"Mañana nos toca ganar a nosotros", decía Carlo Ancelotti en la víspera del Clásico de este miércoles. El Real Madrid logró su mayor goleada en el Camp Nou (0-4) desde 1963 y puso fin a la racha de tres victorias seguidas del Barça de Xavi Hernández. Había ganas de revancha en el equipo blanco y, cuando acabó el partido, todo fue euforia.
Mucho se ha dicho de este equipo: que si los veteranos como Benzema, Modric o Kroos están acabados, que si Ancelotti debe irse, que si los jóvenes no tenían carácter... El orgullo del vestuario blanco también estaba malherido por comentarios como estos y, como otras tantas veces, volvió a premiar aquello de "al Real Madrid nunca le puedes dar por muerto".
El partido fue redondo y se callaron muchas bocas: Benzema hizo su segundo hat-trick en seis días, Ancelotti ganó la batalla táctica a Xavi con Modric y Kroos en el once, Vinicius marcó su primer gol bajo el ambiente hostil del Camp Nou y todos y cada uno de los jugadores dieron la cara como debían hacer.
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La tensión acumulada fue expulsada en el vestuario, donde se celebró mucho más que el pase a una nueva final, la sexta entre esta y la temporada anterior. La única de todas que se perdió fue la de la última Supercopa de España, precisamente ante el Barcelona. Aquel día, los azulgrana rompían una sequía sin ganar títulos y se vinieron arriba.
Una imagen quedó grabada entre el madridismo y también dentro del vestuario del equipo, la de Ronald Araújo, con la medalla de campeón en el cuello, diciendo: "¡Empezó la nueva era!". Este miércoles, uno de los futbolistas de Ancelotti, probablemente Ceballos, se la devolvió mientras se dirigía al autobús para dejar el Camp Nou.
Antes de eso, la celebración dejó muchas imágenes curiosas. Primero la euforia con la que se recibió a Modric en el vestuario. El croata, que sigue esperando la oferta de renovación del club, volvió a dar un clínic a sus 37 años en la segunda parte del Clásico. Luego se cantó a todo volumen aquello de "¡Así, así, así gana el Madrid!".
Brasileños y franceses, en su mayoría los más jóvenes del equipo, impulsaron la fiesta bailando al ritmo de la música. Alguno como Modric y Asensio se unía y también se veía en su salsa a Rüdiger, un tipo carismático que cayó de pie en el vestuario el pasado verano. También se hicieron una foto, parecida a la del Sánchez Pizjuán del año pasado cuando se dio la estocada definitiva a La Liga. Lo de este miércoles también era un punto de inflexión, aunque ya se goleó en Anfield cuando más se dudaba del equipo.
"¡Día libre mañana!"
"De qué me voy a reivindicar". Ancelotti, un hombre que ha ganado cada una de las cinco grandes ligas de Europa y también es el único entrenador en la Historia en conquistar cuatro veces la Champions League, no quería mandar más mensaje que ese. Ya dejó claro que lo de Brasil es solo un plan B, que le atrae, para cuando no pueda entrenar más al Madrid. Su ilusión es exprimir cada día que pasa en el banquillo blanco.
Dedicó unas palabras que demuestran una vez más la fuerte conexión, casi paternal, que existe entre él y sus jugadores. Les agradeció la forma en la que jugaron, les recordó que lo de que era una final solo se trataba de una "mentira", que la verdadera se juega el 6 de mayo ante Osasuna, y gritó lo que a cualquier persona del planeta le gusta oír: "¡Día libre mañana!".
Otra remontada para el historial de este equipo. Una goleada que, además, es la que tanto pedía el aficionado blanco estos últimos años aún con el recuerdo clavado del 2-6 y el 5-0 de la era de Pep. El Madrid fue indulgente cuando peor estaba el Barça (en crisis financiera, sin Messi...). Con el orgullo herido, no hubo perdón alguno.
La previsión de la temporada del Madrid cambia radicalmente con este resultado. Ya tiene un título a un solo partido y en Europa, con un Chelsea en horas bajas esperando en cuartos de Champions, ya se sabe que este equipo se transforma. Incluso, este jueves, habrá alguno que no descartará si quiera La Liga, a pesar de los 12 puntos de diferencia. Con estos jugadores no hay imposibles, algo que no se cansan de demostrar a cada rato.