' del fútbol. La vuelta siempre en casa.
Primero fue el PSG. En París, pese a un Kylian Mbappé inspirado, el Madrid salió vivo con 1-0 en contra. El delantero francés sería ovacionado en la vuelta por su futura afición, a la que luego calló con un gol y otros dos anulados. Era el triunfo de los 'malos', del jeque que sacaba pecho con rabia, pero se desató la tormenta blanca.
Un relámpago sacudió a Donnarumma, un carrerón de Modric trajo un trueno y, a los dos minutos, cayó el chaparrón para los franceses. Todo obra de otro galo, Karim Benzema, bajo el rugir del Bernabéu.
Manual de las noches mágicas
El día del PSG se sentaron las bases para las dos eliminatorias siguientes. El espectáculo arranca con la 'busiana', término acuñado en el diccionario madridista que significa: recepción multitudinaria al autobús del equipo en la Plaza de los Sagrados Corazones. Luego sigue una pancarta con la palabra 'rey' como denominador común: "Somos los Reyes de Europa", presumía en octavos; "No juegues con el Rey", avisaba en cuartos. Para las semis solo hubo que ceñirse a la realidad de noches así. El primer acto lo cierra un solemne "Hala Madrid y nada más" a capella.
Contra el Chelsea parecía un ambiente más relajado. Iluso el que creyó que al Real Madrid le va eso de tener una noche plácida en Europa. Si se pasa, se hace bien y eso significa poner a mil las pulsaciones de los aficionados.
El 1-3 de Stamford Bridge quedó reducido a cenizas en 75 minutos. Pero para el vigente campeón de Champions solo era su primera vez en el coliseo blanco y no le debieron contar la leyenda de los 90 minuti en el Bernabéu son molto longo.
El que apareció fue Rodrygo, el otro héroe de las eliminatorias, que entró al campo en el 78' y marcó en el 80' en la primera pelota que tocó. Éxtasis con el pitido que mandaba el partido a la prórroga. En ella se elevó de nuevo la figura de Karim, que tras su hat-trick en la ida, mojó para dar el pase a semis al Real Madrid.
Llegados a este punto, a Guardiola le entrarían los sudores fríos por medirse a los de Ancelotti viendo que la vuelta era en el Bernabéu. El técnico catalán tuvo dos semanas para preparar su plan, pero con el Madrid nunca hay nada escrito. El City apabulló en su casa a los blancos, pero estos se las ingeniaron para salir con solo un gol de desventaja cuando pudieron ser varios más. La eliminatoria entró en la 'zona Bernabéu'.
El Madrid fue a la guerra como hacían los soldados de la Antigua Roma. Los jugadores y el cuerpo técnico se dieron un festín previo a la batalla. Una especie de 'última cena' en forma de celebración de La Liga en Cibeles. Un gesto de unión entre equipo y afición para ser uno en busca de otra remontada.
Y el ciclo comenzó de nuevo: busiana, tifo e himno a capella. Todo elevado a su máximo exponente. Imposible descifrar el número de personas que recibieron el autobús antes del partido. Dentro fueron 65.000 almas dibujando el tifo y entonando el canto del club. Tambores y gritos de guerra para llevar de nuevo en volandas al equipo.
Cuestión de segundos
El partido contra el City en el Bernabéu volvió a tener suspense. Pareciera como si Benzema y Vinicius, las estrellas omnipresentes este año, no fueran a acertar una. Tras llegar 0-0 al descanso, los que se adelantaba eran los de Pep, rácanos para jugar como ya lo fueron en el Wanda. Pero la peli se volvió de terror para el equipo inglés en un minuto y medio de absoluta psicosis.
Los tiempos son de locura. 105 segundos pasaron entre el segundo y el tercer gol de Benzema contra el PSG. No llegaron a 120 los que tardó Rodrygo en marcar al Chelsea desde que saltó al campo. El brasileño batió toda marca este miércoles con su doblete al City en 89 segundos. Cuestión de someter al rival en un pestañeo.
La Champions se despidió del Bernabéu esta temporada con otra noche mágica. Ancelotti aplaudía mirando a la grada, Benzema se lanzaba al césped de rodillas y entre la afición se mezclaban los gritos de euforia, los abrazos de fraternidad y las lágrimas de emoción. Un cántico se repitió más que ninguno: "Sí, sí, sí. Nos vamos a París".
Cada cual ha vivido estas tres eliminatorias a su manera, pero ningún madridista se las quitará de la cabeza jamás. Explicarlo con palabras ya será más difícil porque el Real Madrid no se define. El Real Madrid es el Real Madrid. Punto.
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