Digital Castilla

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Castilla la mancha “SOROLLA. TIERRA ADENTRO” 

Guía para disfrutar de la exposición que muestra al Sorolla de más tierra adentro

24 abril, 2018 00:00

 

Si algo identifica la pintura de Sorolla es su trabajo al aire libre y en plena naturaleza. Los escenarios de luz intensa de las costas de Valencia y Levante son su referente más conocido; sin embargo, “tierra adentro” también realizó numerosos paisajes de enorme calidad e importancia: estos paisajes interiores sitúan a Sorolla en el contexto general de las inquietudes artísticas del realismo final y también de las corrientes intelectuales renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza y los regeneracionistas españoles.

En esta preciosa e histórica imagen se ve a Joaquín Sorolla pintanto Toledo desde la Cuesta de Doce Cantos.

TRADICIÓN Y MODERNIDAD

Sorolla estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valencia con Gonzalo Salvá, que lo introdujo en el realismo francés, e Ignacio Pinazo Camarlench, que le dio a conocer a los “Macchiaioli” italianos; y en sus viajes a París entró en contacto con las versiones realistas del “luminismo”, el impresionismo y el postimpresionismo, que él integró a su manera, dentro de la particular estética renovadora del paisaje español de su tiempo, que intentaba hallar un carácter diferencial en el nuevo arte encajando la tradición realista nacional en la modernidad internacional.

Tras la fracasada Revolución del 68 y el desastre colonial, tanto los pensadores como los artistas contemporáneos de Sorolla buscaron una imagen nueva de país, alejada de la representación historicista de las glorias pasadas, y la encontraron en el puro paisaje, tanto en las regiones de la periferia peninsular como en la meseta central y de Castilla; en ésta particularmente se descubrió una estética geológica del Suelo -según término de Giner- y un espiritualismo en línea con el gusto decadentista europeo. Para ellos, Castilla -sobria, austera y trascendente- sería la imagen más auténtica de la nación.

Inmerso en aquella cultura, y en contacto con gran parte de sus protagonistas, Sorolla dio nuevas versiones a los diversos paisajes españoles, profundizando en su nuevo sentido y significación, desde los de la Alhambra deshabitada a aquellos de los campos desolados y viejas ciudades castellanas, que descubrió en compañía de Aureliano de Beruete, magnífico pintor de paisaje e ilustre institucionista.

LA EXPOSICIÓN, EN CUATRO ÁMBITOS

Mitología regionalista y naturaleza

Después de formarse en Valencia, donde sus maestros lo animaron a pintar del natural, y tras sus años de estudio en Italia, Sorolla se estableció en Madrid, pero nunca dejó de pasar temporadas en Valencia, donde la temática de sus obras de juventud representa el interés por lo popular que fue característico del fin de siglo. Los pinceles de Sorolla se centran en su ciudad, en el puerto de Valencia, en sus playas, sus plazas y puentes y no olvidan el campo valenciano: la huerta, las alquerías y las barracas con su peculiar arquitectura popular.

Sorolla en verde y gris

Sorolla viajó durante muchos veranos al norte de España. En Muros (Asturias) se unió a la colonia de paisajistas que había organizado el pintor asturiano Tomás García Sampedro siguiendo el modelo de la escuela francesa pintura al Pleinair de Barbizon.

Con su familia pasaría muchos veranos en San Sebastián, Zarautz y Biarritz. En el norte, la luz más gris del Cantábrico y los verdes brillantes de los prados de Asturias dieron a su producción otras tonalidades.

La invención de Castilla como emblema nacional

Sorolla recorrió Castilla en múltiples viajes y se unió a la fascinación por su paisaje que sintieron los institucionistas y la Generación del 98. Un paisaje inédito hasta entonces como tema en la pintura, pero que emocionaría a toda una generación de escritores y artistas con el descubrimiento de su carácter sublime y su poética del vacío.

Sorolla representa Castilla sin perder su natural sensibilidad para la captación de la luz y sin dejar de hacer Sorollas. Pinta sus ciudades monumentales –Toledo, Ávila, Burgos- y también su naturaleza, centrándose en las nubes y sus transformaciones, y en las luces cambiantes del cielo.

En la exposición se muestran hasta una docena de obras “toledanas” y en el caso de su paso por Toledo y Cuenca se ha puesto especial interés en añadir tres cuadros con “tipos” que son bocetos para la gran obra de Sorolla para la Hispanic Society de Nueva York: tipos de Lagartera, tipos de la Alcarria y tipos manchegos.

La “España blanca” de Joaquín Sorolla, una versión moderna de la invención romántica

Durante un rápido viaje en 1902 llega Sorolla por primera vez a Andalucía, a la que habría de volver muchas veces en los años sucesivos. Alejándose del tópico todo lo posible, Sorolla busca la autenticidad de aquellas tierras.

Granada le impacta profundamente: a sus barrios, a su Sierra Nevada y a la Alhambra dedicó hasta 47 paisajes en tres viajes en 1909, 1910 y 1917, siempre a finales del otoño o en pleno invierno, siempre solitarias, melancólicas, con la hondura de una visión enteramente personal.

Texto y fotos de Fundación Impulsa CLM